La Casa Azul
Je Ne Sais Pop [sp]: Entrevista con Guille sobre "La Polinesia Meridional"
“La Casa Azul, un dramatismo medio cómico”
Por Sebas | 26 Dic 11, 18:30
Recientemente quedamos con Guille Milkyway en el Espacio UFI de Madrid para hablar del lanzamiento de ‘La Polinesia Meridional‘. Hace unos días publicábamos la primera parte de la entrevista, la correspondiente al single número 1 en JENESAISPOP ‘Los chicos hoy saltarán a la pista’ y ahora publicamos la segunda. Os recordamos que ya se conocen algunas fechas de presentación del disco a partir del próximo mes de marzo. Más información en Elefant.
¿Por qué ha tardado tanto en salir el disco después de ‘Todas tus amigas’? Además, llevabas tiempo pinchando muchas de las canciones.
Casi todo el disco estaba hecho hacía tiempo. Faltaban detalles. La intención era sacarlo tres meses después de ‘Todas tus amigas’, pero por circunstancias personales y luego de trabajo, compromisos con ‘Jelly Jamm‘ y otras cosas que no estaban planeadas, se fue retrasando. Y es un rollo porque es como feo que parezca que retrasas las cosas para hacerte de rogar o generar expectativas.
¿Entonces no hubo ninguna razón para el retraso creativa o artística, alguna canción que faltara que hiciera “click”?
No, para nada. Lo que hicimos en esa época fue replantear cuáles quedaban fuera, pero hubiera sido igual si hubiera salido en marzo o abril. El perfeccionismo mío está en las canciones que voy haciendo, no en la visión conceptual de las cosas, porque sería pretencioso. No me siento identificado con esa forma de trabajar y no lo hago. Mi perfeccionismo es del día a día, en cuanto a composición o producción. Las canciones que se han quedado fuera se quedan fuera en el proceso. No es como “hay 30 canciones y vamos a hacer con ellas el disco perfecto”. En ese sentido, mis discos siguen siendo una colección de canciones y ya está, aunque con el paso del tiempo sí puedes decir que uno respiraba más una cosa u otra. Pero además, para el artista sería difícil darse cuenta desde dentro de algo así. Y aunque lo hicieras, no respondería a la realidad porque estás demasiado metido.
No pensé que descartaras ninguna canción… ¿Cómo son las canciones que no están?
No, no suelo descartar. No te las sé definir. Había una que era un poco distinta, ‘Nunca nadie pudo volar’. Es una canción que respira una cosa algo distinta. No te sé decir muy bien, porque mi sensación es que siempre hago lo mismo, cosas parecidas, a pesar de los distintos géneros. Una llamada ‘Cuando me empezaste a odiar’ era algo cercano en estilo a ‘Sucumbir’, pero me cuesta valorar estas cosas.
‘Sucumbir’ es un poco Motown, ¿te la imaginas cantada por algún grupo concreto?
No, me la podría imaginar, pero no, no la entendía como una canción Motown. Aunque entiendo lo que dices por la persistencia en el ritmo, en el groove, es como muy negro, pero al añadir tanto ruido… Puse mucho empeño en que la voz quedara escondida entre todo el muro, pero quedara cantable. El estribillo era muy ELO, era mi intención en los coros, pero es lo de siempre. Posiblemente Jeff Lynne también está influido por otras cosas, siempre en la música te alimentas tanto de lo anterior… Yo siempre he intentado ser desprejuiciado y no aplicar dogmas ni siquiera al hacer algo de un estilo muy concreto.
En realidad, tú no sampleas nunca, ¿verdad? Ni siquiera en esta cita de Robert Palmer…
No sampleo nunca, puedo samplear cosas pero al modo de Go! Team. Puedo samplear una batería, pero la troceo y la uso para muchas canciones diferentes. La era digital lo único que verdaderamente me ha aportado es la edición. Yo edito mucho, lo veo como un pilar creativo y que define al grupo, a La Casa Azul. Para mí todo lo demás de la era digital es humo, es como “las nuevas invenciones, puedo hacer esta cosa, este sonido”… No, yo lo que he aprovechado es la edición. En la era analógica podías editar muy poco, un 3% de lo que puedes hacer ahora. El sampling ha aportado mucho a la cultura popular. El reciclaje es fantástico.
Siempre has reconocido sin pudor tus influencias, en tu MySpace citabas a decenas de grupos. ¿Quizá por eso vuelves a incluir un tema expreso sobre ellas?
A la gente a la que no le guste el grupo, este asunto le puede parecer forzado, pero para mí es una cosa costumbrista, es algo que forma parte de mi vida diaria desde que soy pequeño. Tengo un abanico de aficiones muy limitado: casi todo lo he vivido en torno a los discos. Y mi vivencia de las cosas está relacionada con lo que me ha fascinado un tipo como Peter Allen, un hombre feliz, despreocupado, con una vida deprimente y complicada, pero una historia musical fascinante. Son cosas que percibo como un café por la mañana o el derrumbe del sistema. Para mí es evocador citarle porque es fácil explicar cómo me siento a través de Peter Allen. Luego, hay algo gracioso y es que yo no cito para decir: “¡¡oh, Peter Allen!!”, porque no es un artista favorito, pero es divertido que alguien investigue y le guste. Pasa lo mismo con Robert Palmer. A mí él me da igual, pero esa canción (‘Johnny and Mary’) me fascina desde pequeño y en particular esa frase. Al hacer esta canción dije: “se parece un poco” y decidí meterlo. ‘Terry, Peter y yo’ es la canción que más me ha costado hacer en toda mi vida. Es la única vez que he pretendido cerrar un círculo, cuidarlo mucho… Los estribillos son partes de canciones que han sido muy importantes para lo que yo quería explicar. Por primera vez, tenía la sensación de que no iba a ser capaz de terminarla. Y luego con la referencia de la música pop, parece que se queda ahí, la gente te dice: “vuelves a citar a artistas”, cuando para mí esa canción es muy importante.
Con tantos arreglos en las canciones, me pregunto cuándo das una producción por acabada, ¿a veces quitas cosas?
Suelo quitar al final, he aprendido a seleccionar. Hace años entendí que tenía que enfocar este tema. Peco de incontinencia, me gusta el exceso, lo tengo asumido y aprendo a no rechazarlo. Pero lo importante en esto es que algo no funciona cuando lo planteas por capas. No es la manera de trabajar. La manera de trabajar es tener las cosas muy claras en la cabeza, el gran muro buscado. Hay que ser muy disciplinado en esta fase inicial y tener todo en mente. Si una cosa me inspira otra y vas añadiendo capas, no va a funcionar, porque color sobre color sobre color, da gris o negro y entonces ya no hay color, ni relieves. Con los años he intentado tener ideas más claras de entrada, dejarme llevar por la gran idea de la cabeza más que otra cosa.
Entonces, a pesar de que el componente melódico parece importante para La Casa Azul, todos los arreglos importantes los tienes claros desde el principio…
El componente melódico es un pilar del grupo, pero son cosas que funcionan a la vez. Es el resultado de un esfuerzo, yo no creo mucho en eso de “¡¡he terminado la canción!!” de repente. Yo creo mucho en la disciplina, en hacer un esfuerzo para visualizar la canción. Puede llevar su tiempo, pero es importante.
Es la primera vez que los músicos están acreditados en el disco, ¿verdad?
Bueno, en ‘Tan simple como el amor’ estaban Sergio, Clara, Óscar…
Me refiero a los guitarristas, por ejemplo, son sus nombres reales…
Bueno, hay de todo. Hay un componente real y otro de fantasía.
No me digas que eres tú el que toca todo.
Hay de todo. Es una buena pregunta porque uno de los motivos por querer ser muy explícito en los créditos es que para mí es muy distinto la grabación de un disco y tocar en directo. Extrañamente, por cierta presión, parece que todo tiene que confluir en “el músico de verdad se demuestra en directo”. Son cosas absurdas, que no son verdad. Desde que nació el proceso de la grabación hay un resultado final, que es un disco. Tocar en directo es otra cosa. Como el cine es distinto a la fotografía, que es distinta a pintar. En un grupo de rock ‘n roll puede que lo suyo sea el directo y yo podría hacer lo mismo. Yo podría llevar músicos, pero en La Casa Azul, la idea sigue siendo que tiene que haber un componente de fantasía y no quiero huir de ello. Esto sería difícil si al entrar en la sala ves un bajo y una batería, porque vas a estar con el punto rockista que a mí con La Casa Azul no me apetece hacer. Con los visuales me gusta esa idea de fantasía, de apartarte de la realidad.
Te preguntaba porque al decir que el directo iba a ser distinto, pensé que llevarías a estos músicos, pero veo que no.
Para La Casa Azul no. Hay una cosa que me molesta de mi directo, de mi ubicación en el escenario, y es el peso que llevo. Parece que la música tiene que surgir de mí, esta cosa de hombre orquesta… Es ridículo, intento no pensar en ello porque me siento mal, me coarta, quiero buscar formas de liberarme de esto, quiero repartir el asunto, pero quiero hacer una cosa similar a la que hacíamos. Puede haber más gente, podemos jugar con el tema visual, pero somos un grupo pequeño. Si fuera Kylie, montaríamos un espectáculo con Afrodita bajando del cielo, pero tenemos que pensar otras cosas.
Si algo se puede criticar del nuevo disco es cierto continuismo. Sin embargo, creo que cuando te sale algo distinto lo guardas para Milkyway u otros proyectos, ¿es así?
No es que lo guarde, pero yo he tenido muy claro lo que quiero que sea el grupo. En un grupo de rock valorar el continuismo es muy diferente. Pero cuando eres más descentrado, siempre te parece que todo es lo mismo porque de entrada no es muy homogéneo. Los matices son más difíciles de percibir. Es evidente que cuando haga una canción disco la gente la va a comparar con otra. ‘La Revolución Sexual’ se parece a ‘Superguay’ y ‘Colisión inminente’ suena a ‘Superguay’ y es que va a seguir siendo así. Es como cuando escuchas a Tavares, sacaron ocho o nueve discos, son parecidos, claro, es música disco, nunca han hecho un disco de punk. No sé, nunca me he planteado estas cosas. Sobre Milkyway, al inicio, sí dejé una parte más clásica, menos histriónica a un lado porque quería desarrollar un proyecto menos pomposo. La Casa Azul lo veo más artificial, más épico. De todas formas, ‘Jelly Jamm’ se parece mucho más a los dos primeros que a lo que es La Casa Azul hoy en día. Pero aun así, no veo mucha diferencia. En ese sentido, es verdad, es continuista y lo puedes percibir como que es un rollo o como que es así y ya está, sin juzgarlo.
Cuando la gente va a verte en directo, es habitual que desnudes algunas canciones al piano. A raíz de eso, mucha gente espera quizá un disco desprovisto de arreglos, ¿podría tener lugar?
Ni me lo planteo, es chulo hacerlo en directo, pero lo hago para desahogarme, por la carga que te decía antes. Me desahogo mucho estando al piano, es como de cantante melódico y es divertido. En una sala pequeña, así participas más con la gente. Pero me cuesta imaginarme las canciones grabadas así en estudio. No sé si alguna vez haré algo así.
Es raro que te sientas más cómodo en momentos acústicos, con todo el mundo más pendiente de ti…
Puede ser, no sé, pero para mí es más natural. Es mi lugar natural. A mí me descansa. Lo tengo que hacer porque me ayuda a ganar confianza.
¿Alguna vez pensaste que ‘Yo también’ debía ser firmada con otro nombre que no fuera La Casa Azul?
Al principio del todo sí me lo planteé, pero duró muy poco. Yo la percibía absolutamente como una canción de La Casa Azul, aunque fuera una rumba. La forma de producir tiene bastante que ver con La Casa Azul. Hacía años que me apetecía hacer rumba, pero no había tenido tiempo. En la película, se habló de una banda sonora más narrativa y dependiente del guión, pero con la canción había libertad total. Mi planteamiento fue hablar de amor infantil porque es como se habla de amor en la película. Si hacía una canción pop, no se iba a comprender, iban a decir que era ñoña y la película lo que transmitía era amor infantil sin resultar ñoño. Y pensé que la rumba era el género que hablaba del amor puro y duro sin ser edulcorado, como Los Amaya. Los directores no quedaron muy contentos al principio. Me contratan a mí y aparezco con una rumba… No les gustó de entrada, pero yo les expliqué que tenía que ser así. Sucedía todo en Sevilla… y lo pudieron entender. Estoy muy orgulloso. Es de las pocas canciones mías que puedo escuchar sin sentirme muy mal.
En ‘La vida tranquila’ aparece Silvia Niza pidiendo que dejes de quejarte. Con lo tímido que eres, ¿cómo os habéis animado a hacer algo así?
Sí, es una canción exhibicionista, pero es que soy muy incapaz de no serlo. No puedo no hacerlo. A veces sólo sé hablar de mí, sin demasiada metáfora ni cuento chino. En esta canción quería ser ultra radical en todo, con un costumbrismo crudo. Si me preocupa la muerte, digo “me preocupa la muerte”. Entiendo que roce lo ridículo, pero para mí era importante ser radical. A veces me miro en el espejo y, como mucha gente, me veo ridículo y quién mejor que Silvia para decirlo en una canción. Fue divertido porque ella no conocía la canción ni sabía lo que iba a decir. Cuando se la puse, puso esa cara suya de “no te cansas de decir estas cosas siempre”, pero le dije: “espera, mira lo que vas a cantar” y cuando lo escuchó, dijo: “me parece bien, me parece bien”. Quedó un poco pimpinelesco, pero me resulta divertido y como es real, me siento más o menos cómodo. En esa canción me siento muy emocionado y relajado. Veo que nos hemos reído de todo un poco de manera natural y eso es muy La Casa Azul, todo el rato, un dramatismo medio cómico.
En una entrevista en 2006 nos dijiste que Silvia iba a grabar un disco en solitario… y hasta hoy. ¿El disco existe?
Sí, supongo que hará un disco en solitario. Sigue haciendo cosas, pocas. A veces la veo, no me dice nada, pero sin que me vea, la veo… y la escucho. Yo creo que lo hará, yo lo espero mucho. Al margen de la tontería, creo que es bastante talentosa en muchos aspectos que no ha podido exponer de alguna manera. Me he dado cuenta cuando estoy haciendo cosas de La Casa Azul, percibo en ella destellos de talento en muchos ámbitos, tanto en grandes ideas de canciones, como en composición y producción.
Ahora que ha vuelto definitivamente el vinilo, ¿vas a reeditar el primero?
Sí, creo que sí. Hoy hablábamos de ello. Es una cosa de fan, pero a mí me gustaría mucho. Siempre que haces un disco, llega antes el CD y te hace ilusión, pero cuando llega el vinilo… ¡oh!
Porque consideras ‘El sonido efervescente‘ tu primer disco, ¿verdad?
Sí, yo sí, para mí sí. Es por todo, por época, cuando cierras algo… ha habido cuatro discos.
¿Crees que van a pasar tantísimos años antes de que saques otro álbum?
Yo espero que no, para mí no es bueno que pase tanto tiempo porque generas una expectativa absurda y llevas una carga detrás. Yo no quiero pensar en ese peso de que, cuando pasa mucho tiempo, parece que tienes que hacer una obra maestra y para esto que hacemos es absurdo. Si fuera una ópera… pero para un disco de canciones pop… Pero hay una cosa que no está mal y es que con el paso del tiempo puedes romper y hacer que todo el mundo se olvide. Sacas un disco y empieza todo de nuevo. Según con quién trabajes no lo puedes hacer e igual no es bueno para ciertas cosas alrededor del grupo, pero para el grupo en sí es mucho mejor partir de cero.
¿A qué tipo de situación te refieres?
Me refiero al disco anterior, con aquello de Eurovisión, la lista… Lo mejor es que pase el tiempo, la normalidad, lo nuestro, estar tranquilos, partir de cero y estar tranquilos como siempre, porque si no, no sales de un círculo en el que estás desubicado. Todos desde Elefant hasta yo mismo nos sentimos desubicados cuando pasan según qué cosas, que es divertido y todo eso, pero es bueno romper y partir de cero.
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