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26/10/2015

Je Ne Sais Pop [Es]: Vainica Doble en 10 canciones



Vainica Doble en 10 canciones

 

 

Esta semana nos dejaba Gloria van Aerssen, mitad de Vainica Doble, después de que Carmen Santonja lo hiciera en verano del año 2000. Con su muerte se va, tristemente, la última Vainica Doble. Sin embargo, es obvio que si sus grandes ambiciones musicales y sus ocurrentes letras han marcado a generaciones de músicos de nuestro país de diferentes generaciones, más lo harán ahora cuando sus discos, a menudo descatalogados y maltratados por distintos sellos, probablemente serán revisitados. La redacción de JENESAISPOP escoge 10 canciones de sus múltiples discos -como podían haber sido otras 10- para alimentar el debate entre fans, seguidores casuales y despistados, como esos usuarios de Menéame que borraban la noticia de la muerte de Gloria de su portada por “irrelevante” y se quedaban tan frescos. Pero bueno, ya sabéis… dos españoles, tres opiniones.

Réquiem por un amigo (1973)

Como decía magníficamente Ximo Bonet en la reedición del imprescindible ‘Heliotropo’, este disco recoge “un tratado de la condición humana, desde la infancia a la muerte, a partir de las pequeñas cosas”. En ese tránsito, ‘Réquiem por un amigo’ es una extraña apertura para el álbum, tratándose de, como indica su título, una canción sobre un desengaño. Con su cadencia pesada, funeraria, y su eco de canción popular, su letra es alta poesía, escupiendo veneno pero con una elegancia pasmosa, ridiculizando al que es capaz de traicionar a un amigo por ego o ambición. ‘Réquiem…’ también supone una inmejorable muestra del gran talento de Pepe Nieto (inició su carrera como batería de Los Pekenikes), que despliega ya de entrada su fantástica mano con una riqueza y precisión de arreglos descomunal. Raúl Guillén.

Habanera del primer amor (1973)

Citar a Vainica Doble reseñando a La Buena Vida, a Pauline en la Playa, a Klaus & Kinski o a Corazón no ha sido un recurso fácil y holgazán de la prensa musical de los últimos 20 años, sino una obligación como un piano si recordamos canciones como esta preciosidad dedicada a un primer amor que por supuesto no llegó a ningún lado. Tiene mucho mérito que la flauta folkie en la onda de The Free Design no sea ni la mitad de bonita que esa letra que presenta a dos niños dejando por primera vez las puertas de su casa “siguiendo una cucaracha” (¡bravo!) para encontrarse con la dureza de una vida en la que “nunca dura cosa buena” (“descubrimos de repente con sentimiento y con pena / se deshizo nuestro amor como los flanes de arena”). No es de extrañar que cada vinilo de ‘Heliotropo’ esté valorado en 250 euros. Sebas E. Alonso.

Coplas del iconoclasta enamorado (1973)

Porque todo vale en nombre del amor. La mansión familiar, las reliquias de mis ascentros, un árbol centenario o el cauce de un río. Todo es susceptible de desaparecer si mi amado así lo quiere. Cuentan que Gloria escribió esta letra tras ver cómo derribaban el palacio de los Duques de Medinaceli en Madrid. La insolencia de su mensaje unida a los deliciosos arreglos de cuerda -con los que contaba ‘Heliotropo’ (1973), el segundo álbum del dúo- hacen de esta canción toda una apología a Cupido. Porque ¿quién no ha hecho alguna vez concesiones por amor? Angèle Leciel.

Madre no hay más que una (1975)

Recuperada para esa obra maestra que es ‘El Tigre del Guadarrama’ desde la banda sonora que hicieron para la película ‘Furtivos’ (1975) de Jose Luis Boraú, otro outsider como ellas con el que colaborarían también en la maravillosa serie de TVE ‘Celia’, ‘Madre no hay más que una’ impresiona por su tono tétrico en la descripción de la abnegación materna que, más que un acto de amor, parece que está mostrando la maternidad como un presidio. Si en la película la turbia relación madre-hijo entre una superlativa Lola Gaos y Ovidi Montllor contiene tintes incestuosos, en la canción el foco se centra en la relación de sumisión y abnegación por el hecho de ser madre. No es nuevo en sus letras llenas de proclamas feministas y en las que el hogar aparece muchas veces como cárcel para la mujer. Curioso porque en todas las declaraciones tanto de ellas como de sus allegados, empezando por sus hijos, hablan del hogar, del suyo propio, como un lugar casi mágico lleno de aventuras, imaginación y posibilidades infinitas para ser feliz. Nuclear sí.

Déjame vivir con alegría (1976)

En la carrera de Vainica Doble es crucial su crítica social a la rancia sociedad española, frecuentemente enmascarada por su poesía naif. Pero también, como es este glorioso caso, hay loas al espíritu tranquilo que marca nuestro país, para bien. Con la curiosa ayuda al sitar del seminal Gualberto, en ‘Déjame vivir con alegría’ Gloria y Carmen cantan con tanta retranca como ternura a la vida sencilla y lenta del campo y el mar, alejada del bullicio y la agitación del supuesto progreso. Incluso el ritmo de las estrofas, con esa escueta caja que parece tocada por un niño chico, se muestra como una bonita metáfora en esta incisiva defensa de la vida tranquila, cuyo mensaje acertaron en reivindicar los granadinos Grupo de Expertos Solynieve hace un par de años, convirtiéndolo en un himno de resistencia para las nuevas generaciones. Raúl Guillén.

El duelo (1981)

La influencia inmensa de su música en otros es palpable en muy diversos artistas, desde Sisa a Sabina, pasando por Pegamoides o, en la escena independiente, obvios como Le Mans, La Buena Vida, Family (en los créditos de su recopilatorio ‘Coser y Cantar’ con arte de Aramburu este se declara fan, además de ilustrador) y Nosoträsh, pero también Los Planetas o Sr. Chinarro: su legado no es difícil de rastrear. Su capacidad para no tener miedo a los ripios, para describir sentimientos, sensaciones casi tangibles hacen de sus canciones, a menudo muy densas, auténticos festines para sus seguidores, puesto que no se agotan con las escuchas sino que, como en una pintura de El Bosco, siempre tienen detalles nuevos que descubrir, nuevas lecturas, subtextos que permanecían ocultos. ‘El Duelo’ es quizá su canción más trágica. Una perfecta descripción de ambiente que parece un guión de las primeras películas de Cédric Kaplish o Agnès Jaoui, en la que bajo la superficie costumbrista se esconde una feroz mirada inmisericorde sobre sus personajes. Creo que los que compramos discos nos hemos visto en la situación de pensar alguna vez: “¿querrá alguien esto cuando nos muramos?” y pensamos en nuestra cuidadosa labor de amor de toda una vida tirada a la basura o malvendida al peso. Y nos entran ganas de llorar. Y, cuando termina la canción, quieres entrar en ella como en ‘La Rosa Púrpura del Cairo’ y dar dos hostias a todos los que se reparten con avaricia el botín delante del muerto. Nuclear Sí.

El tigre del Guadarrama (1981)

Normalmente uno puede imaginar el proceso mental que lleva a construir una canción, el porqué de sus elementos, los ecos de otras obras propias o ajenas. Con Vainica Doble, la mayoría de las veces, me ocurre que, por más que lo intente, se me escapan una y otra vez sus razones, siempre dispuestas a la sorpresa, a una frase, a una palabra (¿por qué los montañeros eran federados?), a una onomatopeya inesperada. La canción que cierra y da título al mejor disco del dúo para el que esto escribe, es un ejemplo perfecto. Un torrente de ideas en el que los cuerpos se funden con uno de sus temas centrales, la Naturaleza, en un viaje con un punto lisérgico y en el que cada verso, como en ‘La Historia Interminable’, parece iniciar otra historia digna de ser contada. Una travesía a la muerte en la que se crea un paisaje sensorial y mitológico en la figura de ese imaginario Tigre del Guadarrama como testigo feroz de unas imágenes tan poderosas que deslumbran, como esa de “luego en mí se hizo la noche” o “blancas zarpas de algodón en rama”. Musicalmente, el viaje es tan grande como el de la letra, al intertextualizar el ‘Preludio en Mi menor Op28 Nº4’ de Chopin, que aparece hacia el final de manera tan misteriosa como el propio tigre (como en el resto de su trabajo). Y no es tanto una exhibición de sus conocimientos como el saber mantener sus composiciones envueltas en las cosas que las rodeaban. Ahora que parece que intelectualizar la música popular es casi un insulto para algunos, su obra, con clara vocación popular (aunque no siempre llegara al gran público, su música para el cine o la tele no buscaba precisamente lo minoritario), abre un camino quizá irrepetible. La música de Vainica Doble es uno de los acontecimientos culturales más relevantes del último tercio del siglo pasado en España. Nuclear Sí

La funcionaria (1984)

No me considero fan de Vainica Doble, pero Vainica Doble tienen la canción con la que más me he identificado en un momento dado de mi vida: ‘La funcionaria’. ‘Yo no sé por qué hice esta oposición / en vez de estudiar corte y confección’. Lo mismo me pregunté yo a menudo, mientras la nada crecía a mi alrededor. Y también me preguntaba (y me sigo preguntando) si, alguna vez, de la monotonía y el aburrimiento vital sería yo capaz de engendrar una maravilla costumbrista como esta. Mireia Pería.

La vegetariana (2000)

Del último disco de Vainica Doble, ‘En familia’ (2000), publicado por Elefant, llega este blues en el que se ponen a examen los hábitos de una vegetariana. Porque “no todo lo verde es bueno / hay también mucho veneno”. Y es que tal vez lo raro no sea dejar de comer carne o hacer un viaje espiritual a Nepal. Lo raro es romper con lo establecido, cambiar el rumbo y abrazar con convicción un nuevo modelo de vida, como en cierto modo hicieron las Vainica con sus letras y su forma de ver el pop. Pequeños regalos como ‘La vegetariana’ amenizaron el final de su carrera artística y fueron prueba de que no habían perdido el sentido del humor ni el arte de musicar poemas.Angèle Leciel

Dices que soy (2000)

Realizado tras el malogrado ‘Carbono 14’ (1997), en el que colaboraban con Alejandro Sanz o Miguel Bosé sobre unos arreglos que no les gustaron ni a ellas mismas, el disco que editaba Elefant a finales del año 2000 unos meses después de la muerte de Carmen Santonja sí estaba a la altura de los mejores trabajos de Vainica Doble. Junto a temas marca de la casa como el arriba descrito, destacaban la cotidianidad (y los tarareos) de ‘El pintor’, la inmediatez de ‘Chiribitas de limón’, el despecho de ‘Quiero tu nombre olvidar’ o esta ‘Dices que soy’. Una canción de independencia y defensa respecto a los demás, como las de Manuel Alejandro para Raphael, que esconde un enorme dolor naíf e irracional, además de una atmósfera asfixiante lograda con unos pocos arreglos que te impide respirar durante la mayor parte de los 3 minutos que dura la canción. Sebas E. Alonso.


 


 

 

 

 

 

 

 

 

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