La revoluci?n sexual
Guille Milkyway es un chico tímido. En sus conciertos, su cuerpo apenas es perceptible gracias al escondite que encuentra tras sus máquinas y sintetizadores; y su rostro nunca se puede ver oculto bajo la sombra alargada de su gorra. Sin embargo, parece que el éxito conseguido con su anterior disco, “Tan simple como el amor” (2003), tanto en España como en Japón, y la popularidad que obtuvo con su debatida vídeo-campaña para MTV “Amo a Laura” ha reforzado su confianza, y en su tercera entrega, “La revolución sexual”, se quita el sombrero durante unos minutos, se deja ver y desvela sus secretos.
Primero, nos reconoce que sus compañeros de fatiga (Clara, Sergio, Virginia, David y Óscar) en realidad no son humanos, sino “humanoides programados”. Después, deja de lado la venganza de la que nació La Casa Azul tras un descalabro amoroso y explora el amor y otros sentimientos desde nuevos puntos de vista.
Como él mismo canta, “prefiero no ser un tonto resentido nunca más” y se reconcilia con el Mundo. Así, en “La Revolución Sexual”, nos encontramos con un Guille Milkyway que continúa la línea de consejos prácticos para situaciones infelices (La revolución sexual) además de adentrarse en el mundo íntimo de las parejas (El momento más feliz), analiza miedos, ansiedades y manías (Mis nostálgicas manías) e invita a liarse la manta a la cabeza y salir al exterior después de un KO rotundo sentimental (Chicos Malos).
Maestro en la estructura clásica compositiva (estrofa-estribillo-estrofa-estribillo-final), vuelve a crear canciones de “easy listenig”, pegadizas, alegres y bailables; muy discotequeras. Su personal estilo (una mezcla del disco de los 70, el guitar pop de los 80, el Eurodisco de los 90 y el Shibuya del 2000, como él mismo se autodefine) se vuelve más provocativo y se lleva a nuevos extremos, consiguiendo que La Casa Azul suene mucho más a plástico, más a sintonías de series animadas japonesas y a máquina de juego recreativo de los 80. Y Guille Milkyway vuelve a quedarse con todos nosotros, a romper las reglas escritas y a demostrar que en esto de la música no hay prejuicios que valgan.
La Casa Azul [Heineken.es]
picture: Archivo Elefant
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