ABC [Es]: La Casa Azul [Interview]
Guille Milkyway (Barcelona, 1974) nos sacó una sonrisa con su «Amo a Laura»—«Hagamos juntos este crucigrama / aplacemos lo otro para mañana»— y nos puso a bailar con la «Revolución sexual» —«Tú, que decidiste que tu vida no valía / que te inclinaste por sentirse siempre mal»—, pero también nos sostuvo en los días tristes con «Esta noche solo cantan para mí» —«Como el tan del autobronceador / se parece al verdadero, pero no»— ocon «La vida tranquila» —«Me da miedo la muerte, y a veces la gente / (bueno, según qué gente)»—. El líder de La Casa Azul concede una entrevista a ABC para hablar sobre música, su gran pasión desde la infancia, y también sobre su esperado disco, «La Gran Esfera».
¿Cómo le empezó a apasionar la música?
Como a mucha gente que se acaba dedicando a esto: lo recuerdo como mi primera y única pasión. A lo que dedicaba la mayor parte de mi tiempo, desde que era muy pequeñito, era a la música. Me fascinaba todo lo relacionado con su grabación, con cómo sonaba. Empecé a grabar en una cinta muy pronto.
Es curioso que lo que más le interesara fuera la parte técnica.
Sí. Tiene bastante que ver con cómo he ido desarrollando mi carrera. Me gusta todo lo que envuelve a la música, evidentemente, pero era con eso con lo que me sentía más identificado. Me fascinaba lo de poder grabar y reproducir las cosas una encima de la otra, y saber cómo se construían los discos. Recuerdo mis primeras escuchas activas de música, con 12 o 13 años, centradas en el sonido, y en por qué un disco de los Beatles sonaba distinto del de otro grupo.
¿Cuáles fueron los primeros grupos o los primeros estilos por los que se interesó?
Un poco de todo. Una de las cosas que claramente he comprobado, y que me ha marcado para bien, es que no hubo ningún mentor en mi acercamiento a la música. Muchas veces pasa lo típico de que cuando eres pequeño tienes un amigo al que le gusta mucho la música, y te das cuenta de que él tiene un hermano mayor o unos padres que le ha enseñado algunos grupos. A esa persona, desde que es muy pequeña, le han marcado el camino y le han enseñado lo que es la buena música. En mi casa ha sido cero así. Así que mi acercamiento ha sido siempre muy libre y sin dogmas ni prejuicios. Recuerdo entrar en tiendas de discos y buscar, de forma indiferente, un disco de The Velvet Underground, de Julio Iglesias o de Hombres G. Nunca he tenido prejuicios ni celo a la hora de descubrir música.
Usted tiene una visión heterodoxa de la música, poco dogmática.
Para mí es muy importante. A veces se piensa que eso es no tener criterio y yo creo que no tiene por qué, que es casi lo contrario. Me parece que en cualquier expresión artística, y la música lo es, la parte emocional y libre de prejuicios conceptuales o intelectualizados es clave para poderla entender y valorar. Y una cosa no quita la otra, a mí también me gusta mucho la parte del análisis. Pero creo que que hay que ser capaz de descodificar la parte puramente emocional. Es un poco como con los niños: vas a una exposición con un niño y de forma natural, sin tener ni idea de nada, el niño se para delante de ciertos cuadros, con otros se aburre y con algunos se siente evadido. Y saber analizar eso, ponerle palabras, es clave. Y mucha gente creo que lo olvida. Tiene mucho que ver con eso de las ideas preconcebidas sobre lo que está bien y lo que no.
Por ejemplo, reivindica a Julio Iglesias.
Ahí podría hacer dos análisis: uno sería estándar, sobre su figura y lo que representa para la música melódica española, y sobre su repercusión a nivel mundial. Pero eso es lo que ves en todas partes. Luego, hay otro más personal. Hablo de Julio Iglesias porque para mí ejemplifica muy bien lo que seguramente un sector de la crítica entendida y que se interesa por la supuesta buena música te puede decir de él, eclipsando lo que en realidad es: por un lado, es un intérprete muy suigéneris que conviene escuchar con atención. Hay que analizar sin prejuicios las etapas de su carrera. Creo que los primeros discos de Julio Iglesias no están muy lejos de los de otros intérpretes que tienen mucha entidad en la música melódica anglosajona. Recuerdo la primera vez que escuché «Gwendolyne», que es una canción compuso él, y que es una canción que tiene unos grandes arreglos, que está muy bien fabricada y hecha. Considero que despreciarla es algo bastante español, porque, por todo lo que viene de aquellos años, seguimos teniendo complejos. Se debe a que España tiene una realidad política en el siglo XX que condiciona el análisis de los fenómenos culturales de ciertas épocas.
Puede pasar también con Marisol o con Nino Bravo, sobre el que hizo un disco.
Sí, sí. Total. Hoy en día creo que estamos aprendiendo a quitarnos esa especie de manto que hemos ido cargando con el paso de los años. La música popular contemporánea que conocemos hoy en día, en España, nació durante el franquismo. Parece que la gente de la música pop está impregnada de eso, y no somos capaces de hacer un análisis libre. Y el único que a veces se ha hecho desde la seriedad y el respetotiene que ver con expresiones musicales que se rebelaban contra el régimen...
La canción protesta.
Claro. Ahí sí que somos capaces de análisis, y tampoco somos fieles a la realidad, porque en ese estilo había cosas que estaban bien y otras que estaban peor. Realmente la música pop no siempre era ajena al discurso político porque a veces lo hacía de una forma sutil, pero la que no lo hacía parece que tenga que ser rechazara. Le pasó mucho a Raphael, a las canciones de Manuel Alejandro o a Augusto Algueró, que algunas veces ha sido casi menospreciado. Y es porque están asociados a la canción ligera y la canción ligera, por ser aparentemente condescenciente con el régimen, parece que ya no tiene valor.
Pero pienso en Françoise Hardy, en la música yeyé en Francia, donde no hay esos remilgos.
Por supuesto. Creo que ha llegado el momento de hacer un análisis de la música pop europea, de Italia, Francia, Portugal y España. ¿Por qué una canción de la primera época de Françoise Hardy tiene que ser distinta de las canciones que Algueró hacía para mucha gente aquí o de otros intérpretes españoles? Lo fuerte es que hoy en día parece que todavía existe ese menosprecio que no hemos sido capaces de quitarnos.
También ha explicado a veces que la emoción es muy importante para la música popular, quizá no tanto como el virtuosismo.
Sí. A veces hasta he militado en el no virtuosismo. Soy muy capaz de disfrutar y me emociono profundamente con discos muy virtuosos, pero también con los que no lo son. Así que creo que tampoco es algo que nos tenga que marcar el camino de lo que es buena música. En expresiones como la música pop, me parece hasta ridículo que eso sea un elemento que esté arriba en el criterio para decidir si una cosa está bien o no. Evidentemente, una sinfonía de música culta va a ser difícil de llevar a cabo sin una buena ejecución instrumental, pero, en cambio, en una canción de rock, de punk o de pop, a lo mejor no es tan necesario, y sí que requiere una actitud concreta.
Volviendo a Hardy, ella cuenta en sus memorias que un buen cantante no es necesariamente el que tiene la mejor voz, o el que mejor toca un instrumento...
Eso es algo que te dicen muchos cantantes que han sido intérpretes. Hoy en día, nos hemos ido acostumbrando a que un buen cantante es solo eso, un buen ejecutor. En una entrevista donde Julio Iglesias fue preguntado por este tema, él respondió de forma inteligente, con un criterio muy claro: primero, afirmando que él no tenía una gran voz, y que muchas veces se había preguntado por qué tenía tanto éxito y por qué había vendido todo lo que había llegado a vender. Y luego explicaba que era porque él hacía algo más que cantar en el escenario, sin negar el carácter sexual del asunto y de su relación personal con sus canciones. Y es cierto. Una canción tiene que tener contacto emocional contigo. Eso es lo que permite lo que decía Hardy, trascender a nivel interpretativo. Los actores pueden hacer un papel con el que no se sientan identificados, pero tienen que alcanzar un cierto punto de simbiosis emocional. Este tema de la relación personal con lo que haces tiene que ver con la autenticidad. Ser auténtico no es un concepto vacío, sino que tiene que ver con hacer las cosas de manera que emanen del corazón.
Que el músico traslade algo de sí mismo a la canción.
Es muy importante saber relacionarse de forma personal con la canción. En el caso de «La Barbacoa», las personas se preguntarán que qué tipo de engache emocional hay ahí, pero lo cierto es que Georgie Dann a lo mejor ha hecho un trabajo que no podía haber hecho Adele. Adele, evidentemente, tiene un nivel superior, pero quizá ella no sería capaz de interpretar «La Barbacoa» con la misma trascendencia. ¡Mis hijos saben tarear «La Barbacoa» y yo no se la he puesto nunca en mi casa!
¿Qué le parecen el reguetón y el trap?
Lo mismo que cualquier otro género de la historia de la música moderna. Yo aprecio el mismo tipo de génesis, de adhesiones y confrontaciones con respecto a esos géneros que los que suscitaron en su tu tiempo el rock and roll, el punk, el heavy metal, el hip hop o la música electrónica tras la explosicion de la cultura de clubes de finales de los 80 y en los 90. No tengo ningún tipo de opinión distinta. Como género te puedo hablar de lo que a mí me interesa de ellos, y de lo que me disgusta. Lo de decir que es una mierda por incorporar algunos elementos es lo mismo que se decía cuando se escuchaba una guitarra eléctrica o cuando, en lugar de cantar, en el hip hop se rapeaba, o cuando con la música electrónica había gente que decía que eso no tenía ningún valor porque lo hacía una máquina. Hay que hacer análisis más profundos, preguntarse si el reguetón cosifica a la mujer...
Algunas de las críticas más duras vienen, precisamente, del contenido de sus letras.
Hay un error: pensar que todo el reguetón es así, cosa que no es cierta. Hay reguetón mainstream y reguetón underground, por ejemplo. Otro error al analizar este tema es pensar que eso solo pasa con el reguetón, cuando es algo ha pasado toda la vida: los boleros son altamente machistas y cosifican a la mujer, el rock and roll, en sus inicios, cosificaba claramente a la mujer... Es algo que está en la sociedad, producto de un patriarcado que se piensa que los chicos son los que llevan la batuta. No voy a ser yo quien no lo niegue. Pero estoy en contra de de las letras machistas del reguetón de la misma manera que me parecen asquerosas las de los temas de la música pop.
Claro, entramos en el debate sobre si las letras deben ser morales. Al fin y al cabo, reflejan la sociedad en la que vivimos, nos guste o no...
Es así. Es un espejo de lo que hay. No podemos decir: «¡Ay, el reguetón está haciendo que los jóvenes...!». Hemos hablado de lo negativo, pero hay una cosa buena: y es que el machismo es tan explícito en las letras que se puede hablar sobre él con el niño o la niña de 12 de años que lo esté escuchando.
Da la oportunidad de explicarlo.
Para explicarlo y para poner por delante lo lamentable que es. Y reaccionan bastante. Hay una canción, «Bonita», que durante mucho tiempo ha sido la favorita de mi hijo pequeño, que tiene cinco años. Le encanta, la baila y la canta. Y le hace mucha gracia porque el protagonista dice que la chica le llama «payaso». Yo le digo: «¿Y por qué le llama payaso?». Y le explico que le llama payaso porque le ha dicho como ochenta veces a la chica que quiere bailar, estar con ella, y ella le ha dicho que no. Que no le da gana. Hombre, si sigues insistiendo estás haciendo el payaso. Con el trap y con todo esto hay una parte de sobreexposición de la vida callejera, pero que ha existido desde el hip hop. Todo el mundo habla ahora del trap, pero nace a principios de los 90. Ahora, como ha salido del underground al mainstream, ya parece que es cuando empieza a ser peligroso.
Ha sido profesor de historia de la música en el programa Operación Triunfo. ¿Para qué sirve conocerla? Recuerdo que a los alumnos les decía algo muy bonito, y es que la música sirve para ser feliz.
Claro. De hecho, creo que en esa curiosidad por conocer música y por cómo es la génesis de los géneros tiene que prevalecer el afán por encontrar la felicidad. Yo lo he vidido así. Te das cuenta de que no hace falta a estar esperando las novedades de tus grupos favoritos para descubrir nuevas cosas, y por tanto nuevas fuentes de felicidad. Ver de dónde vienen las cosas es una fuente de novedades, en realidad. Se abre un mundo casi infinito para buscar y encontrar semillas para la felicidad.
La historia de la música nos demuestra que ha habido gran cantidad de músicos con talento que no tenían ni referentes ni conocimiento de cultura musical. Parece que ahora les exigimos que la tengan, y eso es un error. Pero de todos modos no está mal tenerla, porque da mucha más seguridad para enfrentarse a todo. Para un joven que empiece hoy, tener muchos referentes musicales, saber explicar lo que le gusta y por qué, le va a sevir para dirigir su carrera artística. Eso sí que lo he echado mucho de menos, en los últimos tiempos, en algunos intérpretes. Creo que en el mundo anglosajón está mucho claro, y creo que es porque han tenido más cultura musical. Así serás capaz de saber qué tienes que hacer y con quién tienes que trabajar.
He escuchado su última canción, «El momento», y he encontrado lo que he sentido muchas veces con su música: ritmo, melodías muy alegres, y, sin embargo, letras tristes.
Lo de ahuyentar las penas a través de la música me interesa, me hace bien, lo hago casi sin querer, porque quizás es la mejor manera que tengo para defenderme. Me he dado cuenta de que es casi sanador poder cantar las penas. Cuando lo hago me provoca bienestar. En cuanto al ritmo, no sé, tampoco es algo en lo que piense demasiado, pero sí que tengo cierta fascinación por las discotecas como lugares que muchas veces son solitarios, y donde la gente se deshace de sus preocupaciones.
Como no tengo un marco comercial claro, puedo ser muy libre y hacer cosas que a lo mejor no son muy aceptadas dentro de la radiofórmula. Y eso me hace gracia: hago una canción que es muy amena, que se puede tararear, y en la que en realidad estoy hablando de una realidad triste, que es la de mucha la gente. Todos tenemos una parte muy triste en nuestra vida, y poder narrarla de una forma llana y natural a mí me va muy bien.
¿Qué podemos esperar de su próximo disco, «La Gran Esfera»?
Es un disco que he grabado como tres o cuatro veces. Lo recuperé hace un año y medio. Cuando una cosa se alarga es una mierda porque entras en una especie de bucle. «La Gran Esfera» es un disco heterogéneo, hay canciones de hace seis años y de hace tres meses. Ahora me he prometido a mí mismo que entre este disco y el siguiente no van a pasar más de un año y medio o dos. También ha sido un tiempo en el que me he dedicado a muchas cosas, como ser padre.
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