Calle 20 [Sp]: How to live making music, Interview
La música está en todas partes. Hablamos con cinco artistas (Guille Milkyway, Julio de la Rosa, Maika Makovski, David Cordero y Miguel Marín) que, aparte de sus propios discos, han puesto su creatividad al servicio del cine, el teatro, la danza o la poesía.
Cuando la música está al servicio de otros lenguajes, tiene que acoplarse a cada medio. «Una de las virtudes de una banda sonora es que sea invisible, que tenga algo mágico. En cada película intento hacer una música única que se pegue como un guante al filme. Trato de que sea algo que no se haya oído jamás, dentro de mis propias limitaciones», nos comenta el músico jerezano Julio de la Rosa, artista inquieto que ha compuesto nueve bandas sonoras, entre ellas Una palabra tuya, de Ángeles González-Sinde; Primos, de Daniel Sánchez Arévalo; La Zebra, del mexicano Fernando León, aún por estrenar; o Ali, de Paco Baños.
Además ha trabajado para televisión, teatro y danza. Para 2013 publica nuevo disco en Ernie Producciones, Pequeños trastornos sin importancia, y edita su primera novela, Peaje. Componer por encargo puede ser estimulante, «darte alas en lugar de limitarte, porque tienes que exprimir la creatividad de algún modo». Acercarse a otros ámbitos te aporta «perspectiva. Aprendes conceptos —confiesa De la Rosa—. El oficio ya lo tenemos dentro, interiorizado. Por eso no creo en las escuelas. Además, la mayor influencia que tienes que tener es la vida», remata. No tiene la misma opinión el sevillano David Cordero, líder de la extinta banda Úrsula y ahora embaucado en varios proyectos musicales (entre ellos, Jacob). Se dedica a la producción, por ejemplo del último disco de los vascos McEnroe, y compuso junto a Carles Guajardo la banda sonora de la película Seis puntos sobre Emma (Roberto Pérez Toledo, 2012). Para él: «En el cine pierdes un poco de libertad, ya que tienes que seguir las imágenes. Son estas las que te marcan todo: tiempo, textura, cambios, intensidades... Es otra manera de trabajar».
El poder de la televisión
Luego están los músicos que no solo trabajan en cine, como Guille Milkyway —cuyo grupo, La Casa Azul, estuvo a punto de ir a Eurovisión con La revolución sexual—, premio Goya a la mejor canción original para la película Yo también. Se atreve con publicidad (Nesquik), televisión (jingles para Cartoon Network, Zona Disney) y ahora teatro junto a Marc Rosich en La dona vinguda del futur, una obra musical menor para público infantil que trata sobre el poder de atracción de la televisión, que se verá en el Teatre Nacional de Catalunya.
«Estoy acostumbrado a trabajar solo, pero al hacerlo de manera colectiva aprendes metodología y aprendes a nivel emocional —declara Milkyway—. Intento permanecer fiel a mis bases o pilares musicales, no ceder a nivel creativo y dar siempre mi parecer. Es complicado vivir de tus propios proyectos. Por eso, optar por hacer encargos es un mal menor. He intentado minimizar lo que no me aporta y maximizar lo positivo». Guille también se posiciona como un icono pop muy particular: «El poder del pop es llegar a todo el mundo. Hago canciones para explicar ideas, sentimientos, no me gusta analizarme demasiado. Y me encanta la sensación de estar al margen de todo».
No es el único que ha optado por el teatro. La mallorquina Maika Makovski (que este año ha publicado su quinto álbum, Thank You For the Boots) se estrenó en ese ámbito en 2011: compuso la música de Desaparecer, obra de Calixto Bieito, basada en poemas de Edgar Allan Poe, donde también recitaba. El experimento le gustó y en 2012 ha repetido con Bieito en Forests, una pieza de Shakespeare sobre la pérdida de la inocencia en la que, además de con la música, se atreve con un pequeño papel. «Salvando la distancia del idioma, los temas de Forests siguen siendo naturaleza humana en su estado más puro», opina Maika. A la hora de definirse, responde categórica: «Tu biografía siempre influye en los trabajos que haces».
Otra de sus pasiones es la pintura: «Soy muy figurativa, me interesan los cuerpos y las texturas. La temática de mis cuadros es muy similar a mis letras. Pienso como Antonio Saura, que decía que “la belleza está en la intensidad”. Si tienes que colaborar con alguien, lo mejor es que hables el mismo lenguaje o que al menos sea complementario». En enero de 2013 se subirá de nuevo al escenario con Forests, en el Teatre Romea de Barcelona. Conocido como Árbol en el terreno musical (su último disco es She Read the Wrong Book, editado por el sello catalán spa.RK), Miguel Marín ha trabajado en múltiples disciplinas. «Me produce interés y curiosidad ver cómo podría hacer sonar algo que me gusta. He compuesto mucha música para danza: las compañías Erre que Erre, Cecilia Colacrai, Teresa Navarrete, Thomas Noone y Víctor Zambrama; y en Gran Bretaña con Decalague, Rambert, y Chamaleon, entre otras».
Pero también ha puesto sus canciones al servicio de obras de teatro, documentales, filmes (Bigas Luna), poesía (Mireia Calafell) y hasta en colaboración con pintores. «Siempre ha sido para descubrir hasta dónde puedo llegar o interpretar estas diferentes disciplinas. De esta manera aprendo cómo trabajan otros artistas y cuál es la visión que tienen cuando crean», relata Marín. Considera que «el músico de hoy en día tiene que ser un artista sin prisa o pretensiones de ser famoso, y que de su música haga su identidad. Me parece importante tener interés por conocer a otras personas, creadores... y estar abierto a colaborar y aprender de ellos».
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