Modernícolas [Sp]: Málaga concert [11-05-2012] review
El viernes por la noche en la Calle Pacífico, cerca de 400 personas fueron engañadas. Así, abiertamente lo digo. Y la culpa de todo la tuvo la cartelería del concierto de La Casa Azul, que estaba equivocada desde un principio:todos pensando que el concierto se daba en un auditorio… ¡y donde realmente nos metimos era una discoteca! El propio Guille Milkyway ya daba pistas de ello en su perfil de Facebook cuando escribió un día antes: “para los que meditaban venir mañana al concierto de La Casa Azul en Málaga, es en el auditorio nuevo, pero la gente estará de pie, no en butacas… por si a alguien le daba palo eso de estar sentado. Creo que es más disfrutable todo saltando y cantando a grito pelado”. ¡Y tanto que es más disfrutable!
Teniendo en cuenta que el título de la canción con la que empezó -Los chicos hoy saltarán a la pista- ya es toda una declaración de intenciones, quedarse quieto escuchando su música es prácticamente imposible. Durante cada tema el público regaba el suelo con litros de sudor producto de los botes que provocan los ritmos rompetobillos. Sólo daba un poco de tregua cuando de vez en cuando el Guille más tranquilo salía del cuerpo del Guille popero y se sentaba al piano, interpretando en formato íntimo algunos de sus temas más reconocidos, como La Polinesia Meriodional, Yo también o Como un fan. El resto, todo era subidón tras subidón. Desde La fiesta universal a Esta noche sólo cantan para mí, pasando por Sálvese quien pueda, No más Myolastán o un genial remix que hizo con temas de su primera época más ligera como Galletas, C’est fini o Siempre brilla el sol.
Pero no sólo de música vive el hombre. Lo que hace de un concierto un auténtico espectáculo es lo que se añade a lo esencial, y en el caso de La Casa Azul es una imagen muy mimada que añade el toque tecnológico tan presente en su esencia. A modo de telón en el fondo, una gigantesca televisión formada por 16 pantallas proyectan toda una sinfonía de colores e imágenes que ilustran perfectamente cada canción de diferentes maneras. Puede servir como una aplicación interactiva con la que Guille pueda jugar, o como un karaoke gigante para canciones como Chicle cosmos o El momento más feliz. También para proyectar impactantes imágenes o una mujer que haga las veces de segundas voces -a la que Guille le iba poniendo el micro- como enLa vida tranquila, o más explicativas como en Cerca de Shibuya o en Terry, Peter y yo. O simplemente, para reivindicar la psicodelía a través de luminosas formas que se muevan sincronizadas con cada uno de los beats o hasta con los movimientos del cantante.
Porque siempre frente a ella, flanqueado por dos músicos ataviados con sus correspondientes cascos y gafas futuristas, estaba la auténtica razón de ser de La Casa Azul: Guille Milkyway. Todo él en sí mismo es un one man army, capaz de componer músicas y letras, hacer arreglos instrumentales, cantar, tocar el piano o la guitarra. Pero por encima de eso, Guille tiene algo más: esa aura propia de un Superstar que recuerda mucho a aquella ópera-rock que narraba la semana de pasión de Jesucristo, y que llega a su máximo esplendor en el momento en que hace sonar la percusión de La niña más bonita, mientras que a su espalda entramos de lleno en un viaje que nos lleva desde el atardecer de la playa a la noche más cósmica. Y es que lo malo de salir de un concierto así es la sensación de pensar que aunque podrías seguir la fiesta y trasladarte al centro, ya ningún viaje sería lo mismo sin él. A raiz de verle en directo, ¿qué quieres que te diga?, a mí lo que de verdad me gustaría para correrme una buena juerga es llevármelo a mi casa a pinchar en vez de dejarle que se quede en la suya. Vale que no está pintada de color azul, pero un platico de comida no le iba a faltar nunca en la mesa. Ese jornal desde luego se lo ha ganado. -Edu Centeno
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