Musiqueando [sp]: Concert in Madrid review, Ocho y Medio (Sala But), 23 and 24 March
Crónica La Casa Azul - Madrid Sabádo 24 de marzo
El sábado, la sala Ocho y Medio de Madrid se llenaba de fans de La Casa Azul en el primero de los conciertos programados en la capital como parte de la gira de La Polinesia Meridional y Guille Milkyway sabía que tenía que darlo todo.
Todo por la tribu pop. Eran los incondicionales y él lo sabía. Los que habían agotado las entradas y obligado a programar otra cita para el día antes, los que llevaban esperándole meses, años, desde que sacara aquel vídeo de las divinas inyectándose fluido rosa. La misma tribu que hizo de su álbum Trending Topic en Twitter y luego se lanzó a la tienda a comprarlo. Más allá del cansancio de la velada anterior, de la incipiente afonía, de la presión, tenía enfrente a los suyos y no les falló. Dos horas de espectáculo ininterrumpido y sesión de DJ hasta casi las tres de la mañana con Luis Elefant como relevo. Como para no quererle.
Dos androides le precedieron en un escenario en el que no se había dejado ningún cabo suelto, en el que todo tenía un sentido: veinte pantallas sincronizadas y visuales cronometradas para acoger cada tema cuadraban el círculo de esa melomanía friki tan Milkyway. Los chicos saltarán a la pista arrancaron los gritos de una sala repleta en la que los fans -capaces de corear clásicos como Chicle cosmos o Cerca de Shibuya sin respirar- eran mayoría. Milkyway les regaló todos los temas de su último trabajo, su particular versión de Take on me de Aha y también imprescindibles como El momento más feliz, No más Myolastán o Esta noche sólo cantan para mí. La tribu, que terminó afónica y echó de menos que las repitiese en algún bis se llevó para el recuerdo los acústicos de La Polinesia Meridional y Yo también así como el homenaje al maestro radiofónico Juan de Pablos con Me gustas y Por si alguna vez te vas. Versiones softs, casi desnudas, que demostraron que las letras de La Casa Azul tienen su retranca y que enganchan no sólo en la pista de baile sino también emocional e irremediablemente.
Sólo para entendidos y/o cotillas, el momento de mayor intimidad de la noche vino de la mano de La vida tranquila, en la que, guitarra en mano, Guille se marcó un dúo virtual junto a la proyección de Silvia Sanz, su compañera en la vida real. Les seguirían los dibujos de Gregorio Soria para presentar Superguay y recordar aquella primera Casa Azul de actores angelicales y las imágenes de las viejas glorias de Eurovisión animando el estribillo agridulce de Europa Superestar.
Ya visiblemente exhausto por el calor de la sala, el público se preparó para el primer final de la mano de las sugerentes playas que arropaban a La niña más bonita. Le seguiría el primer bis que los menos entendidos llevaban toda la noche esperando, La revolución sexual. Para entonces, el desvencijado cartón de un metro con la palabra TEMAZO ostentado por una pandilla entusiasmada ya se había levantado más de quince veces.
"No me había pasado nunca, pero no me quiero ir", asumía Milkyway desde el micrófono sentándose de nuevo para protagonizar uno de los momentos más emocionantes del concierto: cuando todo el público prestaba su voz para corear, de principio a fin, la letra de Como un fan. Todo un himno para esta tribu irremediablemente pop. Con las luces ya apagadas la gente quiso más, sabía que falta algo, algo fundamental. Guille, Guille, Guille. Y como nada es casual en este proyecto, tenían que ser ellas, las pérfidas, la divinas adictas al fluido rosa, que las que pusieran el punto final a la sesión. Todas tus amigas se convertía en el cierre de un concierto memorable y confirmaba que el proyecto pop de Milkyway tiene poco de circunstancial. Sudada y agotada de tanto salto y tanto grito, mucha de la tribu acompañó su sesión hasta la madrugada y se quedó mezclada con el público habitual de la sala. ¿Qué se siente al ser tan joven? Se les oía preguntar.
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