Vanity Fair [sp]: Concert in Madrid review, Ocho y Medio club (Sala But), 23-24 March 2012
Concierto: Y Guille Milkyway no sucumbió
Guille Milkyway estaba afónico y no se le entendía nada cuando hablaba dirigiéndose al público. Era sábado por la noche y estábamos en el segundo concierto de La Casa Azul en dos días seguidos (dos actuaciones en el Ocho y Medio por ‘La polinesia meridional’, su nuevo disco, para los que estaban todas las entradas vendidas desde hacía meses) y él ya lo había dado todo la noche anterior: más de dos horas de entrega popera con sus fans. Así que el sábado tenía menos voz. Y, sin embargo, se entregó más todavía. Y no, no sucumbió.
‘Sucumbir’ fue el primer TEMAZO que tocó, al menos según quien esto escribe y según uno de los asistentes, que llevaba una pancarta para alzar y destacar lo que él considera que son canciones redondas. ‘Y me perturba el deseo de tener otra vida / más tranquila / más ajena al bullicio y al gris devenir bipolar’, cantaba Guille, que ya ¡no se olvida de sus propias letras en los conciertos! y ya no se parapeta tanto en actores o androides ni detrás de órganos musicales enormes, como hacía antes para sobrevivir a su propia y confesada timidez.
“Lo importante es que la timidez no se adueñe de mi vida, no me frene a hacer cosas”, dice Guille, y por eso ahora baila de pie en el centro del escenario, como si tratara de transmitir el recado de otro de los TEMAZOS, precisamente el que cantó a continuación: “Deja que se rían, déjales pavonear… Que te juzguen sin parar /que te critiquen como fieras / Déjales que se entretengan pues no tienen nada más /ni te molestes en hacerles de rabiar / Ellos no podrán jamás / probar la pócima esencial / Vivir la fiesta universal).
El espectáculo visual y los androides y los actores que acompañan su show siguen siendo esenciales en su propuesta estética, por supuesto, pero el protagonista absoluto, desde que en el anterior disco decidió salir del escondite, es él, como debe ser y no podía ser de otra manera, puesLa Casa Azul es Guille Milkyway. Con ‘La polinesia meridional’, disco que muchos consideran el mejor del pop español de los últimos meses, Guille continúa apostando por “el escapismo y la evasión” como medios dignos y defendibles para salvarnos de algunos de los problemas que evidencian las dificultades del mundo. Él considera la música “como una medicina” que podemos usar para exorcizar nuestros angustias y miedos, provocados por “el declive general que nos rodea”.
De hecho, ahí están las claves secretas del inicio de este grupo: “Surgió de un fracaso amoroso que me llevó a escribir una canción que hablaba de lo que uno siente cundo es despreciado por alguien. En un momento de mi vida en el que mi estado de ánimo estaba muy bajo, La Casa Azul surgió como una forma de escapar de la realidad, como venganza contra lo mierda que puede llegar a ser la vida”, me contó Guille Milkyway, que dice que lo de calificar según qué música (la suya, por ejemplo) como blandipop “demuestra una falta de cultura musical porque en la historia del pop, realmente, el lenguaje utilizado siempre ha sido muy directo y sentimental. Y para mí no es blando explicar los sentimientos tal y como salen desde dentro, ni tampoco decir a alguien te quiero”. Y es que él defiende “la emoción y la falta de prejuicios” a la hora de escuchar y de hablar de música y de vivir la vida. “La gente todavía está reprimida y siguen existiendo muchísimos tabúes. Estamos muy lejos de la utopía de una vida sin represión”.
Pero sigamos con lo que nos toca: el concierto. Después de La fiesta universal llegó otro temazo (según el chico de la pancarta y según los saltos y gritos de los fans), ‘El momento más feliz’, una de sus canciones preferidas del anterior disco (“es un tema supertriste porque reflexiona sobre cómo la felicidad, tal y como nos la han contado, no existe: sólo existen esos pequeños momentos felices, lo demás es mentira”, me contó Guille hace unos años) y para entonces el cronista que esto escribe ya decidió encasquetar su cámara y su libreta a la chica del ropero y dejarse llevar por el concierto, un concierto en el que el buen rollo y la efervescencia iban pasando de mano en mano mágicamente. A la media hora, allí todo el mundo estaba alegre y arrebolado. La gente estaba FELIZ.
El concierto continuó, se elevó aún más cuando rescató una de sus mejores canciones de los primeros discos, y aún más cuando sonó otra de las mejores del nuevo disco, y terminó más alto todavía, en los bises, con ‘La revolución sexual’, esa canción redonda que dio título a su anterior disco (“Túuuu, que decidiste que tu vida no valía, que te inclinaste por sentirte siempre mal, que anticipabas un futuro catastrófico, hoy pronosticas la revolución sexual”) y con la que llegó a presentarse a Eurovisión en este país nuestro en el que a veces somos tan listos como para lo que hicimos: descartarle a favor de esa broma pesada que fue Chikilicuatre.
Después muchos asistentes continuaron la fiesta en el Ocho y Medio (Sala But), donde Guille Milkyway hizo de DJ estelar junto a Luis Elefant y Luiliminili pero otros asistentes, empujados por el remolino triste y alegre de La Casa Azul, se dejaron llevar por la noche madrileña, hasta que ya muy tarde y en otro lugar sonó, como la bonita metáfora que corona una noche perfecta, un último temazo: ‘Gritando amor’, de Fabio McNamara. Seguro que Guille Milkyway se la sabe de memoria.
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