Notodo.com [sp]: Review "La Polinesia Meridional"
La Casa Azul
La Polinesia Meridional
El hedonismo y la purpurina soft con las que Guille Milkiway lleva rociándonos a conciencia desde hace casi diez años no encuentran punto y final en La Polinesia Meridional, ese paso a la madurez ochentera y discotequera que, en un alarde de evolución y de viraje hacia una canción pop universal, adult(er)a, motownera y febril que, introduce severos ramalazos de new wave romántica, croonerismo en altas capas y reformulaciones de la música disco-funky más positiva y fiestera. Si Milkiway consiguió la atención de cierta parte de la masa española con aquel postulado de lenguaje ambiguo y sonido polivalente que fue La Revolución Sexual (a un pasito de ser disfrutado en Eurovisión), por su Premio Goya a la mejor banda sonora original por Yo, También o, previamente, aquel hype místico que fue el Amo a Laura para aquella campaña paródica impulsada con MTV, con La Polinesia Meridional el músico barcelonés lanza una proclama necesaria y obligada hacia el pop de masas de entre finales de los años ’70 y principios de los ’80 bailado por Tony Manero pero, a su vez, un auténtico revés a las producciones de pop plástico estatal, elevando a La Casa Azul como el gran proyecto de pop universal de nuestro país y La Polinesia Meridional como, a buen seguro, uno de los (como mínimo) tres mejores álbumes de este año.
Esa actitud de eterno adolescente superdotado con la que Guille Milkiway coge papel, lápiz y Cubase para componer nuevas canciones es la misma que logra colocar a chavalada, amantes del electro pop más retro y poppys de las épocas más distantes en un espacio a medio camino entre Cortilandia, Club Disney, un dj set en el Ochoymedio, Fiebre de Sábado por la Noche y los discos de Barry White y Soft Cell. La Polinesia Meridional, el regreso de La Casa Azul con nuevas canciones tras el exitoso La Revolución Sexual y los escarceos en bandas sonoras o reformulaciones de repertorio mítico e inédito que fue La Nueva Yma Sumac: lo que nos dejó la revolución, es una fábrica de hits que huele a grandes éxitos: emociona, nos lanza a la pista de baile, nos entrega estribillos instantáneos, inmediatos y atemporales y logra enamorarnos por enésima vez. Probablemente la universalidad e inmediatez que nos conquista inmediatamente sea como causa y/o consecuencia del efecto globalizador de su producción: sin sonar ni amateur ni envidiar en prácticamente ninguno de sus flancos limitaciones ni excusas por las que catalogar a Milkiway como un “productor español”. Utiliza un método de producción influido claramente por producciones de los ’80 pero con unas orquestaciones más propias de artistas de la Motown (los Jackson 5 o The Supremes, sin duda) o nombres propios como los de Marvin Gaye, Stevie Wonder, Quincy Jones o vertientes más renovadoras del sonido disco-funk como Jamiroquai o Prince: centraliza las canciones en torno a una base de graves que predominan por encima de la voz (como hacía antaño Michael Jackson en sus discos: si no, escuchad Billie Jean) pero incorporando programaciones electrónicas que amplifican y transforman en ñu disco o italo-disco piezas de pop universal. Tan sencillo como fino.
Así es como canciones como la que da título al disco parece el cruce perfecto entre la voz de actitud sexy de Barry White ; Sucumbir o ¿Qué se siente al ser tan joven? escogen un método rocker centrado en bajos, coros, armonías y electro pop chicle que parece haber sido consultado a Pet Shop Boys y Chic a la vez; Europa Superstar es una declaración de intenciones y una auto-nominación a la representación de España en Eurovisión; La Fiesta Universal y Los chicos hoy saltarán a la pista escoge el funk-soul más veloz (sobre todo esta última, con unas bases rítmicas ultra veloces, casi de drum’n’bass y unos vientos que llenan toda la canción); o Todas tus amigas (ya conocida) o Colisión permanente son una fiesta coreable e infinita (el ¡red lights, red lights! de la segunda es para enmarcar en una atractiva disco). Una fábrica de hits, una máquina productiva que debería comenzar a verse en otros grupos (veremos si Guille se anima con Papá Topo y otros ejercicios de pop) y la respuesta estatal a las viejas producciones de éxitos sin tener que reducir esas influencias a merodeos de subterraneidad indie como los que El Guincho pone en práctica. Enorme.
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