Black Liner Magazine [sp]: "La Polinesia Meridional" review
La Casa Azul – La Polinesia Meridional
La melancolía siempre ha sido un elemento inseparable y casi necesario para entender la sensibilidad más evidente del pop como género musical, sí, pero también sociológico. Las gafas de pasta, moda y peinados característicos, imágenes entre surrealistas y encantadoras repletas de referencias artísticas de toda índole son el lado más tópico y superficial, el sistema para identificar y, automáticamente, situar a un individuo dentro de una moda que, digámoslo de una vez, es más universal que cualquier otra. Porque el pop esconde la esencia de las cosas que nos rodean, la capacidad para ser cursi sin necesidad de dar explicaciones ni esconderse, la válvula de escape de un mundo oscuro y gris que, por arte de magia (melódica) se llena de arcoíris, chicle, bicicletas de colores y atardeceres con tocadiscos y “las sonrisas más bonitas”. Guille Milkyway, el hombre tras La Casa Azul, es con total seguridad, el compositor más capacitado para dar muestra de todo esto, algo que queda demostrado, una vez más, en su nuevo y esperadísimo disco, ‘La Polinesia Meridional’.
Lo que en otros es ejercicio de estilo y falsa postura de ‘chico melancólico que canta canciones pop’, Milkyway suena honesto y sincero, ayudado por una inocencia innata que alcanza mayor grado de encantamiento cuando se enfrenta a los ataques de rabia y seguridad. Por eso funcionan tan bien canciones como ‘¿Qué se siente al ser tan joven’, ‘Sucumbir’ o la titular, porque nada suena artificial, es imposible no creer lo que se está contando, tan normal como especial. En cualquier caso, ‘La Polinesia Meridional’ ahonda en el declive general, en la destrucción del mundo al que cada persona da forma a su alrededor, en definitiva, el pesimismo, un terreno al que parecía dirigirse la obra del artista barcelonés que, sin embargo, y pese a que los ejemplos son más que evidentes (‘Europa Superstar’, ‘Sálvese quien pueda’), Milkyway esquiva el discurso apocalíptico con resquicios de luz y escapismo, el otro protagonista temático del disco, como demuestra con especial inspiración ‘Una mañana’ y ese himno generacional en potencia que es la inicial ‘Los chicos hoy saltarán a la pista’. Pero, más allá del contenido, está el envoltorio y, en eso, La Casa Azul sigue siendo una auténtica fiesta de referencias pop (‘Terry, Peter y yo’, el equivalente masculino, en cuanto a artistas se refiere, del clásico ‘Esta noche solo cantan para mí’), un parque de atracciones donde la música disco, techno, rock y electropop se combinan con el mismo descaro e inteligencia que a lo largo de toda su carrera. En esta ocasión, por supuesto, no faltan las canciones cien por cien Casa Azul como el single ‘Todas tus amigas’ y ‘La vida tranquila’, una absoluta joya en la que Milkyway se enfrenta, primero, a la rutina y, después, a la voz de su subconsciente en un ejercicio melódico abrumador. Sin embargo, ‘La fiesta universal’ y, especialmente, ‘Colisión Inminente (Red Lights)’, son los principales aspirantes a convertirse en clásico instantáneo, pasando a formar parte de la larga lista de éxitos creativos de La Casa Azul.
‘La Polinesia Meridional’, se puede entender de dos formas. Por un lado, la más sencilla y evidente de todas, como una nueva colección de temas superlativos, monumentos a la melodía a la altura de quién los firma. Por otra parte, podemos ir más allá y entender este trabajo como el reflejo de una personalidad honesta, una máquina del tiempo que Milkyway utiliza para escapar, en cierta medida, de todo el ruido que le rodea, la inseguridad y melancolía que inunda las mejores letras de su carrera. No parece complicado ver su forma de ser en todas las canciones, espejos de los temores y pasiones de un artesano de la canción genial y admirable, un tipo que escribe sobre sí mismo para hablar de todos y cada uno de nosotros. Porque, no nos engañemos, todos hemos necesitado alguna vez creer en Shibuya, comer chicles cosmos y envidiado a ese chico/a superguay. El mundo puede derrumbarse a nuestro alrededor pero, en algún rincón, anda escondida esa niña tan hermosa que le ha salvado del pesimismo a Guille Milkyway en esta ocasión. ¿Su nombre? Pop, claro.
Alberto Frutos
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