La Casa Azul
Noticias Gipuzkoa [Es]: Reseña concierto Festival Donostikluba [6-10-2012]
Pequeño gran festival
TODOS los años -no hay más que revisar la hemeroteca- el Festival San Miguel Donostikluba ofrece grandes imágenes para el recuerdo. Instantáneas que confirman la incomparable esencia de un certamen que sus impulsores definen como "el más cercano, pequeño, humano y emocionante de la ciudad". No exageran. Antes ya retratamos a los miembros de Sidonie bajando del escenario con todos los instrumentos para tocar entre el público. También captamos el instante en el que tras una desgarradora actuación en solitario, Damien Jurado estrechaba las manos de los asistentes situados en primera fila. Este año, la foto que encabeza el resumen del festival la protagonizan Guille Milkyway y Thalia Dorronsoro, una llorosa mexicana de antepasados vascos que invadió el escenario y se sentó en las rodillas del músico. Este no dejó que el personal de seguridad se la llevara y juntos cantaron la muy apropiada Como un fan, ratificando así la genuina cercanía del certamen.
El de Milkyway con La Casa Azul fue, sin duda, uno de los conciertos más memorables de esta edición. Su pop juguetón, luminoso y vitalista consiguió convencer incluso a los más escépticos, a esos que reducían su propuesta a un producto almibarado y naif. Algo de eso hay, claro, pero el catalán sabe conjugarlo con un rotundo show de imaginería futurista, mil y una referencias a la cultura popular y un apabullante derroche audiovisual de pantallas y luces. Y todo ello sin que el despliegue logre eclipsar el poder de la melodía.
Esto sucedía el sábado noche, cuando también sonaron en Gazteszena el funk-rock dislocado de los pasaitarras Anai Arrebak y la ininteligible propuesta de los pamplonicas Reina Republicana, a cuya cantante no se le entendía ni papa. Antes, el Teatro Principal, lugar que nunca nos cansaremos de reivindicar como espacio de conciertos, acogió tres citas. Daniel Martin Moore y Joan Selley ofrecieron un recital de ecos sureños; pese a presentarse sin instrumentos ni arreglos, el californiano Rey Villalobos sobrecogió al personal con su desgarradora voz; mientras que el sueco Kristian Matsson, The Tallest Man on Earth, facturó un folk rock sobreactuado que hizo las delicias de su legión de adeptos.
Si continuamos este sucinto repaso hacia atrás, recordamos el viernes como un gran día. Desligado de The Sunday Drivers, Jero Romero inauguró la noche con un estupendo concierto que mezcló fiereza eléctrica y delicadeza acústica. El gran tirón de público hizo pensar que tal vez habría sido mejor colocarlo detrás de los zaragozanos Tachenko, cuyo pop solvente pero normalito pasó un tanto desapercibido. La electrónica oscura e hipnótica de Pegasvs habría encajado mejor al final, pero resultó un gozoso divertimento. En cambio, los cabezas de cartel, los británicos The Wave Pictures, causaron división de opiniones entre quienes les veían por primera vez y disfrutaron de un espectáculo sencillo pero perfecto en su concepción rítmica y melódica, y entre quienes les atacaron por estar ya muy trillados y por haber caído en un exceso de virtuosismo. Los indies -ya se sabe- no son muy amigos de solos y punteos...
El festival había comenzado un día antes, el jueves, con dos interesantísimos grupos locales: Naica (Hondarribia) fusionaron distorsión guitarrera con melodías de clarinete y flauta travesera, y McEnroe (Getxo) desplegó toda la emoción contenida en un manojo de canciones maravillosas. Cerraron la inauguración los londinenses Fanfarlo, que quizá sonaron un poco blandengues con su pop adornado con violines, trompetas y un saxo un tanto extemporáneo.
Un año más -y van siete-, Donostikluba ha seducido a un entregado público que sabe disfrutar de un festival pequeño en su formato pero enorme en emociones musicales.
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