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10/08/2012

El País [Es]: Artículo-entrevista Festival Sonorama



 

Reservas y crianzas del pop español

Tres generaciones analizan el buen momento de la escena

El Sonorama reúne en su 15º aniversario a lo mejor del género en torno al rock y el vino de Ribera

 

 

Quieto todo el mundo. Es un momento de reflexión nada más. El lechazo puede seguir tostándose en el horno y el vino de Ribera respirando en la copa. Ahora que se cumplen 15 años desde que a un grupo de amigos se les ocurriera crear en Aranda de Duero (algo más de 30.000 habitantes) Sonorama, un festival de rock en español en torno al vino, es decir, aprovechando el empaque que dan las efemérides, ¿a nadie se le antoja inquietante que durante cuatro días la alegre muchachada moderna abandone sus dejes urbanitas y se entregue a este ritual sin despeinarse? Y los grupos españoles, ¿qué? Peregrinan en pleno agosto hasta esta zona ribereña con el convencimiento de que entre vides se encuentra algo parecido a ese sentimiento acogedor de “estar en casa”.

 

En busca de respuestas, juntamos a varias generaciones de músicos para hablar del pasado, presente y futuro del pop español. Desde los tiempos del rock de Malasaña a finales de los 80 de Sex Museum (banda fundada por Fernando Pardo, que hoy viene como miembro de Corizonas) hasta los novísimos We Are Standard, líderados por Deu Txakartegi y uno de los productos musicales españoles más exportables. A la convocatoria acudieron Lluvia Rojo y sus compañeros de No band for Lluvia, en pleno proceso de recuperación de su concierto del jueves; Javier Vacas, Roberto Lozano y Javier Vielba —de Corizonas, que sale de la fusión de las bandas Coronas y Arizona Baby—; y Guille Milkyway (La Casa Azul). Todos ellos se zambulleron entre barricas en la bodega Neo, propiedad de Javier Ajenjo, ideador de Sonorama, que este año cuenta en su cartel con más de cien bandas y espera superar los 40.000 asistentes.

“Este festival tiene un nivel de distensión y relax que recuerda a lo que en un momento fue el FIB”, dice Guille Milkyway. Le verán en una esquina de la foto, seco, sin zapatillas ni calcetines, la única concesión que ha hecho al fotógrafo. “Parece que no me conocéis, soy la sosería en persona, no valgo para estas cosas”, se excusa ante la efervescencia acuática de Lluvia Rojo y los suyos (el ímpetu era tal, que llegó a parecer el Gran Prix). “Todo es muy cómodo y sobre todo muy organizado, perfecto para mi mentalidad de controladora compulsiva”, cuenta la también actriz Rojo.

La Casa Azul trajo anoche a Sonorama su nuevo espectáculo teatral con el que están presentando por primera vez su último disco, La polinesia meridional. “Ahora sentimos como algo natural salir a tocar”, confiesa Milkyway, “es una manera de desacomplejarse, además, actuar poco no es económicamente sostenible en este momento”.

De eso también sabe Lyndon Parish, guitarra rescatado de Sunday Drivers por No band for Lluvia: “Este año está siendo muy duro, en especial para las bandas nuevas”. Con cierto halo de nostalgia recuerda a su antigua formación, “si siguiéramos ahora, con el público que habíamos conseguido, las cosas serían diferentes”.

Deu Txakartegi de We Are Standard empezó la mañana como un pincel y acabó con el tupé para atrás y los pantalones cortos de un colega en mitad de la piscina. No fue el único: Javi Vacas, que comenzó a mediados de los 90 en esto con Vacazul y era muy reticente al chapuzón —“por favor, tengo una prueba de sonido en 10 minutos”— acabó en el agua, eso sí, como un señor sobre un taburete. Fernando Pardo, el más veterano, se sentó en el suelo. “Llevamos en esto desde mediados de los ochenta y siempre elegimos el camino independiente como buenos adolescentes cabezotas, la diferencia ahora es que aunque no está el filtro de las grandes discográficas, lo complicado es trascender”.

Difícil, pero no imposible. We Are Standard presentaban su tercer título, en el que queda claro que la influencia anglosajona de bandas como Primal Scream va más allá de cantar en la lengua de Shakespeare. De hecho, el periódico británico The Guardian les dio la bienvenida en un artículo como a los salvadores del pop español. “Existe la creencia de que fuera a las bandas se las trata como si fueran dioses, pero la realidad es que aquí nos tratan mucho mejor”, asegura el cantante. “No creo que todo dependa del idioma, se buscan elementos más exóticos o ciertos rasgos comunes con el sonido de fuera”.

La hora apremia y en la plaza del Trigo, en mitad de Aranda, Sidonie mantiene en pie la resaca del personal con un concierto de versiones. Aprovechando la apretada agenda del resto de las bandas, sacamos a Marc Ros, cantante del grupo catalán, de la bodega-camerino donde ha ido a reconstituirse después de la farra que ha montado con sus compañeros a las 14.00. “Este es el único festival que pone al mismo nivel a las bandas extranjeras y las españolas”, cuenta en una terraza del pueblo entre foto y foto con todo tipo de sonorámicos —dícese de los que acuden a este festival—. “¿Por qué un grupo con una X en el nombre tiene que estar más grande en un cartel cuando todos sabemos que Lori Meyers atrae más gente?”. Sidonie repite hoy en el escenario principal del festival.

Ros está convencido de que la historia del rock y el pop en español vive su mejor momento —“arrastramos a más gente que nunca”—, pero se muestra igual de seguro con lo que está por venir: “Se acabó cerrar cinco noches Razzmatazz como han hecho Love of Lesbian o la Riviera Vetusta Morla, terminaremos tocando en casas por cuatro duros o contribuyendo a la fuga de cerebros de camino a América Latina”. Aún así la escena emergente se bate el cobre en la carpa del recinto en busca del pase VIP a la zona alta de la tabla. Anoche, afinaron sus guitarras en el espacio reservado a los emergentes bandas como The Monomes o Ruidoblanco. Los primeros dedicaron uno de sus temas a las víctimas de la matanza de Aurora; algunos de ellos estudian en EE UU, país que inspira sus composiciones.

Medio aclarados los interrogantes, sin olvidar la mirada acechante del IVA que hará temblar un poco más los endebles mimbres de la más que maltrecha industria musical, que rujan las máquinas otra vez. Sigue el Sonorama y en esta edición de puesta de largo están dispuestos a todo, por lo que pueda pasar.


 


 

 

 

 

 

 

 

 

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