La Casa Azul
Granada Hoy [Es]: Entrevista "La Polinesia Meridional"
"En La Casa Azul lo más festivo convive con lo catastrofista"
Guille Milkyway está de vuelta a la carretera y esta noche le toca hacer parada en Granada para "celebrar" con su público el buen estado de forma de sus canciones
Guille Milkyway, el músico que puso a bailar a todo un país apostando por la llegada inminente de unaRevolución sexual, llega esta noche a la sala Industrial Copera con las canciones de La Polinesia meridional, un álbum en el que la línea que separa lo alegre de lo oscuro es prácticamente invisible y que reivindica el poder del músico de hacer grandes canciones.
-Llevaba ya tiempo sin dejarse ver por los escenarios, ¿qué tal le está sentando la vuelta?
-La verdad es que esta gira ha empezado muy bien, y eso que tenía un poco de miedo porque hacía cuatro años que no tocábamos y hemos replanteado todo lo que es la puesta en escena de una forma bastante radical. Por primera vez no estoy solo en el escenario, sino que somos tres, y hemos expandido mucho el tema visual. Aunque estamos casi arrancando, la cosa está bastante consolidada y la respuesta de la gente está siendo muy eufórica. Estamos más seguros y, aunque el directo es algo que me cuesta mucho y de entrada no lo llevo demasiado bien, me estoy encontrando al menos más suelto.
-¿Es buena la sensación de sentirse por primera vez en compañía encima del escenario?
-Sí que lo es... El hecho de subirse a un escenario siempre puede resultar algo un poco alienante. Quizá en salas pequeñas no pasa tanto, pero en lugares grandes como festivales se da una situación muy rara, en la que te parece que no vives las cosas de una forma muy real. En mi caso, el proceso compositivo y de grabación convergen en una sola realidad, que es el estudio, y que es un lugar muy íntimo. El siguiente paso es vivir cómo ese mismo proceso se desarrolla en un lugar como el escenario, que es el polo opuesto. Estar solo incrementa esa sensación alienante, así que tener gente alrededor en el escenario ayuda. El resultado sonoro no cambia mucho, porque la puesta en escena del grupo mantiene ese punto artificioso, teatral y de fantasía que siempre se ha visto. Mi objetivo último en los conciertos es que el protagonismo lo acaben tomando las canciones y disfrutar de esa especie de celebración colectiva de la canción que se da en los directos.
-¿Los músicos entonces tienen su punto exhibicionista o sería más bien una necesidad de psicoanalizarse?
-Sé que no es muy glamouroso decirlo, pero cuando me planteo escribir canciones, la única manera que se me ocurre de hacerlo es intentando sacarme de encima mi ansiedad y mis miedos. Es lo que haría uno cuando habla con un amigo: contarle las cosas para liberarse de ese peso. Escribir canciones tiene ese punto de sacar fuera tus miedos, pero claro, eso al final lo va a escuchar la gente y se convierte en una sensación parecida a la de ir al psicólogo a lo bestia. La sensación cuando escribo una canción así respecto a cuando la toco en directo es radicalmente distinta; en un momento he estado muy al límite de mis sentimientos y cuando la canto en directo se le da la vuelta a todo. En La Casa Azul se da una sensación ambivalente entre lo muy festivo y los contenidos catastrofistas, la sensación al estar en directo es un poco bipolar.
-Nos tiene a todos un poco preocupados con eso de que se empieza a sentir tan mayor que ya ni se acuerda de lo que se siente al ser joven...
-No es que me sienta especialmente mayor, pero el devenir, el tiempo que no cesa, se me hace algo complicado de interiorizar; seguramente no tanto por estar perdiendo la juventud como porque es algo incontrolable...
-Mire el lado positivo, ahora tiene hasta los 50 para seguir entrando en la categoría joven...
-Sí, aunque creo que eso es algo que nos decimos a nosotros mismos para llevarlo mejor...
-¿Usar melodías tan festivas y alegres sirve de escudo para hablar de temas más intensos y oscuros?
-Es obvio que esa ambivalencia existe en La Casa Azul, pero no es algo buscado, lo hago porque no sé hacerlo de otra manera. En la historia de la música siempre me ha gustado ese tipo de contrastes. La transparencia del mensaje y de lo directas que se dicen algunas cosas va al margen de lo festivo, eso sí que es una decisión de estilo. En este disco he hecho un esfuerzo por llevar bastante al límite la simplicidad en el léxico, el tipo de ideas, la transparencia de los mensajes y la cosa costumbrista. Una canción directa y sencilla no tiene por qué implicar simpleza de contenido. Para este disco quería trasladar a las canciones la naturalidad que tienen las conversaciones pequeñas pero con mucha carga emocional.
-Detrás de este grupo se nota que hay mucho conocimiento de la música que se ha hecho antes... Con tanta información, ¿es muy difícil encontrar una voz propia?
-Uno puede escuchar mucha música porque sea un apasionado de la música, pero eso no hace que te expresas mejor ni peor... Las influencias que tú tienes en un proyecto determinado no son todo lo que has escuchado. El único punto donde tengo claro que he forzado la máquina y que es una seña de identidad del grupo es el no tener prejuicios, el huir de la ortodoxia y del dogma, y eso es un pilar tanto del grupo como lo es en mi vida. El hecho de dar por sentado que hay cosas grandes y pequeñas, buenas y malas, anula casi tu propio criterio. El arte conlleva una carga emocional tan fuerte que uno no puede racionalizar e intelectualizar en exceso porque no se cumpliría su objetivo.
-¿Cómo entiende la relación amor/odio que se vive en este país con la electrónica?
-Después de tanto tiempo hay mucha gente que piensa que si haces electrónica es porque tienes un ordenador al que le aprietas un botón y salen las cosas solas, pero si tocas una guitarra es porque tienes mucho talento interpretativo. No se trata de ser más o menos moderno, sino de asumir que hay ciertas herramientas y que todas son válidas para expresarte artísticamente. En La Casa Azul dejamos muy claro desde el primer momento la ausencia de prejuicios y nuestro público sabe que todo puede suceder.
-¿Abruma a un músico el poder que puede conseguir una canción como La revolución sexual que, de repente, se puso en la boca de todo el mundo?
-Bueno, tuvo un éxito relativo dentro del sector más o menos pequeño de la gente a la que le gusta la música. El éxito a estos niveles es algo que siempre tienes bajo control, lo diriges tú y es muy difícil que se te escape de las manos. Llegó a mitad de la carrera del grupo y la verdad es que nos sentó muy bien.
-¿La publicidad le ayuda a hacer de sus canciones un producto adictivo?
-Son dos facetas que distingo. Hago música para publicidad de vez en cuando, y siempre requiere de un código publicitario muy específico, así que a veces aprovecho ciertos encargos para intentar entender cómo funciona la música, aunque no creo que tenga incidencia en mi trabajo más artístico y personal.
-Ahora que Antón Reixa acaba de ser elegido nuevo presidente de la Sgae, ¿cree que los vientos soplarán más a favor de los autores?
-No tengo ni idea. Siempre me he sentido más o menos alejado de lo que sucede en la Sgae. Asumo que, como en cualquier otra cosa, después de una debacle absoluta y de una perversión total del sistema, es de esperar que lleguen ciertos elementos reformistas. Hay dos tipos de discursos a dos niveles muy distintos: uno es un gran discurso de lo que es el derecho de autor del siglo XXI y otro pasa por ver que la Sgae, como cualquier asociación de cualquier gremio, se tiene que gestionar de una forma muy transparente y abierta a los socios.
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