La Casa Azul
La Razón [sp]: Entrevista "La Polinesia Meridional"
Cuándo: hoy y mañana. 21:00 horas. Dónde: Ocho y Medio Club. C/ Barceló, 11. l Cuánto: entradas agotadas.
Las razones para hacer música, o más bien para seguir haciéndola, son muy diferentes para según qué artistas. Para Guillem Vilella (es decir, Guille Milkyway, es decir, La Casa Azul) se podría resumir en algo así como «el que canta, sus males espanta». Han pasado cuatro años desde «La revolución sexual» y muchos estaban esperando su regreso. Él estaba de viaje, por «La Polinesia meridional» que da título a su nuevo álbum. «El disco habla de escapismo y de evasión e intenta desculpabilizarlos, convertirlos en vías legítimas para conseguir el equilibrio en la vida», dice sobre un oficio que le sirve de terapia «aunque suene cutre decirlo».
«Desde muy pequeño, vi que hacer canciones me salvaba de muchas cosas, de guardarme dentro problemas que hacían la vida insufrible. Y me permitía expresarme de forma simple y natural. Más directo que con nadie de mi entorno. Es como aprovechar una medicina y creo también en eso aplicado al pop. Cuanto más directo, mejor», asegura Milkyway, que también sabe escaparse de la dictadura del disco al año y se embarca en proyectos de todo tipo que le permiten ganar, como quien no quiere la cosa, un Goya a la mejor canción para la película «Yo, también». A la legua se advierte que es un tipo inteligente y sensible. Busca lo directo. «Me obsesiona esa desaparición de lo emocional a la hora de hablar de la música. Ese impulso infantil que tenemos y que vamos perdiendo. De niño, escuchas una canción y te emociona o te desagrada sin términos medios, automáticamente. Igual que cuando miras un cuadro. Yo he luchado toda mi vida contra eso, es decir, por mantenerme fiel a lo emocional, y a veces me sorprendo opinando de música y mirando a los lados», asegura. «Me gustan mucho los grupos japoneses por esa falta total de prejuicios. Hay algunos con un sonido y una actitud punk aguerrida, y de repente te das cuenta de que hay dos tipos haciendo soniditos con una Nintendo».
El contrapunto
Su espíritu componiendo es el de quien tiene una tienda pequeñita en la calle del Carrefour. En iTunes, el disco estuvo por encima del recopilatorio de Julio Iglesias. «Creo que está bien, y es bueno para la salud cultural de España que pasen estas cosas, pero si creyera que conmigo va a pasar algo grande, creo que estoy en el lugar equivocado y haciendo lo menos oportuno», dice. Las ventas y los premios valen sólo «para que mi madre, que sigue llorando desde el día que le dije que me dedicaba a la música, lo hable con sus amigas (risas)». Los temas de «La Polinesia meridional» respiran a pista de baile. «Pienso que bailar una canción es más que bailar un ritmo, hay muchas cosas que componen un buen tema pop. Y yo no creo en ese cliché que dice que los temas se defienden con voz y piano. La producción es algo que me apasiona, como a Phil Spector, que buscaba sonar como 50 tíos tocando a la vez y tocando fuerte», dice Milkyway. Y sobre ese sonido que busca obsesivamente en el tallercito de su estudio, sus habituales letras emocionales, tristes. Ése es el contrapunto que le gusta, el de la Polinesia meridional, esos archipiélagos de apariencia paradisiaca que, al estar tan al sur, tan cerca de la Antártida, en ellos hace un frío terrible.
Nesquik en vinilo
Milkyway sabe lo que pasa con La Casa Azul: «Creo que tengo unos seguidores que, sean pocos o muchos, son muy fieles». Un termómetro de su fidelidad puede ser el último lanzamiento de su discográfica, Elefant, que ha puesto a la venta una edición especial de las sintonías de Milkyway para los anuncios de Nesquik, en versión vocal e instrumental. Y publicadas en vinilo blanco. Sólo para incondicionales.
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