La Casa Azul
Shangay [sp]: Entrevista "La Polinesia Meridional"
Con el paso de los años, Guille Milkyway ha hecho del electropop su mejor terapia. A través de melodías tan sobreproducidas como pegajosas ha canalizado todo un historial de inseguridades, neuras y fobias que tiene en La Polinesia Meridional su mejor exponente. ¿Dónde ha quedado entonces su pop colorista y acelerado? Sobrevive, aunque ya no están los tiempos para tirar cohetes.
Entrevista Pablo Giraldo
De su debilidad por diagnosticar cualquier mínima afección emocional y tratarla con la química más moderna -siempre atendiendo a su catálogo de canciones, trufadas de fármacos como Myolastan, Omeprazol y demás-, podría decirse que Guille Milkyway sufre de una timidez extrema de difícil tratamiento."Antes lo pasaba fatal, pero he llegado a un punto en que me doy cuenta de que no me hace falta sobreponerme a ello. Ahora estoy mucho mejor, más cómodo y al menos disfruto sobre el escenario, independientemente de que proyecte más o menos inseguridad", confiesa. Su relación con la música -y esto engloba la industria, los escenarios, los fans, la prensa y su faceta de DJ- ha ido cambiando desde que La Casa Azul dejara de ser un grupo estrictamente virtual con su cerebro en la sombra, con discos como Tan simple como el amor, hasta hoy, cuando su figura acapara toda la atención del proyecto en La Polinesia Meridional. "Siempre he concebido el grupo como algo fantástico que pudiera moldear con el paso del tiempo. Al principio no hubo nada, luego dibujos animados, más tarde un grupo ficticio con chavales que paseamos por platós de televisión y hasta hacían entrevistas, luego androides... Ahora empieza una etapa más cósmica que respira un poco a secta". Guille siempre ha entendido que ese elemento teatral era algo necesario para ubicar su música, aunque haya costado que su artificialidad se comprendiera en según qué entornos. "En realidad se ha vuelto en mi contra, porque si tengo que estar todo el rato hablando de ello, lo que hago es acaparar más atención. Ahora me parece más natural dar la cara y mantener cierta presencia".
Aunque su mensaje siempre estuviera del lado del perdedor, hubo un tiempo en que las canciones de La Casa Azul eran latigazos de pop culto, bailable y vitalista que, como se puede comprobar en sus conciertos, comulgan muy bien con ciertos sectores del público gay. "Con el paso del tiempo he llegado a la conclusión de que eso tiene que ver con la falta de prejuicios a nivel creativo que he intentado llevar". Si nos fijamos en las confesionales letras de La Polinesia Meridional, Guille Milkyway aparece, más que nunca, como un atormentado, un sufridor, un existencialista en perpetua crisis atemorizado por un destino fatal. Vamos, un tremendista que se recrea en el sufrimiento en medio de la pista de baile. "¿Y quién no lo es? La diferencia está en ser más o menos explícito. Siempre he militado en la simplicidad; para mí lo importante es transmitir mi mensaje de una forma supercostumbrista. No es muy glamuroso que lo diga, pero hacer canciones como estas es una buena manera de equilibrarme". Todo lo que tienen las melodías de canciones como ¿Qué se siente al ser tan joven?,Sucumbir o Terry, Peter y yo de optimista, lo tienen sus letras de derrotista, algo muy acorde con los tiempos. "No es algo que me planteara desde el inicio, pero claro que percibo esa desazón. El otro día volví a escuchar el disco de cabo a rabo, cosa que no había hecho desde que lo grabé, y me percaté de que está más exagerada que otras veces. He pasado cuatro años en los que se me han agudizado ciertos miedos y ansiedades. Me interesaba plasmar una cierta desorientación, porque he llegado a muy pocas conclusiones en mi vida. Así que quizá haya sido más radical en eso de gritar mis penas a la hora de escribir", cuenta entre risas.
Sus neuras llegan hasta el punto de plantearse dejar la música -confiesa que algún domingo que otro mira ofertas de trabajo en InfoJobs-, pero pronto corrige sus ideas y se plantea nuevos retos, como aparcar La Casa Azul y publicar su primer álbum bajo el nombre de Guille Milkyway. "Estoy trabajando en ello, hace tiempo que tengo ganas de acabar ese disco. Quiero que sea un contrapunto, hacer cosas que con La Casa Azul no he podido desarrollar porque no eran adecuadas. Será más clásico, relajado, sin tanto histrionismo, más analógico en todos los aspectos".
¿Eurovisión? No, gracias
En 2008, La Casa Azul se situó en un puesto preferencial en la carrera para representar a España en el Festival de Eurovisión con el tema La revolución sexual, pero la maniobra, aunque celebrada, no pudo con el empuje de Rodolfo Chikilicuatre, un fenómeno tan mediático como irritante. Aquella experiencia fue lo suficientemente frustrante como para desechar un posible segundo asalto al festival más petardo por excelencia. "Toda mi vida me ha gustado Eurovisión, de pequeño lo vivía como un festival increíble. Creo que, objetivamente, desde finales de los 50, ha sido un espejo de la contemporaneidad musical europea más popular, y posiblemente lo siga siendo, aunque ahora no nos guste tanto el reflejo que nos devuelve ese espejo. En aquel momento me pareció divertida la idea de participar, pero me vi envuelto en una espiral mediática terrorífica que me hizo sentirme desubicado. Toda esa alegría infantil se transformó en algo muy duro para mí, a nivel físico y emocional. Me puse muy enfermo, hasta pasé una neumonía. Creo que no estoy hecho para eso".
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