La Casa Azul
La Voz De Galicia [sp]: Entrevista "La Polinesia Meridional"
La Casa Azul vuelve a ver el vaso medio lleno en «La polinesia meridional»
Guille Milkyway continúa refugiándose del catastrofismo a base de melodías optimistas y azucaradas que vertebran el tercer disco de estudio de su banda imaginaria.
Cuatro años después de agitar las fases previas del Festival de Eurovisión con La revolución sexual, Guille Milkyway se ha refugiado de nuevo bajo La Casa Azul para crear un disco «escapista» en el que alivia su tendencia al catastrofismo a base de melodías optimistas y sin prejuicios basadas en la música disco y azucarada.
«La celebración de la desgracia me resulta sanadora», confiesa este artista catalán que no ve mal «cantar de forma despreocupada» sus penas y temores recurrentes, acrecentados por el contexto actual de crisis, como el miedo a morir, a que el sistema se derrumbe y se refunda en algo «desastroso» para su existencia, o, simplemente, a la incertidumbre.
Consecuencia de ese aparente contrasentido entre melodía y contenido, tan característico de La Casa Azul, ve la luz La polinesia meridional, el tercer disco de estudio de esta banda imaginaria, una «fantasía moldeable» creada por Guillem Vilella (Barcelona, 1974), su único miembro no virtual.
El resultado es un álbum que apuesta a partes iguales por la evasión y por el enfrentamiento con sus temores más arraigados, una paradoja presente en el título. «La polinesia meridional aparece en una de las canciones y además evoca el punto escapista. Las playas del sur constituyen una especie de irrealidad distorsionada, porque son playas, pero tienen nieve y hielo, y me parecía evocador», explica Milkyway. A nivel estilístico, añade, ha «forzado la falta de prejuicios que identifica a La Casa Azul», mezclando «la cosa ruidosa de grupos de la escena independiente de finales de los 80, con la música de los años sesenta y la época dorada del disco de los setenta».
En defensa de este estilo musical, desechado a menudo por su aparente frivolidad, el catalán defiende que la crítica le parece «lícita», pero que «a cada uno le gusta lo que le gusta» y que el problema es aplicar «dogmas» o «verdades absolutas» al arte. «La música disco llevó a la pista de baile electrónica o protoelectrónica la canción absolutamente melódica y clásica. Es algo muy distinto de lo que sucede hoy en día en los clubs, donde se vive un retorno a la música tribal», opina este compositor, que reivindica la singularidad de «bailar a muerte una canción» y no «un ritmo a secas».
Ocupado en temas personales y proyectos laborales paralelos -entre ellos, ponerle música a la serie animada Jelly Jamm-, Milkyway reconoce que es a este disco al que menos tiempo ha dedicado, aunque hayan transcurrido cuatro años desde su anterior álbum de canciones inéditas, La revolución sexual (2007). El tema que dio nombre a ese trabajo le catapultó hacia una audiencia masiva y cerca estuvo de convertirle en el representante español en el Festival de Eurovisión, función que finalmente recayó en Rodolfo Chikilicuatre. «Eurovisión siempre me ha encantado y, casi como una broma, me vi inmerso en aquella locura mediática inesperada. Me sentí desubicado. No sé si fue perjudicial para mi carrera, pero lo fue para mi salud emocional y física», comenta el artista, que no se ve probando suerte de nuevo en estas lides, «al menos en un tiempo largo», dice.
El primer fin de semana de marzo, con el arranque de su gira en Valencia, tendrá oportunidad de comprobar los restos de aquella atención mediática súbita, aunque él asegure que es una persona «escéptica con el éxito». Tiene asumido que lo que hace «siempre le va a interesar a una minoría».
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