La Casa Azul
Metropoli [sp]: Reseña "La Polinesia Meridional"
LA CASA AZUL
LA POLINESIA MERIDIONAL
ELEFANT
«Ya no les queda nada / Les quitaron todo atisbo de color / Les robaron las palabras / Les hundieron bajo el agua / Destrozaron su talento arrollador». La primera, en la frente. Con estas palabras se abre el esperado cuarto álbum de La Casa Azul, una soberbia (y emocionante) colección de caramelos pop rellenos de amargura existencial que mantiene el nivel (nivelón, en este caso) de su anterior entrega, La revolución sexual (2007). Cuatro años han pasado desde el último trabajo del barcelonés Guille Milkyway, si descontamos La nueva Yma Sumac (Lo que nos dejó la revolución), una recopilación de rarezas, versiones y directos publicado en 2009, que a duras penas aplacaba la ansiedad del fan. Cuando en diciembre de 2010 se ponía a la venta Todas tus amigas, el single de adelanto del elepé, parecía que la espera tocaba a su fin. Pero la cosa ha ido para largo. Doce meses después, por fin, ve la luz La Polinesia meridional, un álbum que sublima los mejores momentos de su predecesor y que en en su primer día a la venta ha salido disparado al primer puesto de la lista de ventas en iTunes España. Porque si en La revolución sexual aún se adivinaban matices de aquel pop naïve de finales de milenio que emparentaba a La Casa Azul con Meteosat o Los Fresones Rebeldes, su nueva obra es un canto al barroquismo bien entendido. Capas y capas de arreglos y orquestaciones que encaman la música disco con los delirios ciberpunk de Helen Love y el Philly sound con el pulso melódico de Phil Spector o la ELO. Y, sobre todo, jitazos como castillos (pregunten por ¿Qué se siente al ser tan joven?) que hacen de La Polinesia meridional uno de los discos del año. Sonidos escapistas para unas letras atormentadas por el paso del tiempo, la decadencia y la pérdida de la juventud. «Xanadú sólo existía en tu imaginación / Hoy las cosas no son tan intensas / No hay dolor, no hay felicidad, no hay revolución / Es el amargo hallazgo de tu despertar / Te haces viejo y no lo puedes remediar», se lamenta en Una mañana. Sólo nos queda bailar con lágrimas en los ojos.
IGOR LÓPEZ
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