La Casa Azul
Corrientes Circulares [sp]: Reseña "La Polinesia Meridional"
Crítica “La Polinesia Meridional” – La Casa Azul.
Cuando me llegó el paquete de Elefant sabía que tenía muchas cosas dentro que quería oir inmediatamente, pero como no se puede hacer todo a la vez, por azar o por intuición me decididí por empezar con “La Polinesia meridional” y antes de poder quitarme la chaqueta ya estaba contemplando ese reluciente vinilo amarillo, como el sol que ilumina la portada, y que enseguida puse a girar en el plato. En los primeros compases que la aguja arrancó al disco llegué a pensar por una fracción de segundo que me había equivocado de velocidad, pero no. El disco empieza con un ritmo frenético, entre el pop y el disco con el tema ya adelantado hace unos días de “Los chicos hoy saltarán a la pista”
Se trata este primer corte de un tema con sonidos saturados y onomatopéyicos y un ritmo muy bailable, casi puede ser música para unos dibujos animados de los 70. Esa época a la que tanta referencia musical tiene el disco. El disco continua con una demoledora “¿Qué se siente al ser tan joven?”, una producción fiel al espíritu de Milkyway y que describe perfectamente el universo del mismo. Un ritmo bailable, divertido, pero con una letra que te va destrozando por dentro mientras no te deja que pares de mover los pies.
Tras estos dos primeros cortes, llega el turno de “La fiesta universal”, un tema que puede parecer pueril, pero que resulta ser uno de los más impredecibles del disco. Sin duda una segunda audición del tema le da una nueva visión al mismo. “Sucumbir” es el cuarto tema de ritmo acelarado del disco, con un trasfondo de campanas claramente reconocible y un coro que perfectamente podría haber salido de una girl group a lo Motown.
Después de cuatro canciones de ritmo ascendente, llega “La Polinesia meridional”, el tema que da título al álbum y quizá el más redondo de todos. Se notan los detalles pulidos de Guille en trazos como “tan sólo fue la emoción/un espejismo fugaz/un breve ataque de amor/mi gran delirio final”. El mundo de Guille Milkyway parece que internamente se desmorona, es un sufridor nato y cada vez le cuesta menos expresarlo, aunque sus melodías nos saquen de la autocomplacencia del que se regodea en su dolor. La cara A del disco acaba con “Colisión inminente (red lights, red lights), otro tema de corte initmista en el que se muestra la preocupación por la fragilidad de los momentos de felicidad, algo que impide en muchas ocasiones poder disfrutar de ellos plenamente “cuando todo andaba bien se dispararon todas las alarmas/ (red lights, red lights)/se empezaron a romper una tras otra todas mis hazañas/ (red lights, red lights)”.
La cara B se inicia con “Terry, Peter y yo” una canción plagada de referencias al universo musical que muchas veces se escapan de lo sutiles que pueden ser, y que para el público que las desconozca pueden paracer demasiado futiles. Siguiendo la linea argumental de la cara A, el segundo tema de esta cara también hace referencia al paso del tiempo y al dejar de ser joven. “Una mañana” es una canción con tintes casi primaverales, pero no por la vuelta al pasado, sino por el descubrimiento y la asunción del paso del tiempo “Ya pasó/Xanadú sólo exisitía en tu imaginación…”.
“Todas tus amigas” es otro tema que se había adelantado a la salida del disco, y donde, desde los ritmos pop y disco más setenteros, se desmontan a las figuras nocturnas, subidas a los altos tacones de la vida efímera.
El salto en el tercer corte de la cara B es también un cambio temático, casi rozando lo social. La denuncia política se entrevé en “Europa superstar”, que se empareja en temática con la penúltima canción del disco “Sálvese quien pueda”. Dos canciones que cantan al ocaso de una época de consumo, de individualismo. Entra a tratar temática social, algo raro en las letras de “La Casa Azul”, al extrapolar las denuncias de frivolidad que hace en otros temas como “Todas tus amigas”, al mundo general.
Entre estos dos temas se encuentra un tema de pulso más calmado, con menos ritmos de discoteca. Se trata de “La vida tranquila”, que contiene estrofas en las que Guille Milkyway es contestado por una voz femenina (en este caso la de Silvia Sanz, de Niza), casi a modo de contrapunto para hacerle salir de ese pesimismo que ha demostrado en muchas de las letras y que no es más que una visión enfermizamente dramática del mundo, “Déjate llevar/nunca hiciste demasiado por dejar de imaginar” reprocha ella, a lo que él contesta con un lánguido “Ya no puedo más/el temor me paraliza y no me deja reaccionar”. Toda una discusión de pareja cantada.
Cierra el disco “La niña más hermosa”, la vuelta al optimismo de Guille Milkyway al darse cuenta de que todo es una ilusión, y “que entre tanto revuelo/entre tanto murmullo no te oía ya cantar”.
Un viaje luminoso el que nos propone La Casa Azul, desde las dudas existenciales hasta el brillo de descubrir lo realmente importante, una defensa del amor, como siempre ha hecho en sus discos, una revolución de su universo para redescubrir eso de “somos éter, somos hadas, gorgonitas, polvo sideral” en el verso final del disco.
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