Vice [Es]: ¡Viva lo imposible! Patrullero Mancuso vistos de reojo
¡Viva lo imposible! Patrullero Mancuso vistos de reojo
Por Elías Martínez
junio 10, 2016
Patrullero Mancuso ensayando en Villaviciosa de Odón en 1990. Foto por Mariano Monje Ferruz.
Me preocupa la herencia musical que va a recibir mi hija. No por mi parte, pues está claro que tengo un gusto exquisito, sino la ambiental, la que va a tener que sufrir cuando salga por ahí a hacer de persona. Y esto lo digo porque después de veinte años de darnos el coñazo con la Movida, parece que los cantos de sirena y el dulce olor de la naftalina empiezan a tirar hacia esa ciénaga del despropósito que fue el indie patrio de los 90, y no me imagino los locales de ocio juvenil del año 2030 atronando con todos los desafinados y languidecientes hits de la época. Ya hay quien dice que 'fue un experimento necesario', que 'Cancer Moon eran los Scientists españoles' o barrabasadas por el estilo... El caso es que la maquinaria del revisionismo musical está trabajando a pleno rendimiento y el día menos pensado los mundos de las reediciones a 25€ y los programas nostálgico-musicales de la tele convergen en la figura de Amphetamine Discharge para gran regocijo general. A la hora de la verdad, en parte por la inexperiencia y la juventud de sus componentes y en parte por el ibérico modo de funcionar, el principal problema (bueno, el segundo, el principal es que la mayoría eran una mierda) de todos estos grupos era la incapacidad de evitar el caer en la copia torpe e indisimulada de lo que venía de fuera, incluyendo -y aquí llegamos al acomplejamiento típico de los españoles con respecto a su producción cultural- cantar en un idioma que, sin serlo del todo, pretendía imitar al inglés.
Han pasado muchos años, las cosas se pueden ver con la ventaja que da la distancia, siempre queda bien adelantarse a las modas, y además es necesario recordar que entre las pocas, poquitas cosas que podemos rescatar de todo eso a fin de asegurar un futuro para nuestros hijos Patrullero Mancuso, ente mutante del pop patrio y presidentes del universo en el salón de mi casa, brillan con luz propia.
Cinco LPs (aunque, técnicamente ¡Viva Bonito! sea trampa) y otros tantos EP repartidos a lo largo de una década dan para mucho, y el gusto de Patrullero por jugar por libre y desafiar la comodidad y el anquilosamiento resultó en una evolución pasmosa por obra y gracia de la cual consiguieron ser un grupo totalmente cambiante y a la vez inconfundiblemente propio, ese difícil equilibrio entre evitar la auto-imitación y a la vez mantener una identidad coherente en cuyo intento fracasan tantos. Lo cierto es que nunca cayeron en el "indie genérico" en el que se pretendía incluirles y así la del grupo es una obra de constante sorpresa. Si realmente hace falta, se pueden ver algunas influencias más o menos claras (Sonic Youth, Derribos Arias, Wire, Monochrome Set...), pero es que sonaban únicos e inimitables dentro del carrusel de la mala copia en el que estaban embarcados algunos de sus contemporáneos. Tan pronto podían jugar a ser unos New York Dolls (revisados por Angel Palomino) en "Lola Tomillo" como se entregaban a delirios de pop surrealista en "Rocas Abajo" o a las perlas churriguerescas y brillantes de sus últimos discos. Inconformismo, diversión, y sorpresa permanente, son discos que entran a la primera y que se van abriendo y ampliando con las escuchas sucesivas.
Nuestros ídolos de hoy no sólo evitaban el ridículo cantando en castellano, también consiguieron desde el primer momento saber construir un mundo propio, personal e intransferible. Patrullero Mancuso eran de la periferia madrileña y no de Seattle o Glasgow, pero además -cosa rara en la época- no pretendían aparentar lo contrario. Y así hicieron llegar a cifras récord el uso de las palabras 'naif' y 'surrealismo' para definirlos (en la época, luego llegó el inventó del tontipop con su gazmoñería oligofrénica y se estropeó el contador), con unas letras totalmente dominadas por ese estilo tan celtibérico de entender la ironía y el absurdo. Más relacionadas con Gomez de la Serna y Valle Inclán que con intentar copiar algo de fuera y mal entendido, las letras de Patrullero huían del pastiche sentimentaloide y la poesía grunge de carpeta de BUP que estaban en boga en favor del viaje ácido (bien por lisérgico, bien por irónico, a veces podemos pensar que las dos cosas), el costumbrismo de otro-planeta-que-también-está-en-este y las a veces angustiosas reflexiones interiores sobre desajustes internos varios. También había cosas como "Hazte un lifting", pero ey, nadie es perfecto.
Esta constante huida de la ortodoxia indie (venga va, dejad de miraros los Kickers, todos sabemos que SÍ que existe tal cosa) cobra mucho más sentido si tenemos en cuenta que paralelamente al Patrullero sus componentes desarrollaron alguna de las experiencias musicales más iconoclastas y sorprendentes de la independencia musical española. Con sus antecedentes en Villavil, un inclasificable proyecto acústico de Murky y Momonje dedicado a las rancheras, el rockabilly o la psicodelia, Discos Alehop! empezó su andadura en 1993 como nave nodriza de cosas tan dispares como las exploraciones country freak de Guiller Momonje, el garage blues cacofónico de Pretty Fuck Luck, o esa joya única, irrepetible, y nunca suficientemente valorada que fue el lp de Grimorio, amen de cosas ajenas al personal de Patrullero pero igualmente desconcertantes como El Desvän del Macho, Soul Bisontes o Solex. Si bien Patrullero Mancuso nunca editaron en Alehop! más que un tema en un recopilatorio (el descacharrántemente maravilloso La Legaña Sinfónica, abandone toda esperanza quien entre en él), es difícil no verles con al menos un pie bien clavado en un rincón tan mágico, marginal e irreverente de la música española.
Bodegon Musical, su despedida oficiosa, salió en 1999, en los albores de la revolución de internet que descolocó la industria musical, y justo cuando, al calor de la burbuja inmobiliaria y la despolitización masiva producto de la bonanza generalizada, la pseudo-independencia patria empezaba a consolidarse como una potente máquina de facturar en festivales y gestionar patrocinios. En estos 17 años, tiempo suficiente para que los infantes que iban en pañales entonces ya estén ocupados en fumar, escuchar trap, tatuarse el cuello, y todas esas cosas que hacen los jóvenes de nuestro tiempo, los discos de Patrullero Mancuso se han descatalogado y revalorizado hasta niveles inmorales, sus camisetas piratas pueden comprarse en las mismas webs que venden otras con siglas políticamente impublicables aquí, y su influencia en el pop a la contra se ha hecho casi canónica. Sus canciones siguen siendo maravillosas y sorprendentemente dignas, y su actitud sigue siendo un ejemplo perfecto de lo que significan realmente términos como 'independiente' y 'alternativo'. Y nunca se han reunido.
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