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20/11/2014

La Voz De Galicia [Es]: Cooper "Lo que se les critica a los hispters ya se les criticó a los mods" [Interview]



Escrito por Javier Becerra

 

 

Cooper vuelve a Los conciertos de Retroalimentación. Tras haber soplado las velas del quinto aniversario de este blog en el 2013, retorna con una actuación (viernes 21, sala Mardi Gras A Coruña) que volverá a ser una gran fiesta de pop. Lo hace con UHF, un minielepé que saldrá a la venta el próximo lunes y que marca un punto de transición hacia un lugar indeterminado en la trayectoria de la banda de Alex Díez. Son seis canciones que se mueven por territorios familiares en ese sonido marca de la casa que deambula entre la placidez y las dentelladas eléctricas y que han vuelto a tocar a fibra de este blog en donde se la adora. Aprovechando la excusa, sometemos al autor a una entrevista que pretende marcar un precedente en Los conciertos de Retroalimentación. En adelante, se va a intentar que los grupos que actúen en en el ciclo pasen previamente a explicarse en esta bitácora, completando así la experiencia.

 

-¿Es «UHF» un guiño a la antigua segunda cadena de televisión, lugar en el que mucha gente descubrió tanta música?

-La razón definitiva es porque la UFH, la segunda cadena, tenía la mitad de programación aunque el doble de interesante. Esa es la idea: un disco de seis temas en vez de doce, pero a lo mejor molan mucho más que las doce de otros muchos discos.

 

-¿Hizo muchos descubrimientos en su día en la segunda?

-La verdad es que no tengo una idea muy clara de qué programas eran en la primera y la segunda cadena. Yo veía mucho Musical Express, programas de cine… La verdad es que era una época en la que había muchos programas interesantes. A veces no tengo el recuerdo nítido de lo qué iba en cada lado.

 

-Elige como tema principal «Entre girasoles». Otra nueva canción en medio tiempo soleada de esas que predominan en su última etapa. ¿Ha encontrado ahí un modelo de tema?

-No la elijo yo, sino Elefant. Una vez que tienen el disco hecho con toda libertad, ven que la canción que mejor conecta con el espíritu del sello es Entre girasoles y me proponen un videoclip. Tal vez yo no hubiese escogido esa como single, pero la verdad es que ha sido un acierto. Es cierto que es un tipo de canción que se da ahora en mí, pero la verdad es que no tengo la perspectiva suficiente como para darme cuenta de eso. Yo creo que es una canción muy Cooper, hecha en un terreno que ya habíamos visitado. Creo que En el sofá iba por los mismos derroteros hace dos discos.

 

-Incluso canciones que formalmente no se parecen a esta, pero que responden a esa sensación de luminosidad y sosiego. Temas como «Lisboa» o «Cerca del sol», por ejemplo, que ya parecen como un microgénero dentro de Cooper.

-Tengo varios de esos pequeños géneros, está bien explicado [risas]. Entre girasoles es una canción que está muy relacionada con mi idea de ver la vida y la familia. Es un tema para mi hija, en realidad, y quiere tener el espíritu de las canciones del verano. Me parece que las fiestas de verano son uno de los espacios a reconquistar por la música que a mí me gusta. Yo tengo el recuerdo, hace 30 años, de escuchar buena música en las fiestas de los pueblos, de escuchar buena música en los bares de los sitios, en espacios en los que ahora todo eso se ha perdido. Para ese tema pensé en qué música me gustaría que sonase en una verbena de pueblo. Y me salió ese tema, con ese imaginario.

 

-Parece que hay un cambio generacional al respecto. Al menos en Galicia, cada vez son más frecuentes las sesiones vermú, aparecen festivales que incluyen a los niños como parte del público y, poco a poco, se impone cierta idea familiar del pop. A mi hija, por ejemplo, sus abuelos le regalan camisetas de los Rolling Stones. ¿El pop ya se ha hecho adulto?

-Yo siempre he delimitado el pop y el rock en un tema determinado: la transgresión. Toda la ética del rock n’ roll tenía sentido cuando los padres se echaban a temblar cuando sus hijos escuchaban esa música. Desde el momento en el que son los padres los que quieren llevar a los hijos a los conciertos de rock n’ roll, toda la ética revolucionaria desaparece. Para mí es ahí cuando entra en juego el valor de la música popular, música que no tiene pretensión de cambiar el mundo, sino de acompañarte en el camino y de ser la banda sonora de los momentos de tu vida. El rock n’ roll, al hablarte de la nueva revolución, siempre te va a defraudar porque hoy en día ya no funciona por esos parámetros.

 

-¿Quizá al pop y al rock no la haya pasado lo que al jazz en los setenta, que se haya convertido en una pieza de museo estancada, con pulcros conciertos a la una de la tarde para toda la familia? ¿Es la tercera edad del pop?

-Yo vuelvo a defender la frontera entre el rock n’ roll y el pop. El rock n’ roll es una música primaria y que apela a sentimientos básicos y primitivos, en los ritmos, la repeticiones y la forma de concebir los mismos 12 compases. Es una música que está condenada a repetirse y volver una y otra vez sobre el mismo camino hasta convertirse en un cliché. La música popular, sin embargo, por las influencias que recibe de otras corrientes o el mismo sentido armónico y melódico, más allá del ritmo y lo primitivo, tiene otra versatilidad más grande. Para mí es mucho más interesante desde el punto de vista creativo. Es mucho más fácil desarrollar caminos que no se han transitado en la música pop que en el rock n’ roll. Luego, como fenómeno musical, ahí sí que conviven. El público es más o menos común y sí que está sucediendo lo que tú dices. Pero para mí eso, lejos de verlo como un ingreso de la música en el sanatorio, me parece una especie de sana revolución dentro de la escena musical. Lo hace razonable y hace cobrar sentido a la música, tomando lugares como las verbenas de los pueblos, la música del mediodía o los espacios para que los chavales puedan ir a los conciertos. Hoy mismo leía que Josema de Los Hermanos Dalton fue a tocar a la sala Sol este fin de semana y quería que su hija tocara con él una canción. No pudo porque la ordenanza municipal prohíbe a los menores de edad estar en el concierto. La madre se tuvo que llevar a la niña y esta no pudo tocar con su padre. Son esas contradicciones que te vienen dadas por este tipo de decisiones que se toman alrededor de una mesa sin que se sepa muy bien por qué. Para mí esta recuperación de la música en los diferentes momentos del día y las diferentes edades me parece más que sana, me parece imprescindible. De hecho, yo he estado abogando por ello desde hace años, diciendo que estaba harto de que la música sirviera solo para ser escuchada a las doce de la noche en un garito y con un cubata en la mano, que yo escucho música a las doce del mediodía, a las cuatro de la tarde, a las ocho… igual que le pasará a mucha otra gente. De repente, hay una corriente que pretende dignificar la música y utilizarla en otros momento que la hace importante otra vez. Y luego, por otra parte, cuando la relacionas con el jazz u otro tipo de músicas yo, que he trabajado en una institución, he de decir que el jazz sigue estando subvencionado y la música pop no. Nunca lo estará. Nunca será una música tan de élite como para sobrevivir gracias a las ayudas porque si no se muere. Por una parte, está el hecho de que la mayoría de la gente no la va a considerar como parte del acervo cultural, sino como algo que viene de fuera. Por otra, la calidad que puede tener el pop como música de consumo nunca va a ser lo suficientemente rica como para que una élite la haga suya. En realidad todo esto el modo de hacer el regate. Como va a tener que sobrevivir gracias las layes asquerosas del mercado, va a tener que reinventarse continuamente.

 

-Viene de hacer la gira del aperitivo, conciertos para todas las edades a la una de la tarde. ¿La revolución del pop pasa por normalizarlo como una actividad familiar y sacarlo del underground?

-Es que dentro de nuestro ambiente, plantear la gira del aperitivo es revolucionario. Va contracorriente y ha habido mucho escepticismo al respecto. No se sabía muy bien cómo podía funcionar. Ten en cuenta que esto no son conciertos para niños, sino concierto en donde pueden entrar los menores. ¿Cómo no van a tener acceso a la música los chavales de 14 años si son los que más la viven? Normalizar eso ha sido todo un reto.

 

-De todos modos, pese a lo que dice del jazz, yo sí que noto como esta generación indie ha tomado parte del poder. Le pongo un ejemplo: este año en las fiestas del Apóstol en Santiago actuaron consecutivamente Los Planetas, Belle & Sebastian y Crystal Fighters, tres nombres lejanos al gusto popular masivo en los que se nota el acceso de nuevos programadores. ¿Usted eso no lo percibe?

-Mi experiencia me dice que no, pero podría ser. Yo estuve ocho años como programador en el Ayuntamiento de León y vi que hay muchos factores que hacen que una programación sea buena, pero en ningún caso será buena si responde a los criterios personales del programador. Tus gustos seguramente influirán y podrás meter tus pequeños caprichos en la programación, pero hay que tener muy clara cuál es tu función. Por ejemplo, programando grupos minoritarios en escenarios masivos se puede llegar a la situación en la que se cree un rechazo en la mayoría de la población, que no acaba de entender por qué un grupo que se aparta tanto del gusto general de la gente se programa, en vez de las cosas que le gustan a todo el mundo. Dicho lo cual, se puede programar de todo: no tiene porque ser de las cien cosas que programes 98 mainstream y dos alternativas, se pueden combinar ambas cosas. La gente de nuestra generación que ha entrado en las instituciones y está programando creció escuchando Radio 3 o leyendo Ruta 66 o Rockdelux. Tiene armas para decidir las cosas que son de nuestra onda y que pueden gustar a un público mayoritario. En ese sentido, creo que queda un camino larguísimo para llegar a influir como se ha podido influir en otras épocas.

 

-Volviendo al disco, creo que al escoger «Entre girasoles» como canción estrella perdió una oportunidad de oro con «Hipsters». Aparte de que la canción pincha con su electricidad y entra muy bien, es de lo más oportuna con toda la polémica generada gracias al libro de Víctor Lenore «Hispters, indies y gafapastas». ¿No se valoró que esta fuera la canción bandera?

-Sí, era mi opción. Hipsters la han programado en 180 grados y supongo que tendrá su momento. Yo la veía como tema más claro, a pesar de tener un tono algo frívolo que se aparta de la temática general de los discos de Cooper. De todos modos, no es algo que me dé miedo. Hay muchos casos en la historia de la música que una canción conocidísima de un grupo no explica cómo es el espíritu de la banda.

 

-De todos modos, la canción habla de sentirse un poco perdido ante un nuevo movimiento juvenil que te pilla con el pie cambiado y con el que no conectas. La veo bastante Cooper, me siento bastante identificado.

-Puede ser. A mí la canción me gusta mucho y la letra me salió del tirón. Venía en un viaje de León a Madrid en coche, tenía la música desde hacía tiempo y me acordé de un tema de los Dandy Warhols, Never Thought You’d be a Junkie. Me tuve que autocensurar bastante para no meterme en otro marrón más [risas]. Siempre tengo la sensación, cuando hago una canción de estas en las que me doy el gusto de tener una frivolidad, que se crean malentendidos. Recuerdo cuando en Los Flechazos hice Solo en casa, que la gente me venía y me decía: «Eres demasiado pequeño para hacer una canción como esta». Y yo les decía: «Tú eres demasiado pequeño para entender que cuando estás casado y tienes una familiar también te darías cuenta que hay veces en las que te apetece estar solo».

 

-A mí me ocurrió algo parecido a lo que relata en la canción. Antes iba a muchos festivales musicales grandes hasta terminar saturado. Llevaba como diez años sin ir a uno cuando el año pasado fui al Primavera Sound y flipé: yo había dejado aquel ambiente con flequillos, zapatillas Puma rojas y pantalones de campana y me lo encontré todo lleno de tupés, barbas y flores. Me sentía súper mayor y fuera de lugar.

-La canción habla de eso. A mí me gusta que la gente de cada generación tenga sus marcas de identidad y, aunque yo me encuentre fuera, me gusta observar las subculturas. Además, yo no tengo ningún problema con la gente culta y que le presta atención a los detalles. Pero sí que te encuentras fuera de lugar, incluso cuando ellos te quieren hacer sentir bien. La canción tiene mucha ironía, tampoco me siento tan fuera de lugar, solo es una broma. La verdad es que estaba algo preocupado en plan ¿a ver qué le parece a Xoel que me meta con los cantautores? ¿A ver qué piensa Fran Nixon? La verdad es que los libros que he editado con Chelsea han tenido mucha influencia. Gente como Pat, Xoel o Fran Nixon me han hecho pensar mucho.

 

-¿Los hipsters actuales no son realmente lo que fueron los mods en los años sesenta?

-Claro. Lo pensé desde el principio, en cuando surgió este movimiento. Pero todo es cuestión de porcentajes. Por eso en su día dije que hay cosas en las que pienso todo lo contrario de lo que pensaban los mods en los sesenta. En los sesenta se estaban rompiendo unas barreras, que estaba muy bien romperlas, pero las consecuencias de esa ruptura han llegado a veces a la exageración. Un mod de los sesenta era un tío que estaba a la última porque tenía cuatro trajes en el ropero, seis camisas y dos pantalones. ¿Qué chaval no tiene hoy en día seis camisas y tres pantalones? La sociedad de consumo lo ha llevado al límite. Esas cosas que me gusta cómo empezaron han generado tal bola de nieve que ahora me crea rechazo. A lo mejor algunas de las cosas que me puede generar rechazo de la cultura hipster hoy en día vienen motivadas por eso, pero también por la situación en la que se enmarca esa subcultura. Los sesenta no son lo mismo que ahora. Al margen de eso, ¿qué problema hay con que la gente quiera ver películas que merezcan la pena en vez la basura que les echan en la tele? ¿qué problema hay en seleccionar los grupos que se escuchan? El problema es cuando eso deriva en borreguismo, la dictadura del grupo o el mola/no mola. Pero a mí no me gusta la gente que porque se encuentra fuera de la escena la rechaza. A mí eso nunca me ha pasado. Y creo que la canción lo evoca de manera bastante clara. De hecho, en las notas de la contraportada lo intento explicar: no busques crítica o acidez, porque esto es otra cosa. Y sí, tiene mucho que ver con los mods de los sesenta. De hecho, mucho de lo que se les critica a los hipsters ya se les criticó a los mods. En toda esta polémica hay una cosa que me desconcierta, porque yo no soy capaz de identificar indie con hipster, creo que son dos cosas diferentes.

 

-Sí, yo también. Con lo primero me puedo identificar en muchas cosas. Con lo segundo, nada.

-Las etiquetas sirven para lo que sirven: identificar cosas de un modo superficial. La pobre Virginia Díaz de Radio 3 estaba asustaba, quería cerciorarse de que no me burlaba en la canción. ¿Qué pasa que 180 grados es un programa hipster? Y no es eso. Pero sí que creo que los hipsters escuchan ese programa.

 

 

-Dice que siente la necesidad de sorprenderse a si mismo, pese a practicar un género tan claro. ¿Qué sorpresas se ha encontrado en «UHF»?

-En nada. Estaba muy despistado. De hecho, hace un año y medio tuve un bloqueo porque todo el trabajo y esfuerzo que había volcado en Mi universo, el disco anterior, yo sentía que no había dado los frutos que debería haber dado. Sentía que era un disco que había pasado desapercibido, pese a toda la gira virtual, los conciertos, el dvd y el documental. Sigo sintiendo que es el gran disco de Cooper y pensaba que tras algo así no iba a ser capaz de hacer otra cosa. No me sentía con fuerzas de enfrentarme a la labor de hacer un álbum completo y darle sentido. Hasta que, de repente, me di cuenta que haber hecho el mejor disco de tu trayectoria es una liberación, porque ya puedes hacer toda la mierda que quieras [risas]. Les pregunté a Elefant si les planteaba mucho problema sacar un minielepé y me dijeron que no. He recurrido a ello, porque ya no es la primera vez que me saca de un atolladero. En Los Flechazos recurrí a ello en una época de confusión, en la que no sabía a dónde se iban a dirigir las cosas, y ahora me ha pasado lo mismo. Recopilé las canciones que tenía hechas, les di forma y cree un proyecto con eso. La verdad es que ha salido muy bien. A mí me encanta cómo ha quedado, con una cara a más introspectiva y poética, con letras para sentirte más orgulloso que hablan de sentimientos más puros. Y una cara b más intrascendente, hasta que llega la versión de Javier Sun que es como el colofón. Tanto Hipsters como Brick Lane me podía morir sin haberlas escrito, no pasaría nada. Pero a la vez son canciones que me divierte mucho tocar y necesito explotar la parte lúdica. En una entrevista me preguntaban si hacía este disco porque tenía ganas de salir a tocar y la verdad es que no dije ni sí ni no, porque no tengo ni idea. El mundo no necesita un nuevo disco de Cooper, lo he dicho mil veces. Pero a mí no hay nada que me guste más. Yo iba escuchando Ideal de camino al estudio de Carlos Hernández para hacer la última mezcla y se me saltaban las lágrimas, preguntándome: ¿por qué no le gusta esto a todo el mundo? ¿qué es lo que falla?

 

-Quizá el momento. Este disco quizá sea el que más ecos del brit-pop tenga de toda su trayectoria. Hace 10 o 15 años eso encajaría. Hoy se está a otra cosa.

-Sí, hoy no encaja en absoluto. La sensibilidad musical actual en España tira hacia grupos como Izal, Vestusta Morla, Supersubmarina, el viraje de La Habitación Roja y Lori Meyers hacia esos terrenos. Esta todo en las antípodas, pero siempre ha habido antípodas en la música. La gente que estaba con los Kinks y con los Who no creo que estuviera con The Velvet Undeground. Esos dos polos siempre han estado ahí. A pesar de que se lleva una cosa, siempre hay un público que quiere la otra. A mí no me importa ser de minorías, mientras haga lo que a mí me gusta muchísimo. ¿Que no va a tener repercusión? No me queda la menor duda. Si no la tuvo el disco anterior, con todo el esfuerzo que se hizo, mucho menos lo va a tener esto. Pero es que aquí se está trabajando en una carrera y esto es una carrera de fondo: que dentro de 10 o 15 años se pueda escuchar el disco descontextualizado y que se sostenga. Eso es lo que me interesa.

 

-¿No cree que el problema de «Mi universo» a ese nivel fue que carecía de hits claros? No tenía «Rabia» ni el «Hipsters» de este disco.

-Lo que pasa es que cuando hago discos que tienen hits tampoco [risas]. Pero claro, si dejo de hacer singles para hacer un álbum es para hacer algo como eso, sino sigo haciendo singles. No entiendo los discos que se sostienen en torno a una o dos canciones y todo lo demás es de relleno. Para eso no se hace un álbum. De todos modos, yo creo que cualquier canción del disco anterior en el repertorio de otro grupo sería un hit. Sabría decirte qué canción iría mejor a cada grupo [risas]. Lo que pasa es que ninguna sobresalía. Hace tiempo lo expliqué en una entrevista. Si a ti te ponen delante a 25 chicas guapísimas no sabrías a cuál elegirías a primera vista porque son todas guapas, incluso puede que hasta te canses de tanta belleza. En cambio si te ponen varias chicas feas y dos guapísimas, sabes perfectamente cuáles son las dos que más te gustan. Eso es un poco injusto, porque cuando las 25 son guapas son guapas, aunque no le puedes prestar atención a todas.

 

-Versionea en este disco a Javier Sun. ¿Una deuda pendiente quizá?

-Yo la siento como una versión. Cuando se la escuché a Javier me pareció una nueva gran canción suya que iba a pasar desapercibida lamentablemente y eso me dio pena. Me pareció muy emotiva, intensa y profunda. Se lo comenté y él me dijo que no se parecía demasiado a Cooper. Yo, sin embargo, la sentí como una canción de Cooper compuesta por otra persona. Así la he sentido siempre. Igual que el For You Love es una canción de los Yardbirds, aunque no la haya compuesto nadie del grupo. Para mí no es una versión, ni siquiera la llegó a grabar. No le hemos dado una vuelta de tuerca ni nada, la interpretamos igual que la hacía Javi. Me identificaba totalmente con ella y creo que estamos en toda esta historia para testificar, para dejar constancia de cosas que pasan. Hay un montón de canciones que no trascienden y se pierden, y eso es algo que me da mucha pena. De hecho, esta pendiente un disco de versiones de canciones maravillosas de grupos pequeños nacionales que solo han visto la luz en maquetas.

 

-¿Lo va a hacer usted?

-Lo he pensado y me encantaría. Son grupos a los que le gusta Cooper, como Happening de Valladolid, esos grupos que te dan la maqueta en un concierto, la metes en la funda de la guitarra y, después, un día la pones en el coche y te sorprendes. Son temas que han pasado desapercibidos y este de Javier es uno de ellos. No sé si lo haré, porque es uno de los mil proyectos que tengo en la cabeza.

 

-Si ya es difícil prosperar con un disco al uso, uno como este es mil veces más arriesgado.

-Yo no funciono con esos parámetros. No estoy preocupado por la cancha que me van a dar los medios de comunicación o qué repercusión va a tener. Cooper es el proyecto de mi vida. Hay una identificación entre el artista y la vida que va más allá de si va a dar dinero, si voy a poder vivir de esto o si voy a tener éxito o no. Me planteo otras cosas. Por ejemplo, reivindicar a grupos como Octubre, que ha pasado desapercibido, es algo muy chulo. Yo hago proyectos que me ilusionen.


 


 

 

 

 

 

 

 

 

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