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23/03/2015

Viva El Pop [Es]: “Premeditación, nocturnidad y alevosía” [Crítica]



LA BIEN QUERIDA
“Premeditación, nocturnidad y alevosía”

 

A la vista de la vertiginosa espiral de consumo efímero y la irritante avidez que la nueva era digital ha impuesto en los hábitos de los amantes de la música (sobre todo la independiente), está claro que la publicación por partes en tres EPs del nuevo disco de La Bien Querida no responde tanto a una estrategia de marketing, sino más bien a la necesidad de captar durante un razonable período de tiempo la atención voluble y extraordinariamente dispersa del consumidor medio, desde los más entregados hasta los simples curiosos del panorama indie, así como mantener la expectación de su público hasta la completa publicación del álbum en marzo de 2015. Esa estrategia de pausada contención exigía, no obstante, un cuidado extremo en la elección de los singles de presentación y en los espectaculares vídeos de aire cinematográfico magistralmente realizados por Juanma Carrillo, objetivo cumplido con creces por los responsables del proyecto.

 

La bien querida“Premeditación”, el primer EP, se abre con la soberbia “Poderes extraños” adoptando esa vibrante animación con la que ya fascinaron en singles como “Hoy”, y una letra que, con insultante sencillez, hurga en nuestros anhelos e inquietudes vitales. También resulta especialmente brillante “Alta tensión”, con una letra cuya extrema y sobrecogedora desnudez se va revistiendo calculada y progresivamente, desde la bella suavidad de las cuerdas del comienzo, al delicioso tenebrismo de los arreglos electrónicos que acaba impregnando ese turbador canto al desengaño. “Disimulando” vuelve al pop electrónico bailable, con las atrayentes bases de un rumboso Joe Crepúsculo, desempolvando ese desenfadado contoneo que ya practicaron en “Queridos tamarindos”. Tan sólo la anodina calma que empapa la lineal “El origen del mundo” pone una cierta nota discordante en este primer EP más que aceptable.

 

La versión más oscura de La Bien Querida acapara el segundo EP, “Nocturnidad”, con un single de presentación, “Ojalá estuvieras muerto”, con una producción potente y ruidosa, y una inquietante interpretación que arrastra esa majestuosa estela de rabia que se acaba adhiriendo a la sien como el musgo a la roca. “Encadenados” mantiene el nivel a base de grandes dosis de nostalgia en un gran estribillo (“no me acostumbro a vivir sin ti”). La tétrica crueldad de “Crepúsculo”, o la lánguida pesadez de “Carretera secundaria”, siguen ahondando, con mucha menos fortuna, en el concepto oscuro y tenebroso de esta desconcertante aunque magnética entrega.

 

El tercer EP, “Alevosía”, tenía que dar un golpe de efecto para redondear la sensación de trabajo acabado de todo el álbum. Y de qué manera… La arrebatadora balada “Muero de amor” explora un romanticismo hiriente (“y hasta cuando me esquivas yo muero de amor”), contradictorio (“no quiero nada contigo aunque me muera de ganas”) y autodestructivo (“y de tanto sentir ya no siento el corazón” / “y es que prefiero estar muerta que sentir que esto se acaba”) que coquetea con la copla y la ranchera, y supone un broche espectacular con esa percusión épica con aires a New Order que te cautiva irremediablemente, reivindicándose probablemente como su mejor balada hasta la fecha. “Música contemporánea” es un grower con un estribillo brillante y bailable que rompe de lleno con la gravedad de sus desabridas estrofas, salvando las iniciales reticencias hacia el tema. Tampoco decepciona la resultona “Vueltas”, de melodía pegajosamente juguetona y vocalizaciones engañosamente pueriles con las que Ana nos sorprende una vez más. También sorprende, aunque negativamente, la excesiva carga de ruido y distorsión que acaba arruinando “Geometría existencial”, además del desganado estribillo con el que resuelven, quizás, uno de los escasos temas de relleno del álbum.

 

Y es que al margen del abismo que pueda existir entre algunas canciones, el cuarto álbum de La Bien Querida, en su conjunto, atesora una asombrosa variedad tanto en los estilos de producción como en los registros interpretativos de Ana, sin renunciar mínimamente a su esencia tremendamente sentimental y humana, expandiendo con gran destreza las fronteras artísticas de este peculiar proyecto.

 

DJ Farrow


 


 

 

 

 

 

 

 

 

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