PUTOCHINOMARICÓN
GQ [Es]: Así es Putochinomaricón
Así es Putochinomaricón, el agitador cultural más influyente del ‘underground’ nacional
por Iñaki Laguardia
Chenta Tsai es la estrella rutilante que tanto tiempo llevábamos esperando. Este mes lanza su segundo trabajo musical y publica su primer libro.
Hay voces que defienden que apropiarse de un insulto es un acto de reivindicación política y una forma muy hábil de aniquilar su carga peyorativa. Chenta Tsai Tseng (Taiwán, 1990) puede dar fe de que efectivamente lo es. Hace tres años decidió alumbrar su álter ego, Putochinomaricón, nombre inspirado en esa etiqueta con la que fue obsequiado por la sociedad al mudarse a Madrid cuando apenas tenía unos meses. Este arquitecto admirador de Cedric Price, violinista por el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid, músico de letras afiladísimas y activista por los derechos de las minorías raciales, sexuales y de género es un artista multidisciplinar que si tuviera que compararse con un edificio sería con "una plaza enorme sin bolardos, llena de vegetación, que acoge manifestaciones y está rodeada de fachadas con ojos, como defendía Jane Jacobs".
El día que presentó su trabajo de fin de máster (Matrícula de Honor) asumió que la arquitectura no era lo suyo porque "con todas las viviendas vacías que hay, lo urgente es rehabilitar edificios y crear espacios desde la no demolición. No hay ninguna necesidad de seguir construyendo", afirma. Evidentemente decidió dedicarse a otra cosa. "Imagínate a un arquitecto diciendo esto", señala. Y gracias a esa decisión, nuestro país por fin cuenta con un referente cultural racializado, disidente sexual, migrante y asiático. Pese a todo, no se incluye a sí mismo dentro de la nueva generación de artistas que practica el activismo con la diversidad por bandera:
Diga lo que diga, en los últimos meses su voz ha multiplicado los decibelios y su radio de influencia avanza imparable. Hace un año publicó su primer álbum de pop electrónico, 'Corazón de cerdo con ginseng al vapor' (Elefant Records), y el 10 de mayo lanza su segundo trabajo, 'Miseria humana', compuesto por "canciones GIF" de un minuto (o menos) de duración que deben escucharse ad infinitum. "Al igual que los formatos de Instagram, que reproducen imágenes infinitamente, yo quería trasladar esta idea a un universo sonoro. Es un poco 'warholiano' eso de consumir algo hasta que te cansas y luego desecharlo, y yo quería hacer una crítica sobre cómo escuchamos la música hoy en día. Ha llegado un punto en que sólo escuchamos el primer verso, el coro, y ya saltamos a la siguiente canción. Me interesa reflexionar sobre la narrativa postinternet porque hay muchas resistencias por deconstruir. Todavía se canta sobre cosas que cantábamos hace cincuenta siglos, los legados de otros artistas", cuenta.
Doce días después del lanzamiento de este álbum, Chenta Tsai presentará su primer libro, 'Arroz tres delicias: Sexo, raza y género' (Plan B), donde relata sus experiencias como migrante asiático criado en España. "Me urgía escribir porque hay muchas cosas que no puedes contar con la música. Escribirlo ha sido muy terapéutico porque he descubierto mucho sobre mi propio género, que es algo que había obviado", afirma. Durante años optó por negarse a sí mismo por pura supervivencia. Su infancia y adolescencia las pasó enclaustrado entre cuatro paredes de gotelé forradas de pósters de la 'Bravo' y la 'Súper Pop'.
"Llegué a odiar ser chino, llegué a odiar salir a la calle con mis padres. No quería tener amigos asiáticos porque me recordaban que yo nunca iba a ser una persona no racializada. Y además todo eso me recordaba que la cultura nos demonizaba por ser distintos. ¿Qué referentes tenía entonces? ¿Mr. Yunioshi, el casero de Audrey Hepburn en 'Desayuno con diamantes'? ¿'Chinito de amor' de Miliki? Todas esas canciones infantiles.… Nada se salva. Todo era gordófobo, capacitista, racista, etc. ¿Dónde iba a cimentar mi identidad si no tenía dónde hacerlo? La falta de referentes con la que crecí y la invisibilidad de la comunidad racializada indicaba implícitamente que yo no importaba en esta sociedad. Y eso lo interioricé. Lo único que recuerdo de entonces es cómo me odiaba a mí mismo. Y todavía estoy en ese proceso de deconstrucción que tal vez dure toda la vida. Esto no es como una comida del Mercadona que metes en el microondas y está lista".
Por suerte, hace tres años todo cambió. "Cuando salí del armario ante mis padres, les dije: 'Tengo pareja, no es asiático, no me quiero dedicar a la arquitectura y quiero ser Putochinomaricón'. Mi madre me solía preguntar cuándo iba a traer a mi mujer a casa o cuándo iba a tener hijos. Mis padres proyectaban un futuro para mí y yo sentía que les estaba mintiendo si no les decía que era disidente sexual". Le preguntamos qué significa ser disidente sexual. "Cuando era pequeño estaba enamoradísimo del carnicero de Vallecas que trabajaba debajo de casa, pero no me di cuenta de lo que me pasaba hasta que vi el capítulo 'The Puppy Episode' de Ellen, donde ella sale del armario. Así me definí como homosexual, pero luego me di cuenta de que eso constreñía mi identidad. La disidencia sexual deja más margen a la experimentación. Existe una escala de grises porque una persona no es una cosa solamente".
Pese a todo, a Chenta no le importa definirse como "una mamarracha". Tal vez porque sólo las personas inteligentes pueden permitirse ser frívolas. Su activismo, sin embargo, está lejos de la caricatura: "La forma de entender nuestra raza como asiáticos ha sido construida a través de la mirada blanca. Por ejemplo, se dice que todos abrimos bazares o que somos superestudiosos… En estos momentos no necesitamos más visibilización, sino que se nos escuche". Nosotros no queremos dejar de hacerlo.