Canción para dar saltos mientras lloras por dentro (y a veces por fuera) por la soledad existencial y la absurdez del ser.
Han pasado casi 4 años desde aquel momento que llegó en mi orejas esa joya de canción que es “Oso Panda” de Papa Topo. Me acuerdo que había escuchado rumores sobre un dúo de adolescentes mallorquines responsables de una música deliciosa, aparentamente muy twee y un pelín infantil pero con grandes dosis de genio filtradas entre sus metalófonos, sus capas de armonías vocales, sus sintes retro, sus guitarras hipercinéticas y sus letras divertidas. Como siempre, estuve escéptico, demostrando esta característica de dudosa calidad que emerge muy fuertemente después de la llegada de los 30. ¿Un grupo de tonti pop de Elefant records en pleno 2010? No, gracias, no me hace falta. Pero con tanto hype, no pude resistir en hacer cierto espionaje profesional. Con la primera escucha, tiré mis prejuicios en la basura y pasé los meses siguientes cantando, bailando, pinchando a Papa Topo sin cesar.
Todos los temas de este grupo suenan a delicia y “Oso Panda” especialmente, nunca deja de maravillarme y causarme una cierta envidia, como músico. Es tan pegadiza, tan pefectamente pop, tan eufórica pero con grandes dosis de melancolía, que podría estar el mismo panteón que qualquier canción de doo wop o de un grupo de chicas de los 60, qualquier de los primeros singles de The Bealtes o qualquier canción de The Ramones. Su letras perfectas para corear, cuentan la sencilla y trágica historia de dos amigos que se alejan hasta perderse. El oso panda y el puercoespín, tras de merendar en la selva tropical, se distancian en la espesura, pierden el uno al rastro del otro y empieza a llover. El puercoespín canta el estribillo, una llamada desesperada hacia su amigo (Oso Panda Oso Panda dime por donde andas, Oso Panda Oso Panda, dime por donde andas, por favor) , mientras el Oso Panda canta las estrofas, expresando su miedo intenso de los peligros que le merodean, ante su muerte posible.
Todo esto me recuerda un incidente que me ocurrió hace muchos años en Primavera Sound. Estaba allí con un novio que tuve y estábamos, como era normal, pululando entre las multitudes, encontrándonos y perdiéndonos de nuevo, en una nube de estupefacción y éxtasis. En algún momento, tras de estar separados durante un largo rato y tras haber fracasado en conectarnos por la vía de los móbiles (todos saben que en los grandes festivales el señal suele ir al carajo), finalmente nos encontramos por suerte. El estaba pálido, parecía haber visto algo terrible, y estaba al punto de llorar. Corrió hacia mi, me abrazó como un pulpo y dijo “¡Pensé que te había perdido para siempre!”. En aquel momento me puse a reír pero a la vez me sentí invadido de una ternura arrebatadora. Años tras de aquel incidente, escuchando la agonía en las voces del oso panda y el puescoespín, les deseaba un feliz encuentro, como el que tuve yo en aquel festival.
No sería una exageración decir que “Oso Panda” siempre me lleva al borde de las lágrimas y a menudo me es imposible contenerlas. Son lágrimas de felicidad a veces, porque una canción aún me puede llevar a un estado de euforia saltarín tan completa, como la que sentía con 15 años, cuando bailaba solo en mi habitación al son de mis nuevos vinilos. Pero la mayoría de veces, son lágrimas de un niño perdido en un bosque frondoso. No lo voy a negar, a veces el mundo me supera. A veces me siento muy solo, por mucho amigos que tenga, esparcidos por allí. A veces me imagino mayor, sin hijos, sin amigos, sin novio, sin un duro para comprar comida para gatos-si los tuviera-. A veces me invade el miedo a la muerte, la absurdez de la existencia y no sé cómo echarles de encima. A veces pienso que mi abuelo, que se murió en los brazos de mi madre, a la hora de comer, sin estar enfermo ni nada, fue la persona mas afortunada que puedo imaginar. Cuando Papa Topo cantan “Oso Panda Oso Panda, yo no quiero morir solo” pienso en la inmensa tristeza de dejar esta vida sin ningún acompañante, la mayoría de veces, para entrar en el vortex, el gran desconocido. Existencialismo de pacotilla lo podéis llamar, yo lo llamo “lo que me quita el sueño y me hace un aguafiestas de vez en cuando”. Esta vida puede llegar a ser dura incluso en el primer mundo, con sus problemas de risa. Y todos necesitamos a alguien que nos quiera, y que nos haga olvidar que probablemente moriremos solos. A veces, en compañía de buenos amigos o en los brazos de alguien que me quiera, tengo la sensación que estoy bien agarrado de la mano de mi puercoespín y que todo irá bien. Pero luego los amigos se van a casa o yo vuelo lejos de donde viven o el amor se vuelve una estafa o a una pequeña tragedia más y el mundo se convierte en un bosque de lluvia, oscuro y lleno de peligro.
Papa Topo tocan este sábado 14 de enero en Freedonia, junto con Son Bou. Mucho ha cambiado desde la epoca que fueron un duo de adolescentes, pero siguen siendo geniales.