Papa Topo

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15/06/2009

Art?culo general sobre el grupo

Papa Topo, Rosemary’s Babe...

Papa Topo ha sido uno de los grupos locales que ha pasado por Papagayo y uno de los conciertos que más me gustaron. Apenas son unos críos (Paulita Demaiz tiene 14 años) y a pesar de ello tocan con un convencimiento que nada tiene que ver con la típica empanada de influencias que suelen arrastrar los grupos a esa edad, cuando se supone que debes estar tocando versiones de grupos que molan y no radiante y risueño pop. Adrià Arbona me parece un verdadero talento. Incluso cuando habla de su grupo lo hace con una madurez y una claridad de ideas increíble. El manifiesto que encabeza su Myspace es una canción pop en sí mismo:

- Soy un adolescente rebelde y me gusta el pop.
- Paso horas con los instrumentos de juguete que recopilo (y algunos otros que conservo de mi infancia)
componiendo y grabando canciones tontas que me hacen momentáneamente feliz.
- Soy defensor del DIY y el sonido lo-fi.
- Los temas sobre los que suelo hablar en mis canciones son: amor cursi e historias sobre animalitos.
- He grabado una maqueta y estoy grabando una segunda.
- Otras cosas que me gustan: manteles de cuadros, papel pintado de flores, tomar té, los osos panda, el ramen, los rastrillos...

Si después de leer esto no tienen ganas de darle un abrazo, pobablemente le hayan cogido una tirria tremenda. Pero lo mejor de todo es que a él le da igual y esa es la misma actitud que admiraba en el llamado Tonti Pop y que siempre me pareció más punk que la de muchos supuestos punks. En la vorágine de to-dos que han sido los últimos meses, también me quedé con ganas de hablar de Rosemary’s Babe, diametralmente opuesto a Papa Topo en cuanto a sus postulados sonoros, pero que comparte con ellos la precocidad, ser un proyecto radicalmente personal y fijarse en unas referencias que nadie supondría en un tío que todavía no ha cumplido la veintena -Teenage Jesus & The Jerks, Suicide, Blonde Redhead... ¿No se suponía que la muchachada de hoy sólo escuchaba basura?
Àlex es lo suficientemente alto y desgarbado para pasar por un émulo de Thurston Moore y siente la misma pasión por llevar el sonido de su guitarra al límite. Maneja un arsenal de pedales encorvado sobre sí mismo, en trance, licuando el feedback y creando una muralla atmosférica a su alrededor, todo improvisado. Cuando compone se le ve algo bisoño, está un poco verde todavía, pero en directo es otra cosa e incluso los errores -demasiados cacharros- se incorporan de forma involuntaria y fascinante a todo ese caos provocado.