Nick Garrie
Koult [Es]: Reseña concierto Primavera Sound 2012
Primavera Sound 2012 / Crónica viernes 1
En una jornada donde el principal punto de interés masivo era el regreso a Barcelona de The Cure, ofreciendo el concierto más multitudinario de lo que llevamos de festival, el tercer día del San Miguel Primavera Sound estuvo marcado por la comodidad en el recinto y por el impecable espectáculo Big Star’s Third, que probablemente pasará a formar parte de la lista de momentos históricos del festival.
El día se presentaba emocionante desde muy temprano y a las cuatro de la tarde las primeras lágrimas asomaron al escuchar a Nick Garrie saldando una deuda pendiente de más de cuarenta años y tocando, como él mismo se encargó de recordar, por primera vez con una banda y un conjunto de cuerdas su disco maldito The Nightmare of J.B. Stanislas, el mismo que estuvo escondido en algún sótano durante décadas. Su recuperación fue todo lo conmovedora que se pudiera esperar, a pesar de algunos problemas de sonido que incluso silenciaron su voz durante media canción al final del repertorio, como si la maldición de Stanislas siguiera presente. Eufórico y muy feliz, Garrie se levantó incluso de su silla para acercárse al público y levantar a una espontánea a la que abrazó mientras cantaba. El concierto se saldó con un sonado y cariñoso aplauso de un concurrido, aunque no repleto, auditorio en pie.
Tras él, y sin movernos del Auditori Rockdelux, una lánguida y jovencísima -apenas 22 años-Laura Marling puso el toque de folk honesto o incluso, si me apremian, country de acento británico, con una selección de canciones que navegó principalmente por sus dos últimos trabajos y del que destacaron canciones como Salinas o I speak because I can, que interpretó con una pose de mirada al cielo y vestido de noche. No fue un concierto tan emotivo como el de su predecesor en escena, pero su voz es de esas a las que, en última instancia, se les perdona lo que sea y que tiene todo el tiempo por delante para seguir evolucionando y creciendo.
El primer problema importante de organización vendría después, ya que una larguísima cola se había formado para acceder al concierto de Jeff Mangum, pero las puertas del auditori solo se abrieron una vez se desalojó el concierto anterior, casi a la hora de inicio del concierto, lo que derivó en que cuando el que fuera líder de Neutral Milk Hotel dio comenzo a su actuación apenas se hubiera llenado un tercio del aforo y que el público siguiera accediendo hasta prácticamente el final del concierto. Un concierto que fue todo lo que cabría esperar y que estuvo dedicado a sus fans acérrimos. Sin sorpresas. Y es que esa comunión de Mangum con sus seguidores, muchos de ellos probablemente primerizos dadas las contadas ocasiones en las que se le puede ver en concierto, fue sólida como una relación de pareja. El repertorio, que se basó exclusivamente en canciones antiguas de su mítica banda, no tenía margen para salirse del guión y ante la pregunta de alguien del público por si tocaría algo nuevo, un rotundo “no” nos lo dejó más que claro. Si bien la emoción se transformaba en euforia en los fans, la sensación de que podría haber cantado cualquier otra cosa y recibir la misma respuesta fue inevitable. Además, aunque su formato de gutarras y voz, sentado bajo una luz tenue, tiene ese punto romántico y mítico, las canciones echaron de menos el acompañamiento de una banda.
Con el dolor de no ver a Marianne Faithful que tocaba a la misma hora, nos desplazamos al escenario San Miguel donde le llegaba el turno a Rufus Wainwright. Y es que su visita con ese genuino Out of the game recién publicado era muy esperada. Y la propuesta del cantautor fue lo auténtica que se podría esperar. Tanto por su look de lo más hortera con pinta de vaquero psicodélico y gigantes gafas de sol, como por sus clásicas referencias familiares desde el arranque con una Candles a capella que fue de lo más insólito que ha pasado por ese escenario. Entre sus músicos se encontraba Teddy Thompson, quien se arrancó a hacer junto a Rufus y una de sus coristas gospel (la última moda, a la que también se han apuntado en este festival Spiritualized o Girls) una de las canciones del padre de Rufus, One man guy, momento que el artista bautizó irónicamente como el festival del folk, ya que justo antes otra de sus coristas había interpretado al piano una estremecedora canción de su madre, Kate McGarrigle, fallecida hace dos años. Obviamente no todo fueron versiones y a las inevitables referencias a su último disco sumó clásicos como The one you love, su canción más pop hasta el momento, Greek Song, 14th Street o Going to a Town. Con un público muy complicado que, en gran parte, ya estaba ubicado para esperar a Robert Smith y compañía, Rufus hizo lo que pudo para intentar condensar su actuación en tan poco tiempo. Probablemente le hubiera encantado extenderse tanto o más que The Cure, pero tocó correr y ni siquiera tuvo tiempo para presentar a su banda que, con un sonido más soul y concentrado, sonó increíblemente bien y nos dejó con ganas de mucho más.
Pero lo más destacado de la jornada estaba por llegar. Coincidiendo en gran parte con el concierto de The Cure, lo que hizo que el Auditori presentara un aforo algo más reducido, tocaba el momento de Big Star’s Third, espectáculo que cosió a través de invitados y músicos estrella otro de esos discos míticos que estuvieron condenados al olvido durante mucho tiempo. Concebido como homenaje al recientemente desaparecido Alex Chilton, compositor principal y alma máter de Big Star, el espectáculo fue un desfile incesante de invitados de lujo y una ensalada de emociones difícilmente superables. Ya lo tuvimos claro desde que, por sorpresa, el líder de Wilco Jeff Tweedy se encargara de abrir el concierto versionando Kizza Me. A partir de aquí el desfile de invitados fue espectacular, desde Ira Kaplan y Georgia Habley (Yo la Tengo), un carismático Mike Mills (R.E.M.), Jody Stephens, Alex Taylor (Hot Chip), Django Haskings, Brett Harris e incluso Sharon Van Etten, por nombrar solo a algunos, junto a los miembros originales de Big Star Jody Stephens, Jon Auer y Ken Stringfellow. Y claro, a ver quién resiste a la emoción de escuchar versiones tan emocionantes como la de Jesus Christ con Mike Mills, o esas imprescindibles Holocaust (interpretada aquí por Django Haskings, que también hizo el papel de anfitrión) o la combinación entre fuerza extrema y contención de Kangaroo (con Brett Harris).
El cierre del set principal, con todos los invitados y músicos cantando Thank you friends ya nos había puesto la carne de gallina, pero aún hubo espacio para algunas sorpresas y en un tramo final apoteósico pudimos escuchar míticas canciones de Big Star como I am the cosmos o You and your sister para cerrar con todo el mundo en pie, bailando y con la euforia de haber visto la que probablemente sea la mejor actuación de lo que llevamos de festival.
Aún hubo tiempo para ver un trozo de la actuación de The Cure, que fue una gran celebración, lo que se deducía de la importante afluencia de público que, sin embargo, permitía disfrutar del concierto con holgura. Está claro que los británicos son garantía de éxito y su concierto de ayer no fue una excepción, ofreciendo un espectáculo generoso, repleto de grandes éxitos, entre ellos temas del disco Wish del que celebran este año su veinte aniversario, y que además amplió en quince minutos extra la extensión de más de dos horas ya previstas.
Antes de que terminaran, nos desplazamos hasta el escenario ATP para ver a Codeine. Los de Nueva York volvían a los escenarios recientemente, y anoche en el Primavera Sound ofrecieron una de las actuaciones más esperadas del festival que se materializó en la esperada lección de elegancia y buen gusto combinando oscuridad y melancolía a través de lamentos lacónicos y brotes de intensidad psicótica y pausada. El slowcore denso, perturbador y penetrante de los neoyorkinos se descubrió ante los presentes con un intenso repertorio inteligentemente ordenado que no solo encantó a los fans sino que consiguió encandilar a las nuevas generaciones. Con una actitud entre la timidez y la mesura, con un aspecto muy maduro (los años no pasan en balde) se despidieron como pidiendo perdón por habernos tenido abandonados todo este tiempo. No sabemos si el regreso durará mucho más, pero lo de anoche supo a gloria.
Después del viaje al pasado, aún quedó tiempo para ver el tramo final de M83, el proyecto de Anthony Gonzalez que presentaba una apuesta visual espectacular con proyecciones led, un fondo con estrellas de colores y un lleno de público importante. La sensación fue que, definitivamente, este es su momento. Un increíble sonido mezcla de orgánico y electrónico explosionó en el escenario Mini y su esperada Midnight City se celebró por todo lo alto antes de dar paso al cierre con los casi diez minutos de psicodelia interactiva y electrónica de A guitar and a heart demostrando que ya han llegado a un punto en el que pueden llenar grandes espacios sin complejos con su ambiciosa propuesta, tanto en lo visual como en lo sonoro.
Afortunadamente, este año ya sea porque la afluencia ha sido menor o porque las coincidencias en horarios son más dolorosas y el espacio mayor, las aglomeraciones no han sido tan agresivas y la sensación general era de un aforo más modesto que el de la pasada -y masificada- edición, lo que se traducía en menos colas y más comodidad para ver los conciertos o desplazarse. Gracias a esto, el trayecto entre escenarios para ir a ver la guinda de la primera jornada fue mucho más cómodo de lo que se podría esperar. En el escenario San Miguel nos esperaban The Rapture, complemento perfecto a M83 por aquello de ser junto a los franceses una de las bandas más sonadas de la temporada pasada. Y claro, el concierto, que se pudo disfrutar holgadamente, fue una sucesión de estribillos rotundos y demoledores que pudo corear hasta el menos iniciado en el repertorio de la banda. Porque, hay que reconocerlo, los de Nueva York se han vuelto especialistas en el ‘canta con nosotros’, y elsetlist de anoche disparó la adrenalina en una sucesión de hits casi sin descanso. Si bien hubo algún momento donde la intensidad decaía levemente, nadie se pudo resistir a gritar a voces eso de How deep is your love?, canción que sirvió de cierre para una jornada memorable.