Nick Garrie

Vientos de vida en el lugar de la muerte

Festival Alta Fidelidad: Nick Garrie y Lukah Boo
 / Sala de Terneras, Matadero de Madrid
 / 30 de diciembre de 2009
/ 21 horas

Cuando llegué al antiguo matadero terminaba el coloquio que precedía a las actuaciones. Mientras preparaban el parco escenario, sonaba una versión inglesa de “La chica de ayer”, y era incapaz de dejar de imaginar aquella sala con salpicaduras de sangre y pelo, quejidos de animales y un olor insoportable. Hoy me he levantado morboso.

Lukah Boo, que es en realidad el proyecto de un solista, viene armado de guitarra y desfachatez, confesando que impone estar solo frente a tanto público, aunque sea incapaz de vernos porque estamos a oscuras. El nerviosismo le va a traicionar, se notará sobre todo en la voz, vacilante y ligeramente desafinada. Sin embargo las canciones son grandes, ligeras, hermosas, pero necesitan ropa y arreglos para funcionar. Casi puedo imaginármelas. La soledad no va a sentarle bien, esta noche. Poco a poco, voy deseando que termine, seguro que con el disco, no sucedería lo mismo.



Nick Garrie se presenta diciendo que nos va a mostrar su primer trabajo… o yo lo he entendido como me ha dado la gana, puesto que no es así. Sin embargo, el error me hace escucharlo con actitud de novicio, y esa mezcla de inocencia con su voz de viejo zorro me conquistan desde el principio. Garrie viene de la época de Bowie, aunque el Duque Blanco supo metamorfosearse en multitud de nuevas bestias. Nuestro hombre, sencillamente se ha convertido en un “contador de historias”, con aroma a pub sórdido y una fe en los buenos sentimientos casi absurda; en un tipo reconcentrado, sonrojado, que logra hacer rebotar su acento de borrachín simpático por los techos de metal, entre las piernas y las patas de las sillas de la recogida audiencia. Suena a tópico, lo sé, pero este tipo es un poeta con todas las de la ley. Y consigue arrancarme aplausos, algo en lo que soy más parco que para la simpatía.



Texto: Julián Callejo