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21/04/2009

Art?culo "49 Arlington Gardens"



El disco de Nick Garrie merece tratamiento aparte. Ya he comentado la sorpresa de encontrarme con canciones del calibre de “Twilight”, “Lovers” o “In every nook and cranny”, que me hicieron preguntarme -asombrado por el fondo de madurez musical que ofrecen-, de dónde demonios venía este músico.

Bueno, pues resulta que ya tenía la reedición que hizo Rev-Ola de The Nightmare Of J.B. Stanislas, aquel disco suyo de… 1969. Debí figurármelo.

Me lo pasó Juan Ferrer, uno de mis “dealers” particulares más afectuosamente recordados; culpable de que a través de la línea Aranjuez-Oria me llegara buena parte de la música más disfrutada por aquí en los últimos tiempos.

Los aficionados cuasi enfermizos somos culpables, en muchas ocasiones, de sufrir la paradoja de atesorar aquello que más se disfruta, sin disfrutarlo convenientemente. Así, el sueño de poder darse buenos banquetes con la música que más deseas termina transformándose en pilas de discos acumulados, pendientes de escucha.

Lo curioso es que precisamente este disco de Nick Garrie se salvó de mantener por demasiado tiempo un anonimato sepultado por la masa, ya que sí que disfruté de él en su momento (con la versión acústica de "Bungles Tours" a la cabeza. Un disco cercano a Nirvana o a los de Harry Nilson de aquella época, por ejemplo), pero por culpa de este despiste mío que nunca tengo en cuenta por culpa de no recordar que tengo mala memoria, en un primer momento no fui capaz de establecer la relación conveniente, saludando así estas nuevas canciones como el maravilloso regreso de un gran artista.

Aclarado el misterio, repaso la historia de este hombre y me la apropio como ejemplo, una vez más, de que las canciones terminan llegando para imponerse al oyente, si lo merecen. Así que todo eso de una carrera musical al uso es lo de menos.

Vale, aquel primer disco tuvo la mala suerte de que el sello francés en el que fue editado acabó repentinamente por el fallecimiento de su presidente, impulsor del proyecto. Pero bueno, Nick Garrie siempre quiso ofrecer canciones en formato acústico, y a la hora de ser grabadas le impusieron toda una orquesta que dio lugar a un pop suntuosamente arreglado, algo que a todos nos gusta pero que a su autor le dejó más bien frío. "En fin, una mata que no echó”, bien se puedo haber dicho, para dedicarse a otros menesteres: acabar la universidad y empezar a ganarse la vida con diversos oficios, pero siempre, al parecer –escuchado lo escuchado-, guardando su tiempo para el arte de la composición.

Me fijo en los detalles extramusicales de Nick Garrie y me da por pensar en dos aspectos de “lo británico” más bien contradictorios entre sí que me seducen por igual, siempre vistos desde la distancia por alguien tan miope como yo: el tipo inglés muy inglés encerrado en su insularidad, lo suficientemente excéntrico como para reírse de su excentricidad, y el inglés de miras más amplias que busca en el continente el viejo pegamento universal capaz de fijar su tierra de origen. Creo que la trayectoria de Nick Garrie responde a este segundo tipo de personas que buscan cultivarse en tierra ajena, guardando como un tesoro las buenas costumbres que pueden aprender y que saben enseñar.

Y ahí lo tenemos: como profesor no sé muy bien si de inglés o de francés (puede que de ambas); montando un club de esquí en las montañas suizas, enseñando durante el día y tocando por la noche (ahora me explico lo del vídeo esquiando tan suelto con la guitarra a cuestas…); viajando y conociendo gente interesante con la que avivar su talento musical, como Francis Lai, con el que terminaría componiendo, tras algunas otras, la soberbia “Lovers”; como Leonard Cohen, con el que giró por nuestro país en los ochenta (¡y llegó a ser número uno!); como los músicos habituales de Cat Stevens, con los que grabaría, al fin, un disco en formato acústico bajo el nombre de Nick Hamilton; o como un grupo de guitarristas portugueses con los que revisó su cancionero (Twelve Old Songs) en formato acústico.

Mientras tanto, The Nightmare… creció como disco de culto; sobre todo desde la inclusión de “Wheels of fortune” en uno de los recopilatorios Circus Days. Habría que haber visto su cara de sorpresa al descubrir el estatus de culto de su disco cuando, como curiosidad, tecleó su nombre en Google.

Con internet como imparable vía de contacto, fue Joe Foster el que consiguió su beneplácito para reeditar en su reverenciado sello Rev-Ola aquel primer disco, hará unos tres o cuatro años. Y fue también gracias a Joe Foster como Nick Garrie fue presentado a Ally Kerr (¡oh sorpresa!), para que actuara en su sala Viva Melodía (¡con ese nombre, ¿cómo no vamos a quererlo?!). Y las actuaciones llevaron a la posibilidad de sacar material nuevo y así fue como nuestro Nick Garrie acabó grabando en los estudios Riverside de Glasgow, rodeado de la gente más apropiada posible que uno propondría como santificables por todo lo que han hecho y siguen haciendo para mayor gloria del Pop: Norman Blake, Duglas T. Stewart, Francis McDonald… y en cuanto tenga el disco en las manos rebuscaré por los créditos para encontrarme –no me extrañaría lo más mínimo-, al gran David Scott: seguro que por lo menos por allí anduvo, con una sonrisa de oreja a oreja.

Y así estoy yo, con una sonrisa de oreja a oreja de ver como todo cuadra, comprobando lo que esta pandilla ha provocado en el bueno de Nick Garrie: este nuevo disco suyo que pasa por ser, ahora mismo, mi disco del año. Ya fue una revelación volver a encontrarme con Flor De Pasión en horario de tarde, escuchando allí por primera vez “Twilight” (single de adelanto), lo que me hizo garabatear rápidamente el nombre de Nick Garrie donde primero pillé. Algo que ya debí haber hecho antes, cuando en 2007 formó parte del cartel de ese festival tan especial para los amantes de la melodía que es el Felipop. Ahora leo con envidia la crónica que dice que entre canción y canción hacía alusiones a su infancia, a sus colaboradores, a su pasión por viajar, y anunciaba de paso la novedad de un nuevo disco.

Yo no sé cómo lo habrán logrado, pero los de Elefant Records han acertado como nunca al editarlo (y no me olvido del detalle de sacarle un 7"). Inmejorable manera de conmemorar el puñado de años que llevan ya en esto. Y además tiene edición en vinilo, como merece. Qué menos que les pida ambos, CD y LP. Es lo que tienen los discos destinados a ser degustados, manoseados y atesorados por siempre.
 





Nick Garrie [Pedaladas a buen ritmo]
foto: Archivo Elefant

 


 

 

 

 

 

 

 

 

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