Linda Guilala
Fantastic Plastic Mag [Es]: Los 20 mejores discos nacionales de 2016
Los 20 mejores discos nacionales de 2016
3. PSICONÁUTICA, de Linda Guilala. “Psiconáutica” es un disco que se basa en una estructura clásica de introducción, nudo y desenlace que rompe con la condición de simple colección de canciones y se convierte en un conjunto bien hilvanado y cohesionado que se debe escuchar de manera fluida, sin saltos bruscos. Esta característica puede empujar a pensar que “Psiconáutica” es una especie de álbum conceptual. Al menos, a nivel estético, ya que su repertorio recorre de principio a fin y con una secuenciación calculada los renglones canónicos y los vericuetos más sugerentes del shoegaze, agitado para la ocasión por el ímpetu del noise pop y dulcificado por la sutilidad del dream-pop. Así pues, este disco está planteado para que el receptor se embarque en un viaje a través de un espacio no sólo sonoro (que concentra feedback eléctrico, fogonazos de distorsión guitarrera y sintetizadores deslumbrantes), sino también visual (repleto rayos de luz de origen indefinido y estrellas psicodélicas).
6. LAS CAUSAS PERDIDAS, de Neleonard. Sólo quedaba esperar el tiempo necesario para que la banda publicase su primer disco en formato largo, tras mantener su inspiración intacta en el single “Casi Cuela” (Elefant, 2015). La tarea no era sencilla, dada la creciente brillantez de su cancionero previo. Pero “Las Causas Perdidas” (Elefant, 2016) sube al siguiente peldaño todas las virtudes esbozadas por Neleonard desde su estreno a esta parte, elevándolas mediante un repertorio adornado por una rica ornamentación instrumental y orquestaciones que dan lustre a cada tema. El conjunto, además, se ve oxigenado por una lírica sentimental que esquiva el empalagamiento facilón para abordar el amor como una materia prima unas veces dulce y, otras, amarga.
17. ÓPALO NEGRO, de Papa Topo. Papa Topo son una fiesta. Esa es la versión oficial, y es cierto que es cierta, y desde que ahora versionan el “Yo Quiero Bailar” de Sonia y Selena en sus directos, más cierta aún. Sin embargo, lo realmente llamativo de su disco debut -que llega seis años después de su primer single- es el otro lado, la cara équis a las que no estábamos tan acostumbrados. Lo que más nos gusta a todos del verano es poder tomar helado y todo eso, sí, ninguna duda, pero cuando suena “Davall Ses Flors Des Taronger” -el precioso y íntimo tema que Adriàcanta en solitario y en mallorquín- no podemos hacer otra cosa que callar y escuchar: “¿esto son Papa Topo?” “Sí, yo tampoco creía que me podrían gustar tanto ahora.” Y esa “Enero”, que sabe cuándo frenarse antes de derivar en tontipop para quedarse en una canción pegadiza pero no irritante. Y esa “Lagrimas de cocodrilo”, con sus bajos y saxofón free-jazz o la Blondiesque “Je suis un monstre”. En definitiva, una agradable sorpresa.