Linda Guilala
Elige un año:
t
09/03/2015
Anoche el Espai Jove Les Basses era más o menos eso, un hervidero de humanidad. Un de los festivales de pequeño formato más longevos del país cumplía veinte años, y su primera noche de madurez merecía estar allí sí o sí aunque untado en árnica y con paños de calendula fuese; que la vuelta al cole ha tenido tanto de euforia como de dolores musculares. Así que nos plantamos en solitario este pasado Sábado en las inmediaciones de la Barcelona guapa, barrios de balcones, visores y miradores de la ciudad más secreta. Un centro cívico que recuerda a aquellas aventureras iniciativas que se generaban en los 90, cuando todavía adolescentes nos apuntábamos a un bombardeo sin casco ni cinturones. Allí se respira eso vaya que si, concordia, caliu y familia. Que aunque desperdigada que esta ya la familia de cuarentones alternativos, estas iniciativas mantienen aun muy viva la llama del “indie” más auténtico. Un cartel esta vez de lo más heterogéneo que nos encomendó, no solo a descubrir nuevos y viejos sonidos. Sino a reencontrarme con otros tantos compañeros de viaje que por cuestiones de obligaciones y edad, uno ve ya menos que al cometa Halley. Echar una cervecitas, charrar en la entrada mientras nos damos al vicio y al otro; el de contar anécdotas, reflexiones de puretas y compartir mil y una sensaciones. Que joder!! si es que al final es de eso de lo que se trata; sobretodo yo, que hablo hasta con mi sombra. Sobre las nueve muy muy pasadas, que fue cuando me pude escapar a celebrar la noche más templada de este “Mad February”. Ya cenados con la cara lavá y recién peinao para allá que nos fuimos a eso, a volver disfrutar de la esencia de la música. Aquella que nada entiende de modas ni corrientes sonoras, la que juguetea con pasados, presentes y futuros que giran en espiral como bucles, y la que nos hace disfrutar de sentirnos fantásticamente viejos. Con un lleno más que aceptable, la calidez que da la familia y uno más, discos para comprar, bebida y bocatas a precios populares (13 euros la entrada y birras a 2) ¿se puede pedir más?¿a que no? Bueno sí, que la música acompañe. Y eso amigos, sabemos los que les seguimos la pista desde hace tiempo, nunca fallan. Remitiéndome a las bandas que han traído basta: Trash Can Sinatras, Darren Hayman, Luke Haynes, Damien Jurado, Dakota Suite, Antonio Arias, Clientele, Cranes, Cecilia Ann o los Primitives de hace dos años que me volvieron a reenganchar. Entré por desgracia con los Vigueses LINDA GUILALA ya empezados, y digo lástima porque los pocos temas de ellos que escuché, sonaron como los propios ángeles. Pero es que a estas alturas de función y todavía asimilando mi actual situación, me cuesta cuadrar horarios y organizarme. Lo confieso, tengo un desorden metal importante. Como decía, la banda Gallega lucieron sobre el escenario un sonido tan pulido, panorámico, de aquellos que llenan las grietas y desconches de las paredes, que quedé boquiabierto. Ahí se demuestra que el aspecto técnico de salas y equipos técnicos a veces afecten. Pero cuando la maquina está engrasada y funciona todo fluye, quien sabe si es porque tras esa apariencia de banda novel se encuentran un 50% de Juniper Moon. Además apoyados en un salto cualitativo importante que han dado con XERISTAR; publicado el pasado año. Un Ep de seis canciones donde alguna nueva incorporación y sobretodo el intensivo trabajo en el estudio Kaiju, ha conseguido que suenen tan compactos como lo hace “No me veis”; todo un latigazo de Pop que araña. O “Haciendo Daño” y “Sábados de Tormenta”, de esas pequeñas joyas que hace de las noches largas y festivas, un amanecer perfecto, definitivo. Saben además fundir el Pop con Noise y atmósferas vaporosas, que no densas. Así que no les pierdan la pista, porque estoy seguro que el día que publiquen un largo darán que hablar. Sobre las diez y después de compartir cervezas, historietas y futuras celebraciones con mi gran amigo Luis, al que veo menos de lo que quisiera. Subieron sobre el escenario la multitudinaria banda Galesa THE SCHOOL, arropados por violines, vientos y en conjunto con esa esencia heredada de Belle & Sebastian o Camera Obscura; solo que bastantes más azucarados.
No era una de las ofertas que más me atraían pero bueno, nunca esta de más ver de primera mano aquello a lo que uno hipotéticamente no se aviene. He de decir que no sé si por su origen totalmente armónico, pero la verdad es que sonaron cojonudos. Admito que el timbre de voz de Liz Hunt y ese Pop de fruta escarchada que te cala los dientes hasta la raíz, no es de mi devoción; uno tiene más querencia por sótanos, filos y sedimentos. Pero se dejaron querer y puede que fueran una de las bandas que más fieles arrastró y más discos firmó; curioso porque solo tienen dos y fue “Let it sleep” el único tema que antaño me llamó la atención de ellos. La cosa es que las canciones mejoraron lo presente y sobre el escenario tienen más tablas de lo que cabe esperar. Que en definitiva es lo que le da “peso” a una banda al margen de que te puedan gustar más o menos.
Café, Copa y Puro [Es]: MiniFestival [Crónica]
25 AÑOS DE MINIFESTIVAL DE MÚSICA INDEPENDENT DE BARCELONA Espai Jove Les Basses (Barri D'Horta Barcelona) 28/02/2015
Que gran manera de empaquetar y ponerle el lazo a este lacónico mes de Febrero. Tan corto y veloz él, que a algunos casi no nos ha dado todavía tiempo de digerir nuestro regreso a la “normalidad”: Los días alargan, la luz empieza a querernos, a templarnos y nosotros que nos sabemos de sangre caliente y amantes como las polillas de la luz, nos venimos arriba; que le vamos a hacer.
Anoche el Espai Jove Les Basses era más o menos eso, un hervidero de humanidad. Un de los festivales de pequeño formato más longevos del país cumplía veinte años, y su primera noche de madurez merecía estar allí sí o sí aunque untado en árnica y con paños de calendula fuese; que la vuelta al cole ha tenido tanto de euforia como de dolores musculares. Así que nos plantamos en solitario este pasado Sábado en las inmediaciones de la Barcelona guapa, barrios de balcones, visores y miradores de la ciudad más secreta. Un centro cívico que recuerda a aquellas aventureras iniciativas que se generaban en los 90, cuando todavía adolescentes nos apuntábamos a un bombardeo sin casco ni cinturones. Allí se respira eso vaya que si, concordia, caliu y familia. Que aunque desperdigada que esta ya la familia de cuarentones alternativos, estas iniciativas mantienen aun muy viva la llama del “indie” más auténtico. Un cartel esta vez de lo más heterogéneo que nos encomendó, no solo a descubrir nuevos y viejos sonidos. Sino a reencontrarme con otros tantos compañeros de viaje que por cuestiones de obligaciones y edad, uno ve ya menos que al cometa Halley. Echar una cervecitas, charrar en la entrada mientras nos damos al vicio y al otro; el de contar anécdotas, reflexiones de puretas y compartir mil y una sensaciones. Que joder!! si es que al final es de eso de lo que se trata; sobretodo yo, que hablo hasta con mi sombra. Sobre las nueve muy muy pasadas, que fue cuando me pude escapar a celebrar la noche más templada de este “Mad February”. Ya cenados con la cara lavá y recién peinao para allá que nos fuimos a eso, a volver disfrutar de la esencia de la música. Aquella que nada entiende de modas ni corrientes sonoras, la que juguetea con pasados, presentes y futuros que giran en espiral como bucles, y la que nos hace disfrutar de sentirnos fantásticamente viejos. Con un lleno más que aceptable, la calidez que da la familia y uno más, discos para comprar, bebida y bocatas a precios populares (13 euros la entrada y birras a 2) ¿se puede pedir más?¿a que no? Bueno sí, que la música acompañe. Y eso amigos, sabemos los que les seguimos la pista desde hace tiempo, nunca fallan. Remitiéndome a las bandas que han traído basta: Trash Can Sinatras, Darren Hayman, Luke Haynes, Damien Jurado, Dakota Suite, Antonio Arias, Clientele, Cranes, Cecilia Ann o los Primitives de hace dos años que me volvieron a reenganchar. Entré por desgracia con los Vigueses LINDA GUILALA ya empezados, y digo lástima porque los pocos temas de ellos que escuché, sonaron como los propios ángeles. Pero es que a estas alturas de función y todavía asimilando mi actual situación, me cuesta cuadrar horarios y organizarme. Lo confieso, tengo un desorden metal importante. Como decía, la banda Gallega lucieron sobre el escenario un sonido tan pulido, panorámico, de aquellos que llenan las grietas y desconches de las paredes, que quedé boquiabierto. Ahí se demuestra que el aspecto técnico de salas y equipos técnicos a veces afecten. Pero cuando la maquina está engrasada y funciona todo fluye, quien sabe si es porque tras esa apariencia de banda novel se encuentran un 50% de Juniper Moon. Además apoyados en un salto cualitativo importante que han dado con XERISTAR; publicado el pasado año. Un Ep de seis canciones donde alguna nueva incorporación y sobretodo el intensivo trabajo en el estudio Kaiju, ha conseguido que suenen tan compactos como lo hace “No me veis”; todo un latigazo de Pop que araña. O “Haciendo Daño” y “Sábados de Tormenta”, de esas pequeñas joyas que hace de las noches largas y festivas, un amanecer perfecto, definitivo. Saben además fundir el Pop con Noise y atmósferas vaporosas, que no densas. Así que no les pierdan la pista, porque estoy seguro que el día que publiquen un largo darán que hablar. Sobre las diez y después de compartir cervezas, historietas y futuras celebraciones con mi gran amigo Luis, al que veo menos de lo que quisiera. Subieron sobre el escenario la multitudinaria banda Galesa THE SCHOOL, arropados por violines, vientos y en conjunto con esa esencia heredada de Belle & Sebastian o Camera Obscura; solo que bastantes más azucarados.
No era una de las ofertas que más me atraían pero bueno, nunca esta de más ver de primera mano aquello a lo que uno hipotéticamente no se aviene. He de decir que no sé si por su origen totalmente armónico, pero la verdad es que sonaron cojonudos. Admito que el timbre de voz de Liz Hunt y ese Pop de fruta escarchada que te cala los dientes hasta la raíz, no es de mi devoción; uno tiene más querencia por sótanos, filos y sedimentos. Pero se dejaron querer y puede que fueran una de las bandas que más fieles arrastró y más discos firmó; curioso porque solo tienen dos y fue “Let it sleep” el único tema que antaño me llamó la atención de ellos. La cosa es que las canciones mejoraron lo presente y sobre el escenario tienen más tablas de lo que cabe esperar. Que en definitiva es lo que le da “peso” a una banda al margen de que te puedan gustar más o menos.