El País [Es]: Tocata y fuga de Javier Aramburu
Tocata y fuga de Javier Aramburu
Fue coautor, en Family, de uno de los discos canónicos del pop español
Definió una estética del ‘indie’ con sus diseños. Luego desapareció
Y ahora regresa para exponer en Madrid sus últimos dibujos y pinturas
DIEGO A. MANRIQUE Madrid 24 NOV 2012 - 01:02 CET3
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Recomendar en Facebo Resulta que Javier Aramburu (San Sebastián, 1966) raciona la información sobre sí mismo y su producción artística. Si acuden a su página en Internet, javieraramburu.es, encontraran una biografía que resume sus 46 años en 65 palabras. Asombrosamente, allí ni siquiera se menciona que fue la mitad de Family, memorable proyecto musical de los primeros años noventa.
Junto con Iñaki Gametxogoikoetxea, Aramburu desarrolló una de las vertientes más seductoras del llamado Donosti sound, también descrito —puede que no de forma inocente— como “pop de mesa camilla”. En su caso, se trataba de confesiones sentimentales potenciadas por arreglos digitales. Alaska y Nacho Canut estuvieron entre los primeros admiradores; facilitaron que el dúo grabara en su estudio madrileño, Vulcano.
A través del sello Elefant, Family editó un único álbum, Un soplo en el corazón, 37 minutos que encandilaron a los oyentes atentos. Una de sus canciones, Viaje a los sueños polares, sirvió incluso para bautizar un programa en la SER. No hubo ni conciertos ni promoción: funcionó el boca a boca. A la larga, Un soplo en el corazón ha alcanzado categoría de referencia generacional; en 2003 fue celebrado con Homenaje a Family, un disco colectivo que contó con la presencia de Astrud, Chucho o La Casa Azul.
Para entonces, Aramburu había cambiado de oficio. En realidad, tampoco se alejó demasiado: se convirtió en uno de los portadistas más solicitados del mundo musical. Aunque identificado especialmente con Los Planetas, no manifestaba prejuicios indies: igualmente “vistió” discos de Andrés Calamaro, Kiko Veneno o Compay Segundo. Como diseñador gráfico también realizó cárteles e ilustró libros infantiles. Le iba bien, suponemos, pero en 2007 dejó de estar disponible: decidió volver a la primera vocación, la pintura y el dibujo.
Fiel a su voluntad de discreción, Aramburu ni siquiera anuncia sus volantazos profesionales. Según Teresa Iturroiz, su amiga y agente, “no es que un día se levante y diga que ya no acepta encargos como diseñador. Para no explicarse, prefiere darlo a entender: puede que simplemente inhabilite la cuenta de correo electrónico que antes usaba”. Hay excepciones, claro: hace carpetas para la propia Teresa, antes en Le Mans y ahora en Single.
A Aramburu no le apetece revisitar territorio que ya ha pisado. Para la edición en CD de Un soplo en el corazón, se negó a retocar la grabación original y desechó la idea, comercialmente atractiva, de añadir maquetas como temas extra.
Ahora manda el clasicismo. En el texto de presentación de su nueva faceta se invoca una frase provocadora de Josep Pla: “Yo no estoy a favor del progreso, yo estoy a favor del regreso”. Que es otra forma de avisar de que mejor no busquen alardes de estética pop art; se pretende reivindicar el trabajo pausado y concentrado.
Del proceso creativo de Aramburu se sabe poco: como siempre, ha rechazado la posibilidad de hacer una entrevista. Reside en San Sebastián y actualmente está pasando unos días en Madrid, preparando lo que denomina simplemente como Primera exposición. Una muestra sin música ambiental ni referencias a sus anteriores etapas: “Son dibujos, óleos y grabados, en general retratos e imágenes de su mundo más próximo. Todo muy cuidado, hasta el mínimo detalle: Javier puede probar con muchos marcos hasta encontrar la forma definitiva de arropar cada cuadro”.
Para el estreno de Aramburu no valía esa idea tan de moda que consiste en exponer en un ámbito alejado del circuito del arte. “Prefirió alquilar una pequeña galería, en la esquina de las calles Almadén y Alameda. Es un espacio neutro que puede supervisar. Yo siempre he sospechado que Javier tiene un talento no explotado para el interiorismo”.
No esperen que Primera exposición se abra con el típico vernissage con invitados y canapés. Suspira Teresa: “Yo me conformaría con que Javier apareciera alguna tarde por la galería. Pero no lo veo probable. Valora mucho el anonimato”.
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