Carlos Berlanga
Homenaje a Carlos Berlanga
Homenaje a Carlos Berlanga, el más grande
Desde los ya lejanos tiempos de Kaka de Luxe, pasando por Alaska y Los Pegamoides, Alaska y Dinarama y su brillante carrera en solitario, nadie como él supo mezclar pop con inteligencia, humor con drama, elegancia con inmediatez. Carlos Berlanga ha sido –hay que decirlo, para que se le haga justicia- el mejor compositor pop que ha existido nunca en España. Cuando se cumplen cinco años de su muerte, Zona Musical le rinde un homenaje -¿para cuándo un programa especial en televisión que reconozca sus indiscutibles méritos?- al más grande.
Este 5 de junio se cumple el quinto aniversario de la muerte de Carlos Berlanga, el hombre que, junto a Alaska, Nacho Canut y algunos más, inventó aquello que se conoció como La Movida y que contribuyó a que España se sacudiera el polvo de cuarenta años de dictadura. Fue a mediados de los 70 cuando las crestas de los primeros punks llenaron de color las grises vidas de los españoles de entonces. Todo cambió. Y él estaba allí, en Kaka de Luxe, el principio de todo. Sin Berlanga, probablemente la posterior escena musical de nuestro país sería muy diferente.
Sin embargo, Carlos Berlanga no fue un punk al uso. En realidad, siempre tuvo vocación de ser un gran compositor de canciones pop, como lo fueron Antonio Carlos Jobim o Burt Bacharach. Y lo consiguió. Nadie como Carlos para componer melodías imperecederas, de esas que, cómo él mismo decía, “puedes cantar y tararear cuando te vas de picnic al campo con tu novia o tu novio”. ¿Y las letras? Con Nacho Canut escribió textos memorables sobre historias de amor retorcidas, imposibles, auténticos melodramas sentimentales. Dibujó los trazos vitales más oscuros de cajeras, enfermeras, marujas asesinas y amantes despechados/as; sociedades ocultas formadas por extraños clubes de egipcios; con su irónico y fino sentido del humor ironizó con la imagen estereotipadamente superficial de los amantes del látex y de la mantequilla (¿o era “Tulipán”?) o, incluso, comprimió en tres minutos verdaderas historias de cine negro en las que unas perlas ensangrentadas eran los únicos testigos de un crimen pasional. ¿Hace falta decirlo? Carlos Berlanga es –y que conste que utilizo el tiempo presente porque nadie lo ha superado- el mejor compositor pop español de todos los tiempos. Cinco años después de su muerte, todavía estamos esperando que se le haga el gran homenaje –sólo sus fans y algunos grupos afines lo han hecho- que alguien tan importante como él se merece. Seguramente, ese gran homenaje no se ha producido porque Carlos nunca tuvo fama de maldito y porque murió en su casa y no en un portal de Malasaña consumido por las drogas. Es el precio que tiene que pagar alguien que se saltó todas las normas de lo fácilmente digerible por la masa y los medios de comunicación más pacatos. Su imagen (y su música) elegante y glamourosa no era la más apropiada para que se le santificara, como se hizo con otros con mucho menos talento que él. Pero así son las cosas. En cualquier caso, el tiempo pone a cada uno en el lugar que se merece –o eso dicen, al menos- y Carlos Berlanga será, por siempre, el más grande, aunque algunos lo ignoren.
Aquella mañana de junio de 2002
Recuerdo muy bien aquella mañana de junio de 2002. Estaba en la oficina, trabajando y en la radio había sintonizado, cómo siempre, Radio 3 de RNE. De repente, escucho a José María Rey dando la noticia: Carlos Berlanga ha muerto. Puede que alguien que lea esto piense que soy un estúpido sentimental, pero no pude reprimir alguna lágrima. Durante años, las canciones que Carlos escribió para Alaska y Los Pegamoides, Alaska y Dinarama y los cuatro maravillosos discos que grabó en solitario (excluyo las de Kaka de Luxe porque, por una cuestión de edad –yo entonces era un niño-, las descubrí más tarde), acompañaron mi adolescencia y mis primeros años como adulto. Forman parte de mi memoria. Pero, cuando se ha tenido la suerte de conocerlo y apreciarlo como persona, además de admirarlo como artista, el dolor es aún mayor.
Fue una tarde de 1996 cuando vi a Carlos por primera vez. Ocurrió en Santa Cruz de Tenerife, en la inauguración de una exposición pictórica del mejor pintor vivo de Canarias, Pedro González, padre del conocido activista y político Pedro Zerolo. Toda la alta sociedad de la capital tinerfeña estaba allí: políticos, periodistas, artistas, peluqueras, camellos, ricas herederas ociosas, “working girls”, funcionarios… Esa misma tarde, yo acababa de entrevistar al director y productor cinematográfico Gerardo Herrero, que había llegado a la isla para presentar una de sus películas, pero enseguida pasó a un segundo plano cuando, en medio de aquella multitud, descubrí a un chico extraordinariamente alto y delgado. Era Carlos Berlanga. Me puse muy pesado, lo reconozco, pero no paré hasta que conseguí que alguien nos presentara. El humilde Carlos no se podía creer que yo tuviera tanto interés en conocerlo y que admirara tanto su talento musical. Esa actitud mía debió de hacerle gracia, así que nos intercambiamos los números de teléfono y quedamos para hacer una entrevista otro día. Después de aquel primer encuentro, volvimos a vernos dos o tres veces más, una de ellas fue en Madrid, durante un concierto de Javier Álvarez en la sala Caracol al que también asistían Diego Vasallo, Pedro Almodóvar (para quien Carlos, que también era un excelente pintor, creo el cartel de alguna de sus películas), Cristina Lliso (la cantante de Esclarecidos), Eduardo Noriega… Lo felicité por su disco “Impermeable”. Fue la última vez que lo vi.
Pocos días después de su muerte, sus antiguos compañeros, Alaska y Nacho Canut, daban dos conciertos en la sala madrileña La Riviera, dentro de la gira del álbum de Fangoria, “Naturaleza muerta”. Olvido cantó entonces “Descongélate”, como homenaje a Carlos (tanto ella como Nacho no son muy partidarios de manifestar en público su dolor) y el público lo recibió con una ovación. Alaska tuvo que darse la vuelta para que no la viéramos llorar, Nacho aguantó el tipo, con gesto serio, tras sus teclados. El espíritu de Berlanga estuvo allí esa noche, seguro, como luego se “apoderó” de la “mesita camilla” que tiene Nacho en su casa y en la que juntos –las pequeñas quemaduras de los cigarrillos de Carlos quedaron sobre ella- escribían sus canciones.
Una historia de drama y acción
Nunca quiso ser popular y, en cierto modo, lo consiguió. No debería ser necesario, dado el importante legado que nos dejó, pero tal vez, habría que recordarle a muchos y a muchas que nosotros también tuvimos a nuestro propio Burt Bacharach.
Artista gráfico y diseñador (suyo es el cartel de la película “Matador” de Almodóvar, con el que también preparó el vestuario de “Laberinto de pasiones”), Carlos Berlanga es hijo de uno de los realizadores cinematográficos más importes de España, Luis García Berlanga, pero sobre todo fue el compositor de algunas de las mejores y más populares canciones pop nacionales de todos los tiempos, como “Bailando”, “La rebelión de los electrodomésticos”, “El hospital”, “Otra dimensión”, “La tribu de las Chochoni”, “¿Cómo pudiste hacerme esto a mi?”, “Ni tú ni nadie”, “Perlas ensangrentadas”, “A quién le importa”, “La funcionaria asesina”, “Indicios de arrepentimiento”, “120 años sin ti”, “Vacaciones”…
Carlos se inició en el mundo de la música a mediados de los 70, cuando una mañana, en El Rastro madrileño, se encontraron Olvido y Fernando Márquez “El Zurdo” (que después lideró Paraíso y La Mode) con Carlos y Nacho. De aquel encuentro surgió el colectivo punk “La liviandad del imperdible” y, posteriormente, el grupo seminal de La Movida, Kaka de Luxe, en el que también militaron Enrique Sierra (Radio Futura) y Manolo Campoamor. Una pieza clave en la historia del pop nacional. Ofrecieron demasiado, demasiado pronto.
Tras la disolución de Kaka de Luxe, el triunvirato más brillante de la música española –Alaska, Nacho Canut, Carlos Berlanga- forma, junto a Eduardo Benavente y Ana Curra, Alaska y Los Pegamoides, el grupo fetiche de La Movida.
Tendrán que esperar hasta 1980 para que el sello Hispavox los fiche, pero su primer single, “Horror en el hipermercado”, ya profetizaba un espléndido futuro para estos chicos y chicas que deseaban ser “estrellas” en el sentido warholiano del término. Sus canciones tienen influencias tan dispares como el glam rock, los Ramones o el sonido disco. El éxito les llega en 1982 con el Nº 1 “Bailando”, que Carlos Berlanga compuso inspirándose en el elegante sonido de Chic, aunque, cómo él diría más tarde con su particular sentido del humor, en lugar de “Good Times”, le salió el “Cuba” de Gibson Brothers. El álbum que lo contiene, “Grandes éxitos”, también se vendió masivamente.
A finales de 1982, Carlos deja el grupo para comenzar un nuevo proyecto, Dinarama. Poco después, Nacho y Alaska se incorporarán también a este grupo, pasando a llamarse Dinarama + Alaska y, más tarde, Alaska y Dinarama. Por su parte, Eduardo y Ana se unen en Parálisis Permanente hasta la muerte del primero en un accidente de tráfico.
El LP de debut de Dinarama, “Canciones profanas”, apareció en 1983 e incluye el primer gran clásico del grupo, “Perlas ensangrentadas”. Música inteligente y frívola, descarada y provocadora para la época. En 1984 llegó el álbum “Deseo carnal”, un Nº 1 rotundo gracias a clásicos como “¿Cómo pudiste hacerme esto a mí?”, “Ni tu ni nadie” o “Un hombre de verdad”. Los sectores más roquistas de entonces se quejan de los arreglos al estilo Philadelphia Sound y muchos de sus antiguos fans se rasgaron las vestiduras. Pero Dinarama demuestra que no sabe de prejuicios y repite la jugada con su siguiente trabajo, “No es pecado” (su título era un corte de mangas a la portada de una conocida revista en la que podía leerse “Pecado mortal: Alaska y Dinarama, Nº 1 en España”, en referencia al espectacular éxito de “Deseo carnal”). Los memorables singles “A quién le importa” (todo un himno) y “La funcionaria asesina” son dos nuevas composiciones del genial dúo Berlanga-Canut.
Tras “No es pecado”, llegó el álbum de remezclas, caras B y dos temas inéditos, “Diez” (1988) y su canto del cisne, “Fan fatal” (1999), un disco visionario que se adelantó a su tiempo –por lo menos para lo que se hacía entonces en España- en cuanto al uso de la tecnología y de la nueva música de baile.
¿Qué sería de nosotros sin él?
Discrepancias artísticas (entre otras cosas) acaban con la carrera de Dinarama en 1989. Olvido y Nacho forman Fangoria y Carlos emprende carrera en solitario. Su primer álbum, “El ángel exterminador”, llegó en 1990, pero, a pesar de sus buenas canciones, la escasa promoción hace que el disco pase inadvertido.
Su segundo álbum, el magistral “Indicios” (1994), publicado en un sello independiente, tampoco fue un éxito de ventas, pero sí consiguió situarse en las listas de los mejores discos del año, ya que la capacidad de Carlos para componer perfectas canciones pop seguía intacta. El disco incluía versiones de “La funcionaria”, de Vainica Doble –con sus autoras, Gloria Van Aerssen y Carmen Santonja, haciendo los coros- y “Aguas de março”, de Antonio Carlos Jobim (la portada de “Indicios” era un guiño a la de “Wave”) e interpretada a dúo con Ana Belén. El resto eran ocho potentes temas, entre la música brasileña y el pop electrónico de grupos como Pet Shop Boys que, cómo siempre, hablaban de celos, venganzas y de otros aspectos morbosos del amor. Las primeras notas y el sonido de “Indicios de arrepentimiento” recuerdan al típico sonido de Dinarama. En “Tazas de té” insiste una vez más en las relaciones perversas y destructivas. Su particular e irónica visión de los galos está presente en la divertida “C’est la France” y “¿Qué sería de mí sin ti?” podría ser la segunda parte de “¿Cómo pudiste hacerme esto a mí?”. A pesar de su calidad, no estaba muy claro el lugar que un disco tan exquisito y elegante como “Indicios” podía tener en la escena musical de entonces, dominada aún por las “mentes roquistas”, pero, con el tiempo, el álbum se ha convertido en todo un clásico y en uno de los mejores del pop en español.
Después de un nuevo paréntesis empleado en componer la banda sonora de la serie de televisión “Villarriba y Villabajo” (dirigida por su padre, Luis García Berlanga) y en volver a la pintura -faceta que, en realidad, nunca abandona del todo-, en 1997 apareció su tercer álbum, “Vía satélite alrededor de Carlos Berlanga”. La novedad en esta ocasión es la colaboración de sus viejos amigos, Alaska (coros) y Nacho Canut (letras), con los que no había trabajado desde “Fan fatal”. En el plantel de invitados también se encuentran Ione Gabarain y Teresa Iturrioz, de Le Mans, haciendo coros en buena parte del disco. Los medios reciben extraordinariamente el álbum, celebrando la vuelta del mejor compositor de pop español de todos los tiempos. La revista Rock de Lux elige al single “120 años sin ti” como la mejor canción nacional de 1997.
En febrero de 2001 aparece el largamente anunciado cuarto LP de Carlos, titulado “Impermeable”. Lo editó Elefant Records y contiene ocho nuevas canciones propias, elegantes, ingeniosas y brillantes. Le acompañan dos versiones, que derrochan buen gusto, tanto a la hora de escogerlas como para llevarlas a cabo: “A Vannes” de Françoise Hardy (rebautizada “A Cannes”) y la inmortal “Wave” de Antonio Carlos Jobim, todo un estándar de la música brasileña interpretado en inglés -quizás por primera vez en su larga carrera- por Carlos.
Pero, sin duda, el plato fuerte del disco son las canciones propias, de construcción clásica y soberbio acabado y con esos textos (escritos junto a Nacho Canut) en los que el desencanto y la ironía se dan la mano constantemente, dejando al oyente con un sabor de boca entrañablemente agridulce.
La producción de este disco es de Ibon Errazkin, ex-guitarrista de Le Mans, que ya había trabajado junto a Carlos produciendo dos cortes del CD-single “La cajera”, extraído de “Vía satélite alrededor de Carlos Berlanga”. Ibon consigue un sonido muy distinto a los anteriores trabajos de Carlos, más basado en instrumentos acústicos que electrónicos. Cuerdas y vientos reales, los sintetizadores y pianos de Antonio Galvañ (Parade), los coros de Mikel (La Buena Vida) y Alaska y el propio Ibon a la guitarra y bajo componen el entramado sobre el que Carlos desarrolla sus melodramas de abandonos y hastío.
El disco fue mezclado en Inglaterra por Ibon e Ian Catt, experimentado productor que, además de trabajar habitualmente con Saint Etienne, Field Mice o Trembling Blue Stars, también ha prestado sus servicios como productor a nombres tan dispares como Pizzicato 5, Republica, Combustible Edison, Shampoo, The Boo Radleys, Tim Burgess (cantante de The Charlatans), Oval, Kylie Minogue, Robert Palmer o Madonna. El diseño gráfico del disco corre a cargo de Javier Aramburu (Family), que ya había firmado la portada de “Vía satélite alrededor de Carlos Berlanga”.
El disco obtiene una clamorosa respuesta positiva por parte de los medios especializados, celebrando el regreso en plena forma del mejor compositor pop de este país: “Elegante, fresco, bailable y mucho más. Ya suena a clásico... un autor en constante estado de lucidez compositiva” (AB); “Un disco de puro pop, más allá de modas y tendencias... Magistral, imprescindible” (Shangay Express); “Definitivamente, la sal y pimienta del pop (en castellano o no) es Carlos Berlanga... Pop clásico, pop atemporal, pop del bueno, pop del de siempre” (Rock de Lux); “Carlos Berlanga es el genuino rey del pop” (El País de las Tentaciones)…
Carlos Berlanga fallece, el 5 de junio de 2002, en Madrid, a los 42 años, víctima de una enfermedad hepática.
Reportaje realizado por ZM
Texto: Juan Rebenaque
Agradecimientos:
Manolo Crespo (www.vivaelpop.com)
Montse Santalla (Elefant Records)
Julián Callejo
Carlos Berlanga [Zona Musical]
foto: Archivo Elefant