Muchos nos quedamos prendados de las preciosas melodías y la elegancia pop que poseía "Doux-amer", el álbum de debut que publicaron LES TRÈS BIEN ENSEMBLE hace ya tres años. Y es evidente que no somos pocos los que profesamos esta adoración, después de que "A Hélène" haya sido sintonía durante tres años consecutivos de la campaña "Blancolor" de El Corte Inglés, o que sus canciones hayan sonado en…
Muchos nos quedamos prendados de las preciosas melodías y la elegancia pop que poseía "Doux-amer", el álbum de debut que publicaron LES TRÈS BIEN ENSEMBLE hace ya tres años. Y es evidente que no somos pocos los que profesamos esta adoración, después de que "A Hélène" haya sido sintonía durante tres años consecutivos de la campaña "Blancolor" de El Corte Inglés, o que sus canciones hayan sonado en series de televisión, como recientemente lo han hecho en la nueva temporada de "Cuestión de sexo" de Cuatro. Tras unos intensos años girando por buena parte de Europa (en Inglaterra y España junto a THE WOULD-BE GOODS; Francia, como no podría ser de otra manera, también ha caído rendida a sus pies), y tras un cambio de formación que ha supuesto la incorporación, en lugar dePaul Aroid, de Charles Gasqué, o lo que es lo mismo, Carlos Andreu, responsable de nuestros añorados GASCA, por fin llega el esperado segundo álbum de la banda catalana: "Rougeole".
"El título, "Rougeole"(sarampión, en francés) hace referencia a algo que sólo puede curar el paso del tiempo. El tiempo que representa vida y muerte al mismo tiempo y que, fuera de todo control humano, avanza inexorable hacia un destino. "Rougeole" habla del fin de una etapa vital, de decepciones, obsesiones y anhelos, de ilusión y desespero, de emoción, de angustia, esperanza, nostalgia y desamor”. No hay mejores palabras para explicar un disco que sabe buscar el detalle más humano, emocionante, para hablar de la contradicción que es existir, para hacerte sentir el paso de los años en la piel y en el interior de uno mismo, siempre con ese tono de vital esperanza que les caracteriza, y que habita en cada una de las canciones de "Rougeole". La voz de Suzette, como el buen vino, ha ganado en matices, en solemnidad, en elegancia, en cuerpo (los suecos ACID HOUSE KINGS, una de las bandas de Johan, también en CLUB 8 y THE LEGENDS, ya lo advirtieron y la solicitaron para su EP "Sing along with the Acid House Kings") y la guitarra de Philippe des Fraisons, nuestro querido Felipe (LOS FRESONES REBELDES, COLA JET SET) se erige poderosa con un acento atemporal, trascendiendo incluso sus filias sixties, pero siempre al servicio de las canciones, dándoles un lustre que las hace inimitables y les acerca a ese sonido clásico (en su sentido más indeleble) que tanto ha anhelado hasta ahora el grupo.
"Rougeole" sería lo que los especialistas señalarían como un "disco de madurez": los pliegues asoman entre sonrisas a veces complacientes, a veces emotivas, dueños de esa elegancia que adoran artistas tan admirados por ellos como Jacques Brel o Serge Gainsbourg, con ese toque de luminosidad que dan unas guitarras que adoran a THE BYRDS, THE LEFT BANKE y LOVIN' SPOONFUL, con la inspiración melódica que disfrutan las canciones de Françoise Hardy. Un disco que les sitúa a la altura de grandes francófonos contemporáneos, como Françoiz Breut, Philippe Katerine o la Keren Ann menos melancólica, y que les otorga personalidad a raudales como para brillar con luz propia en el panorama actual. Doce canciones que les confirman como unos inspiradísimos compositores, más allá de un sonido o estilo determinado.
LAS CANCIONES, UNA POR UNA
- "Tahiti n'est pas si loin" es una delicia pop con un sofisticado guiño disco, como un cocktail al atardecer entre Diana Ross y Serge Gainsbourg a las orillas de las playas de Tahiti, ese paraíso donde el reencuentro es posible. El paraíso no está tan lejos, o al menos eso parece.
- "Nos Jeux" o la perfecta condensación de la esencia pop de LES TRÈS BIEN ENSEMBLE. France Gall y Françoise Hardy (cuantas veces podríamos evocar a una de nuestras musas favoritas mientras escuchamos este disco) se encarnan en los labios de Suzette cuando canta acerca de esa tiranía que es el amor, y lo complicado de sus juegos de dominación y sumisión.
- "Sahara" es el tema elegido para el primer videoclip de este disco, y uno de los efectos más inmediatos y sobresalientes de que Charles Gasqué haya pasado a formar parte de la banda. Una canción que crece con imponente intensidad entre arreglos casi inauditos para el grupo, que se debaten entre lo espacial y lo eléctrico.
- "Prière" es una de las composiciones más redondas firmadas hasta la fecha por el grupo. Una melodía y unos arreglos que miraría con profunda envidia Françoiz Breut, una voz que se mueve entre la elegancia y la sobriedad, y una plegaria bailando entre frases que es imposible olvidar. Así describe Suzette esta canción: "Un ruego desesperado al que me escuche, a alguien que está por encima de todos nosotros. Alguien que sea capaz de ver el esfuerzo que hago por sobrevivir y que me libre de las garras del demonio que llevo dentro. El infierno no son los otros - como dijo J.P Sartre - sino el velo que cubre mi mirada".
- En "Respire" se acercan sorprendentemente por momentos a YO LA TENGO o STEREOLAB, otra banda francófona que nació en un contexto completamente diferente al del resto de referentes que usan. Unos coros llenos de jolgorio, un puente tan sorprendente como adictivo, y una vez más una letra que muestra una banda madura en todos los aspectos, alejada de tópicos y con una actitud que se mueve entre los tonos agridulces y la vitalidad desbordante.
- "Trop Blanc"; Todo está demasiado blanco, hay algo que empaña los recuerdos, que dificulta la mirada atrás: una metáfora fantástica sobre el paso del tiempo y sus devastadores efectos, sus callejones sin salida, que tanto desgastan las relaciones. El vaso medio vacío.
- "Si je touchais le fonds"; Nancy Sinatra ve cómo pasan los días. El descenso se precipita: "Si al menos llegara al final de este calvario, sólo quedaría subir". Sobran más explicaciones.
- "C'est le temps", la luz al final del túnel, la existencia de una posibilidad de cambiar las cosas. La luna se asoma a través de una persiana entreabierta, en un pequeño callejón de Montmartre, mientras un acordeón recuerda las melodías de Pascal Comelade. El vaso medio lleno.
- "Cercles autour d'un point" o cuando no se puede separar la vista de un punto fijo, cuando no se ve más allá, cuando la obsesión predomina. Cuando el amor es cuestión de orgullo. Cuando THE BYRDS se cuelan por la puerta de atrás. Cuando BELLE & SEBASTIAN acuden al rescate con su trompeta. Cuando se roza la perfección.
- "Le miroir", "El espejo muestra un rostro mío que ya no reconozco. No puedo creer que me haya convertido en ese fantasma que veo reflejado en el espejo. Preferiría no existir. Me falta aliento. Siento como si mi corazón quisiera dejar de latir". Probablemente la canción más triste y melancólica del disco, la que mejor resume su visión del tiempo y del efecto que tiene sobre cada uno de nosotros, y lo hace con una melodía majestuosa y unos arreglos de cuerda maravillosos. Una preciosidad, con un aire de melancolía fronteriza, que evoca a un Dominique A clásico, emocionante, con unos arreglos que podría haber firmado Louis-Philippe.
- "Ma place", la píldora pop necesaria después de una canción como "Le miroir", una inyección de energía. Una vez más la balanza se equilibra, el optimismo vuelve a hacer acto de presencia, las contradicciones son las que, al final, dotan sentido a todo. Y esa guitarra con vibrato, tiene el cielo ganado.
- "Un jour"; La coda. No se puede hablar del tiempo sin hablar del futuro, sin hablar de esperanza, aunque sea con un dulce amargo entre los dientes. Y por eso es tan grande este nuevo álbum de la banda catalana: porque su escucha crece conforme llegas al final (muy al contrario de lo que suele ser habitual hoy en día), porque las melodías y las canciones en el fondo, no necesitan toda esta explicación para transmitir todo lo que quieren decirnos. Y les puedo asegurar, es mucho.