Bienvenidos a ENTRE RÍOS, el grupo más emocionante (por audaz, por sofisticado, por lleno de gracia y por... emocionante) de la música argentina de la última década. Permítanme presentarlos: ellos son Isol, Sebastián Carreras y Gabriel Lucena, y quizás algunos de ustedes los conozcan por el disco “Idioma Suave” (Elefant, 2002), aunque, es justo decirlo, están a punto de encontrarse con la refina…
Bienvenidos a ENTRE RÍOS, el grupo más emocionante (por audaz, por sofisticado, por lleno de gracia y por... emocionante) de la música argentina de la última década. Permítanme presentarlos: ellos son Isol, Sebastián Carreras y Gabriel Lucena, y quizás algunos de ustedes los conozcan por el disco “Idioma Suave” (Elefant, 2002), aunque, es justo decirlo, están a punto de encontrarse con la refinada versión 2.0 del grupo, envasada en un disco único que se llama “Sal”.
Debo decir que tengo una ligera relación con Isol y Gabriel Lucena, desarrollada siempre en el incierto marco crítico-músico, y que por eso mi conocimiento acerca de lo que hacen cuando no están haciendo cosas con ENTRE RÍOS es algo limitado, muy de solapa de libro. Isol es una ilustradora deliciosa (no se priven de esa faceta suya) y una soprano con una formación en la música clásica contemporánea, que además forma parte de una agrupación de música medieval, mientras que Gabriel, aún con su bajo perfil, fue parte importante del indie argentino 90's gracias al grupo RAYOS CATRIEL, y es un ingeniero y organizador de sonidos notable, cosa que queda clara en todo eso que él hace para ENTRE RÍOS.
De Sebastián Carreras sé dos o tres cosas más. La primera vez que escuché hablar de él fue en estos términos: es una persona que en lugar de irse de vacaciones a Europa se gastó todos sus ahorros (¡los de un año de trabajo! ¡está loco!) en editar un disco. Eso fue lo que me dijeron. Aquel disco se llamaba “Grabaciones íntimas / Canciones pop”, y aunque ya desde el título prometía algo (y desde el track list cumplía largamente con ese algo), yo no tenía forma de saber que esa referencia 001 del sello “Indice Vírgen” (fundado por Sebastián, rebajando en unas pocas pesetas las ganancias del ejercicio 1998 de Iberia, la Fnac y el Museo del Jamón) habría de inaugurar para la música argentina un espacio de riesgo y generosidad, vigente cinco años, veintidos discos, una devaluación del peso y siete Presidentes de la Nación más tarde.
Desde que conocí a Sebastián supe que allí había una persona a la que, más allá de la admiración en términos musicales (admiración que, en verdad, comprende a los tres ENTRE RÍOS por igual), podía recurrir a la hora de hacer alianzas, de soñar con un mundo más pop, más lindo, más triste si era necesario, más ético, incluso, y menos necio. Desde entonces compartimos nuestra admiración sin límites por LE MANS, infinitas tazas de té de las cinco, algunas madrugadas inolvidables y otras un poco menos dignas de ser recordadas, unos pocos proyectos, enojos surtidos y alguna que otra (merecida) alegría.
Volviendo al trío que nos ocupa, es justo decir que existe una posibilidad de que ENTRE RÍOS haya tenido vida propia sin que sus integrantes supieran que eran las partes de un grupo que algún día iba a llamarse ENTRE RÍOS. Y que hay evidencias que respaldan semejante declaración: hace poco más de tres años, Sebastián compuso una canción con su guitarra, grabó en ella la voz de Isol y le dió esa cinta a Gabriel, quién procedió a borrar todo rastro de la mencionada guitarra, disponiendo una preciosa arquitectura sonora en torno a la pista vocal. El tema en cuestión, fruto de ese desusado método de composición consecutiva, se llamaba “Dame”,y se editó en otro recopilatorio, uno de título “Cancion-es-Pop”,con la firma de TUS HERMOSOS, el grupo que por entonces comandaba Sebastián y en el que también militaba Gabriel, y que antes de ser TUS HERMOSOS era conocido como TUS HERMOSOS PERDEDORES.
¿Se entendió? ¿Se complica? No importa. Lo único que hace falta saber es que “Dame” nos dió a ENTRE RÍOS.
Vista desde aquí, aquella comedia de enredos sirve para constatar que en esta historia las ideas siempre estuvieron por delante de los nombres, que desde entonces hay un grupo que busca con vital generosidad que elementos del rock, el pop y la electrónica terminen encolumnados por detrás de buenas canciones, y que en el proceso demuestran que no tienen tiempo (ni ganas) para gastar en clichés, gestos remanidos y facilismos en boga. Sebastián lo explica mejor cuando dice queun tema no es los acordes y la letra; un tema es mucho más. La guitarra, la letra y la melodía son apenas una parte. No sé si está bien o no, si perdurará o no esta manera de hacer las cosas. Pero es una búsqueda, y es válida al menos por eso. En general, los grupos buscan primero un refugio en una forma, en un nombre o en gustos similares, y recién después hacen la música. Acá fue al revés: como nos gustó lo que salió, terminamos por seguir trabajando juntos. A lo que Gabriel agrega: Sebastiány yo nos dimos cuenta de que cada uno podía delegar lo que no podía o no sabía hacer. Ambos delegamos la voz, él entregó la parte sonora y yo renuncié a la parte cancionística.
El esmero artesanal y ciertamente falto de vanidad que anida en el mito del origen de ENTRE RÍOS fue marcando cada paso que ha dado el grupo hasta aquí, incluyendo el modo de pararse en escena, la progresión de sus ediciones discográficas, la posibilidad de anteponer el pensamiento a la acción sin por eso resignar capacidad de emocionar y hasta el arte de sus tapas (al menos en las ediciones argentinas; en España se encarga del tema Javier Aramburu y eso ya me deja mudo de admiración), que de lejos parecen un simple código de barras y de cerca se transforman en una traducción gráfica de esas canciones que ellos hacen: laberintos hechos de infinidad de líneas rectas.
Lo que hacían antes y que en “Sal” adquiere formas definitivas, casi perfectas, está relacionado con la posibilidad de volver grandes esas miniaturas pop a las que apuestan, en base a evitar lugares comunes o, en todo caso, a crear unos nuevos, siempre tratando de ser tan minuciosos como poco autocomplacientes. “Sal” se agiganta, además, por el trabajo de sustracción que se adivina en el fuera de campo, por el proceso de reducción que atravesaron unas piezas sonoras que nunca se extravían en el ornamento o la estridencia, canciones que son resplandecientes por fuera y francas, entrañables por dentro.
Y esto es así desde esa intro hecha de esperanto defectuoso que tiene “Séptimo cielo” (tema inédito en la Argentina, en el que brilla un vocal que progresa y cobra fuerza para terminar diciéndonos que es mejor actuar que ensayar ) hasta en la canción “Hoy no”, en la que una melodía se empeña en rumiar una enorme cantidad de sampleos (40, 50 o más), resultando en una pieza desquiciada y curiosamente orgánica. Y hay más sabores en “Sal”: los pudorosos microritmos de “Si hoy”, “Salven las sirenas” y su contento de cajita de música, esa especie de bolero metalizado que es “Nunca”, la plegaría de clicks llamada “Enormes”...
El trío indietrónico ENTRE RÍOS (con perdón del rótulo a la page, que seguramente se va a desgastar muchos años antes que el grupo) es, para la música argentina de los últimos años, un nombre fundamental, que por fortuna va siendo cada vez menos secreto, superando la barrera de ciertas miopías y mezquindades. Y definitivo su estreno en el formato largo (por así decir, ya que la duración del disco responde a la misma lógica interna de las canciones: tiene el contenido justo, no le sobra nada) no podía ser mejor. Un grupo que había brillado en dos ep‚s (reunidos en España en “Idioma Suave”), da aquí un salto en calidad y cantidad, que se abre con esa delicada y festiva declaración de principios que es “Salven las sirenas”, canción que ya desde el título habla de un tipo de consideración olvidada o directamente desconocida. Hay demasiada gente en el mundo (del rock) salvando ballenas, diligencia altruista que ENTRE RÍOS también puede llegar a producir, aún sabiendo que allí tienden a quedar igualadas las personas lindas y las horribles. Ahora bien: salvar sirenas es otra cosa. “Salven las sirenas” es (en la Argentina, sí, pero también en el mundo tal y como está ahora) un pedido casi político. Es no renunciar a una manera de cantar y de decir que por un lado es seductora, emotiva y sutil, y que por otro no puede evitar ser urgente.
Marcelo Panozzo (Periodista y crítico. Editor de la revista El Amante y de la sección artes del semario T X T. Programador del Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires).