LA CASA AZUL son Virginia, David, Sergio, Clara y Óscar. Cinco jóvenes con ganas de hacerte un poquito más feliz con su música. El compositor y productor Guille Milkyway los descubrió hace poco más de un año, en un pequeño local pop de la costa mediterránea. Maravillado por la increíble belleza que desde el escenario desprendían, pensó que por fin había encontrado al grupo que había estado buscando durante tanto tiempo para interpretar sus canciones. Los consiguió reunir a todos esa misma noche, les enseñó sus dulces melodías, y, en menos de cinco meses, LA CASA AZUL grababan su primer mini-álbum en Elefant records. Un mini-álbum con seis canciones magníficamente interpretadas, arregladas y producidas.
Canciones dulces y amargas, alegres y tristes, delicadas y vigorizantes. Caramelos multicoloreados y muy refrescantes. Así son las canciones de LA CASA AZUL, canciones que se quedan para siempre en el corazón. No es de extrañar que, después de una sola escucha, uno se sorprenda a sí mismo tarareando estas melodías sin parar al ir a buscar el pan, preparando la cena, estudiando, volviendo de trabajar, leyendo el periódico o simplemente paseando.
Como un grupo de "sunshine pop" en el 2000, LA CASA AZUL retoman la música chispeante que nos dejaron los grupos de bubblegum americano de finales de la década de los sesenta y enriquecen ese sonido chicle con europop dulzón, con j-pop acelerado, y con líneas melódicas que bien podrían servir de sintonía de algún antiguo sitcom americano. El amor incondicional que tanto los miembros del grupo como el productor sienten hacia las obras de Nick de Caro, Lenny Waronker, Gary Zeckley, Brian Wilson, Jeff Lynne, Tore Johannson o Jeff Barry se deja notar en el robusto acabado de todas las canciones de LA CASA AZUL.
En el estudio de grabación se ha podido ver a los miembros del grupo tocar variopintos instrumentos: desde un fliscorno a un mellotrón, pasando por un vibráfono, un clavicémbalo, varias guitarras, una flauta travesera, batería, órganos diversos, un pequeño piano de pared, xilófono, bajo, un trombón y hasta una trompeta. Y el fruto de todo ello, lejos de resultar barroco, deriva en un delicado estilo, único por su belleza e inmediatez: el sonido efervescente de LA CASA AZUL.