Este año se cumplirán dos décadas (¡dos décadas!) desde la separación definitiva de Los Flechazos tras un último concierto en el festival Purple Weekend de 1998. 

Muy pocos entonces apostaban por el incierto futuro de su líder, Alejandro Díez Garín,

que dejaba aparcado el mayor icono sixties patrio para dar forma a Cooper. Pero obras maestras de la artesanía pop como Fonorama (2000), Retrovisor (2004) o Aeropuerto (2009) demostraron que para nuestro modfather favorito cualquier tiempo pasado sólo fue anterior.

Reconciliado ya con su propia herencia tras la publicación en 2016 del disco-libro recopilatorio Popcorner, 30 años viviendo en la era pop y su posterior gira ad hoc(recordemos que durante los primeros tours de Cooper el repertorio de su banda primigenia estaba casi vetado), el músico leonés regresa al estudio con un espléndido quinto elepé, siete años después de Mi universo (2011).

De ahí que la cosa arranque con un par de hits como Salto o Graciela que no desentonarían en discos como Preparados, listos, ya! (1991): puro sonido Flechazos para reventar allnighters. Mientras tanto, entre guiños a The Posies, Big Star,

Teenage Fanclub, Material Issue o Matthew Sweet (Ya llegó el verano, El último tren o Infinito), el power pop infectado de rhythm and blues marca de la casa se pule en esta ocasión con unos lustrosos arreglos de vientos. Remata la jugada Dos grados bajo cero, un lisérgico viaje a la escena madchester más afín al soul-funk (o viceversa). Tomen nota: por lo visto, el secreto de la eterna juventud radica, sí, en continuar (sobre)viviendo en la era pop.