Ibon Errazkin
IBON ERRAZKIN: "Foto Aérea" LP/Digital
Hablar de Ibon Errazkin son palabras mayores. No sólo por una trayectoria impecable como músico (AVENTURAS DE KIRLIAN, LE MANS, SINGLE, sus trabajos en solitario y mucho más) y productor (Carlos Berlanga, NOSOTRÄSH, CORAZÓN, ANA D...). Porque cada paso dentro de su carrera ha sido personal, inconfundible, siempre impulsando la categoría de la música como arte, y cuestionando el valor de la palabra arte en sí misma. Todo al mismo tiempo. Por eso su universo es otro. Por eso “Foto Aérea”, su nuevo álbum, merece un comentario aparte y especial.
Pero antes de continuar con ese comentario especial pongámonos en contexto. La carrera de Ibon siempre ha entremezclado ese toque de personalidad con cierto nivel de experimentación. Eso no es ajeno en cierto modo en este nuevo álbum, pero sin embargo, el aliento general del disco es ciertamente clásico. ¿Por qué? Porque la reina aquí es la melodía, que merodea libremente por los diversos temas del disco, transmutándose, apareciendo y desapareciendo, funcionando a su antojo y deseo. Una melodía con sabor a mar y a brisa. Y aquí viene el quiebro. Entre tanta instrumental hay una canción cantada. La primera que canta el propio Ibon en toda su carrera. Además, una versión, una delicia con aires de Broadway y lounge compuesta por Jerome Moross para el musical “The Golden Apple” en 1954: “Lazy Afternoon”.
Los acompañantes de Ibon en esta nueva travesía son puntuales, pero señalados. Como no podía ser menos, su compañera en SINGLE, Teresa Iturrioz, ha puesto nombre a todas las canciones y ha prestado su voz para “El Objeto” y “Paradox” (dos canciones primas hermanas). Xavier Alarcón ha masterizado el disco y Javier Aramburu ha vuelto a hacer una de sus portadas inenarrables. Y todo lo demás, como suele ser habitual, se lo ha guisado y se lo ha comido el amigo Errazkin.
Y ahora sí, llega el momento de ese comentario especial. Un comentario firmado por Damon Krukowski de GALAXIE 500 y DAMON & NAOMI. Nada más y nada menos.
“Foto Aérea” emerge ante nosotros como si observáramos el suelo desde lo alto, incapaces de distinguir los detalles, hasta que poco a poco nuestros ojos se van acostumbrando y los rasgos del paisaje empiezan a dibujarse con claridad. Y ya no podemos dejar de mirar, porque cada vez vemos más.
Este álbum me hace pensar en poesía más que en teatro: no es tanto una representación como una construcción. Hay un famoso poema americano, titulado “Trece maneras de mirar un mirlo”, en cuyas estrofas aparece repetidamente un mirlo, pero siempre de una forma y por un motivo ligeramente distintos. Las elegantes frases de guitarra de Ibon Errazkin son como ese mirlo: melodías que retornan una y otra vez, pero sin llegar a repetirse del todo. Se posan, se toman el tiempo suficiente para que las reconozcamos, y vuelven a alzar el vuelo. El efecto es cubista, refractado; abstracto, pero formado por elementos reconocibles.
Este álbum es también un disco, claramente dividido en dos mitades. Cada una de ellas viene definida por un motivo que va adoptando distintas texturas y ambientes, pero siempre conservando la libertad de regresar como una simple melodía. El ave aterriza y despega, y cada vez que lo hace, el paisaje queda transformado.
Las voces, cuando aparecen, se adentran en el paisaje como viejos amigos surgidos de la niebla: son Ibon y Teresa, miembros de SINGLE y de LE MANS, que vienen a saludarnos. “¡Hola!”, nos gritan desde la lejanía. Y cuando ya nos hemos reencontrado, Ibon nos canta una melodía para una tarde perezosa. Más tarde, al marcharse, aún oímos sus voces una vez más, de nuevo en la lejanía… Y por último, nos decimos “buenas noches” en ese lenguaje privado que compartimos con ellos.
Porque este paisaje brumoso donde nos hemos reunido con nuestros amigos es también el lugar donde podemos perderlos. Pero el paisaje en el que hemos estado juntos ya nunca volverá a ser igual.
Damon Krukowski