Edición Limitada de 500 copias en formato Deluxe Gatefold LP 12” + CD [Vinilo Azul Transparente]
No es automático que todas las bandas que se reúnen tras un largo período de tiempo lleguen a facturar un nuevo disco. Y sólo en algunos casos esos discos van más allá de una anécdota oportunista. Automatics son una de esas notables excepciones. Su primer álbum original del siglo XXI (recordemos la recopilación “1991-2001” editada en …
Edición Limitada de 500 copias en formato Deluxe Gatefold LP 12” + CD [Vinilo Azul Transparente]
No es automático que todas las bandas que se reúnen tras un largo período de tiempo lleguen a facturar un nuevo disco. Y sólo en algunos casos esos discos van más allá de una anécdota oportunista. Automatics son una de esas notables excepciones. Su primer álbum original del siglo XXI (recordemos la recopilación “1991-2001” editada en 2013) no sólo está a la altura de Space Rock Melodies (Elefant, 1997) y Duty (Elefant, 1999), sino que presenta sus armas mucho más afiladas.
16 años después, los linarenses retoman la esencia de su banda refinada con el tiempo. Llama la atención lo bien que conservan su reconocible personalidad, no hay mucho rastro de sus otros proyectos en este Big Ear (Clifford, 2015). Pero sería injusto tildar deinmovilistas estas canciones, hay sutiles elementos diferenciales que reflejan años de evolución y madurez y sitúan a estos Automatics de 2015 quizás por encima de los del siglo pasado. Por ejemplo, “Puppet Boy” tiene un punto tecno que recuerda a los primeros Simple Minds, aunque abordados desde la sombra de Spacemen 3 con el pulso rítmico automático. Es un buen invento. Aligual que “Someone”, que partiendo de esquemas típicos de Spiritualized se concreta en un pegadizo himno pop de esos que Automatics fabrican como rosquillas y a los que nos tienen tan mal acostumbrados. Es un gran tema. También“1971” tiene un fascinante comienzo, como un instrumental de indietrónica que luego explota en un estribillo de esos que se elevan al cielo con el éxtasis melódico noise-pop marca de la casa. Se percibe más elaboración en la composición y una mayor destreza que en su primera etapa. Hasta en su versión más tradicional y testaruda ofrecen detalles de refresco: “A Rainy Day” explora la conexión entre los Automatics de toda la vida y el indie-rock psicodélico de Los Planetas, y unas guitarras neoyorquinas le dan a “Forever” la elegancia de Luna sobre el patrón de los Jesus & Mary Chain de Automatic.
En el pasado también hicieron experimentos, pero nunca consiguieron combinar el tecno y el Boise como en “Reagan & Carter”, con un magma de ruido sobre el que las melodías vocales proyectan relámpagos shoegaze. En Big Ear las guitarras tienen 15 años más de experiencia y se nota. Hay muchas más texturas, con teclados perfectamente integrados y fraseos de guitarra que exploran paisajes de una diversidad antes inimaginable. El arma secreta de Automatics, no obstante, sigue siendo su superdotada capacidad para componer melodías atractivas y pegadizas, combinándolas en canciones de una eficacia sorprendente. Entre lo mejor del álbum está “Hollow Glass”, un fantástico pop de guitarras ruidosas disparado por contagiosas melodías y una contundente base rítmica, es una maravillosa convergencia entre el noise-pop y el krautrock que da lógica a sus habituales bases machaconas. Además, está ese trío abrumador de himnos con todos los ingredientes típicos de los superhits de Automatics. Ya conocíamos el single “Monsters”, potente e infecciosa descarga de electricidad a reacción cargada de ganchos, con una propulsión melódica adhesiva y un eufórico estribillo por el que otras bandas matarían. “Don’t Call Me Anymore” tiene hechuras de clásico de Oasis, con una épica pop sin grandilocuencia, basada en melodías gloriosas que estallan en otras aún más elevadas hacia un final estratosférico. “Fly Around The World” tiene otra fabulosa estructura melódica, magníficas guitarras de pop-rock inmortal (el precioso riff es digno de los clásicos) y un estribillo que consigue añadir una dimensión más a la canción y llevarla a otro nivel emocional, no es exageración decir que está a la altura de las canciones de R.E.M. En definitiva, es de celebrar que hayan vuelto tanto tiempo después para entregarnos el que probablemente sea su mejor disco, es apabullante la solidez melódica que demuestran al construir sus canciones y bienvenida su mayor versatilidad. Es posible que no se les reconozca lo que se merecen porque siguen sin preocuparse por esconder sus referentes ni disimularlos, y negándose a dar más mensaje que el musical. No les hace falta, su insultante solvencia musical les permite ir contracorriente. Con álbumes como este se lo pueden permitir.