**La edición de Elefant tiene portada diferente y contiene una canción extra inédita.
La mayoría de edad, por anhelada no significa que deje de ser un proceso duro, complejo y dificultoso. Eso debió pensar Andrew Laidlaw, cerebro compositivo del sexteto de Greenwich (Inglaterra), cuando al regresar a su ciudad después de dos intensos años de éxitos tras “The Great Unwanted”, tanto a nivel de crítica (medios como Times, The Guardian,…
**La edición de Elefant tiene portada diferente y contiene una canción extra inédita.
La mayoría de edad, por anhelada no significa que deje de ser un proceso duro, complejo y dificultoso. Eso debió pensar Andrew Laidlaw, cerebro compositivo del sexteto de Greenwich (Inglaterra), cuando al regresar a su ciudad después de dos intensos años de éxitos tras “The Great Unwanted”, tanto a nivel de crítica (medios como Times, The Guardian, Uncut o Pitchfork cayeron rendidos a las excelencias de lo que declaraban un disco de pop sin paliativos y renovador) como de público (las más de 50.000 copias vendidas por todo el mundo así lo testifican), se encuentra sin nada donde agarrarse. Viviendo en el estudio de la banda, donde tocaba el piano constantemente hasta bien entrada la madrugada, duchándose en la piscina municipal y concentrándose en crear un segundo álbum que, como él mismo reconoce, le llevó incluso a momentos de fugaz locura, se debate entre la confusión de sentimientos que semejantes contrastes le provocan.
Éste es el nacimiento de “A coming of age”, el segundo álbum de LUCKY SOUL, un disco donde, abundando en la puntería melódica, su habilidad con los arreglos y su facilidad para fabricar hits, añaden ese plus de complejidad con un álbum lleno de matices, aristas, canciones que hablan de melancolía y pérdida, siguiendo la senda que marcaban aquellas sentencias agridulces que habitaban en el “Pet Sounds”, de sentimientos encontrados, de ese proceso de purificación que lleva de la oscuridad a la luz más absoluta. Una luz que abruma en canciones como “Woah Billy!”, “White Russian Doll” o “Up in Flames”, una impresionante manera de meterse de lleno al disco; y un contraste con el intenso contraluz que desprenden composiciones como “Warm water”, “Could be I don’t belong anywhere” o la propia “A coming of age”. Vuelven a reformular el pop via northern soul, dan un golpe de maestría con un disco redondo, completo, complejo pero fácilmente disfrutable, lleno de aristas y matices, pero al mismo tiempo hábil y ágil a la hora de conectar con el oyente... Como los grandes clásicos.