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21/01/2013

El Periódico De Aragón [Es]: Reseña concierto Centro Cívico Delicias [Zaragoza]



 

Nick Garrie y los trazos de la canción

 

 

 

Nick Garrie (Yorkshire, Inglaterra, 1949) es un artista singular que ha pasado más tiempo fuera del negocio musical que dentro de él. El sábado abrió en el recién remodelado Centro Cívico Delicias el ciclo de conciertos Bombo y platillo y demostró que es un espléndido constructor de canciones (agridulces y tremendamente evocadoras, nunca acarameladas) y un intérprete cautivador.

Hijo de padre ruso y de madre escocesa, Nick pasó en París su adolescencia. En 1970 editó el álbum The Nightmare Of J.B. Stanislas, que resultó ser toda joya de pop barroco. Seis años más tarde, al alimón con el oscarizado (Un homme et une femme y Love Story) Francis Lai, y con el nombre de Nick Hamilton, publicó el singleUn instant de vie. Después, silencio hasta 1984 cuando con el mismo heterónimo y dos músicos de Cat Stevens puso en circulación el álbum Suitcase Man. Pasarán 10 años hasta que, de nuevo como Nick Hamilton y con la colaboración de Lai en dos piezas (Love In My Eyes y Smile), grabe otro disco: The Playing Fields. Ya en 2002 vuelve a firmar como Hamilton Twelve Old Songs, una revisión de viejas canciones. En 2005 se reedita con gran alborozo por parte del público y de la crítica The Nightmare Of J.B. Stanislas; en 2006 aparece el recopilatorio The Lost Songs Of Nick Garrie-Hamilton, y en 2009 Elefant Records le publica 49 Arlington Gardens, que contiene otra estupenda colaboración con Francis Lai: Lovers.

El sábado, en Delicias, Nick, de buen humor y parlanchín, dio una vuelta por su discografía y ofreció algunas novedades (Rainy Days In Sunny Sidney); un atractivo repertorio con piezas como Wheel Of Fortune, Stephanie City, Bungles Tours, Can I Stay With You?, Stay Till The Morning Comes, Love In My Eyes, On Wing And A Prayer, Le Pont Mirabeau (con un texto de Guillaume Apollinaire), The Street Musician, The Nightmare Of J. B. Stanislas, Back In 1939.

Un programa espléndido con ecos de Dylan, de la canción francesa, de Donovan e incluso de Cat Stevens. Pero en Garrie el eco no oculta el sonido principal: el de un compositor inspirado y cantante notable que, como los aborígenes australianos, rehace el mundo a diario volviendo sobre los trazos de la canción. Esa que mantiene frescas las memorias del pasado y del porvenir.


 


 

 

 

 

 

 

 

 

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