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28/06/2019

Qualsevol Nit: Mi primer recuerdo Musical



Cristina Quesada: Mi primer recuerdo de la música

Cristina Quesada suena a pop: sintetizadores, guitarras sencillas y tecnicolor pero abrazando la chanson francesa, el j-pop y el eurodisco. La que fuera la pineapple princess regresa al panorama musical con un sonido más maduro y melómano, con guiños a ABBA, The Wake o College.    

A veces lo mejor es pararse en seco y escuchar. Por eso de vez en cuando pedimos a lxs músicxs que se expresen y que cuenten su historia por ellxs mismxs. Sin guión, sin preguntas. Simplemente les damos espacio y ellxs hablan. Hoy es el turno de la artista canaria Cristina Quesada que acaba de presentar su nuevo trabajo ‘Think I Heard a Rumour’.

 

Hace poco me preguntaron cuál era el primer recuerdo que tenía de la música. La verdad es que creo que es una pregunta que no me habían hecho nunca y que ni siquiera yo me había parado a pensar. Y contesté lo primero que me vino a la cabeza, que, si bien seguramente no es el primer recuerdo que tengo de la música, probablemente sí sea uno de los más importantes.

Tenía seis años y eran las vacaciones de Navidad, estaba en casa de mi abuela en Fuerteventura y daban en la televisión un concierto de música clásica importante, tal vez el Concierto de Año Nuevo o algo así. Mientras lo veía, probablemente con un vaso de Clipper de fresa en la mano, me fijé en los violinistas y en cómo tocaban y me preguntaba si el arco (al que probablemente yo llamaba «palo»), estaba pegado al violín. No lo entendía. Después de ver ese concierto, me quedé pensando en eso bastante hasta que el Día de Reyes de ese año, me regalaron mi primer violín. Ese momento marcó tanto mi vida que todavía me acuerdo hasta de la funda, negra y pequeñita, y del momento en el que la abrí y vi que en ella había un violín y un arco separados.

Si bien no creo que este momento fuese el causante de mi amor por la música, sí creo que fue muy importante porque influyó en mi manera de aproximarme a esta al empezar a tocar ese instrumento. Por las tardes iba a clases de solfeo, de violín y de timple, el instrumento típico de Canarias. He de reconocer que no me convertí en una experta, en ninguno de los instrumentos y mucho menos en solfeo. Creo que no entendía la mitad de las cosas que me tenía que estudiar, pero también he de reconocer que todo lo que aprendí me ha servido hoy para entender muchas cosas.

Crecí en una casa rodeada de música, a mi padre le encantan los Beatles y Serrat, mi madre daba clases de música y le gustan un montón de grupos desde los 60 hasta la actualidad y tanto yo como mis dos hermanas aprendimos a tocar un instrumento desde pequeñas. Pero una gran parte de mi cultura musical se la debo a mi hermana mayor, Dara, que en una época en la que las redes no estaban tan, tan desarrolladas como ahora le gustaban grupos que no se escuchaban (o apenas se escuchaban) en Fuerteventura: Los Flechazos, Los Fresones Rebeldes y La Casa Azul, entre muchos otros, pusieron la banda sonora de mi preadolescencia y el resto de mi vida. Y sabiendo ahora lo difícil que debía de ser para ella conseguir los discos por aquel entonces, me parece perfectamente razonable que se enfadase tanto conmigo cuando de pequeña rompí sin querer su disco de ¡Es que no hay manera! de Los Fresones Rebeldes al intentar meterlo en su cadena de música de cuatro discos compactos.

Creo que el momento en el que más música descubrí por mi cuenta y el que me parece que fue decisivo para mis preferencias musicales fue mi adolescencia, durante la cual escuchaba mucho Radio 3 y que coincidió con la aparición de redes sociales que permitieron que tuviese más facilidad para conocer muchísimos grupos de música. Durante esta época en Fuerteventura sentía que mucha de la gente de mi edad me conocía como “la chica a la que no le gusta ni el reggaetón ni la música de verbena”, y no podía entender cómo esos chicos y chicas que adoraban esa música no comprendían que hubiese gente a la que no le gustase. Mis referencias musicales iban desde los 60 hasta entonces, mis cantantes y grupos favoritos eran Frankie Valli & The Four Seasons, The Beach Boys, France Gall, Carole King, Gilbert O’Sullivan, The Carpenters, Elton John, Aerolíneas Federales, Heavenly, Belle and Sebastian, Camera Obscura, Helen Love y La Casa Azul, entre muchos otros, que me acompañaban siempre y a los cuales hoy sigo considerando importantes referentes musicales.

Creo que fue entonces cuando también descubrí realmente la magia de la música, que es capaz de hacer sentir miles de emociones y hasta de teletransportarte a lugares inimaginables durante unos cuantos minutos, y creo que esto ha sido desde un primer momento una de las razones por las que me gusta hacer música, para emocionar, para hacer bailar, saltar, soñar, para proyectar la energía que tengo dentro y hacer que la vean los demás, y, sobre todo, para ser más feliz, porque para mí la música es felicidad.


 


 

 

 

 

 

 

 

 

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