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24/10/2012

Indie Spain [Es]: Artículo sobre Vainica Doble y "En Familia"



 

El Botijo Sónico

 


 Una colección de artículos donde queremos recordar algunas bandas del cuarto de los trastos rotos y darles otra vez cuerda a fuerza de revisiones muy necesarias para comprender el inmenso y diverso legado del que disponemos.    Hablaremos de artistas que alumbraron el camino que ha puesto a nuestra escena entre las más destacadas e imaginativas del planeta: de Vainica Doble a Décima Víctima pasando por Family, podréis degustar de nuevo, o por primera vez, de platos que muchas veces han sido cocinados en restaurantes clandestinos de seis tenedores. Historia viva de un sendero por el que transita el 99 % de la música que se hace hoy en día.  

Entregas publicadas:
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Aventuras de Kirlian

Vainica Doble: La semilla

 

  Palabras Mayores. Intentar descodificar mediante códigos lingüísticos la magia que desprendieron Vainica Doble a lo largo de sus tres décadas de vida se me antoja un reto tan imposible como intentar descifrar el misterio del arte. Dicho esto, embarcarme en una aventura de estas proporciones me ha servido para tener la excusa perfecta para volver a adentrarme en su universo personal, y que a un servidor le parece el más mágico hecho por estos lares, y uno de los más imborrables de la historia de música popular, comparable a los grandes mitos de la música anglosajona.

  Tras explicarme convenientemente, y marcado por la escucha cronológica de todas sus obras, voy a dejarme arrastrar por la sensación de lleno total que me ha provocado tal experiencia. A ver si se me pega su duende...y sale algo digno sobre la más grande banda nacional del siglo XX. Va por ellas y, sobre todo, por los que aún tenéis la suerte de acercaros por primera vez a su discografía. Que os aproveche.

 Amigas desde la adolescencia, Gloria Van Aerssen y Carmen Santonja entablan amistad por un encuentro fortuito en los patios de la Ciudad Universitaria, dando comienzo a la historia más grande del pop español. Sin embargo, aún pasaran unos años antes de que elijan la música como medio para filtrar el enorme caudal de talento que atesoraban en su interior. Tras este primer contacto, Carmen se dedicará, durante la segunda mitad de los cincuenta y primeros años sesenta, a trabajar en programas infantiles de televisión de la mano de Jaime de Armiñan, su cuñado, e incluso tendrá su aparición en “El cochecito” (1960) de Marco Ferreri, clásico del cine español. Es durante esta época cuando Gloria volverá a cruzarse en el camino de Carmen para influirle de manera decisiva por medio de los discos de los Rolling Stones, Beatles, Jimi Hendrix y demás referentes del pop y el rock que se hacía desde la Vieja Albion y los límites americanos, metiéndole el gusanillo en el cuerpo que acabará provocando su feliz alianza musical a partir de 1966. 
   Dotadas de una sensibilidad única, será 1969 el año del bautismo de fuego de nuestras heroínas gracias a dos sucesos fundamentales: su colaboración con tres temas para la banda sonora del debut en largo, “Un, dos, tres al escondite inglés” de su amigo, y mítico realizador de culto, Ivan Zulueta; el otro será más importante, y vendrá marcado por Enrique de las Casas, directivo de TVE, que las pondrá en contacto con la banda Music Son, para quienes compondrán varios temas que, incluso, tendrán difusión televisiva. Esta puerta de entrada como compositoras para otra gente seguirá a través de la banda Nuevos Horizontes, siendo una constante a lo largo de toda su carrera con artistas tan sospechosos como Luz Casal, Sergio y Estíbariz y otros como Tickets -los posteriores Asfalto-, y que a la postre se convertirán en una de sus  primeras bandas de apoyo durante estos primeros años de rodaje.
 

  Ya metidas de lleno dentro del “circo pop”, comenzarán a grabar sus primeros singles, excepto el primero, de la mano del sello Opalo, colocando la primera piedra de su catedral al pop mediante la publicación del sencillo La Bruja / Un metro cuadrado, su primera obra de arte, de la que hasta Los Planetas harían una versión de su cara B. Impulsadas por un torrente creativo pocas veces visto, Carmen y Gloria dejan su primera huella de inmortalidad gracias a “Vainica Doble” (1971), un lp de debut en el que muestran la inmensa amplitud de su mirada, condensando en su imaginario personal folk pastoral -“Dime, Felix”-, pop barroco con cuerdas -“El Duende”-, psicodelia a lo Pink Floyd -“Caramelo de limón”- y pop-folk de cinco quilates -“Roberto Querido”-, en el que caben hasta puntuales puntos de fuga hacia el canto gregoriano y una intuitiva apropiación de la música clásica, de la que Carmen era una gran experta desde sus años en el conservatorio.

 

 
  Sorprendentes en lo instrumental, donde ayudaron mucho los arreglos de Pepe Nieto, de donde partía la fuerza motriz de tal despliegue de “pop-fusión” era de las voces de Gloria y Carmen: de un derroche melódico equiparable a grandes como Jacques Brel o Scott Walker, su poder de magnetismo rayaba lo impúdico, dando una entidad sobrecogedora a esos mini-filmes que translucían de unas letras, de las que Carmen era la compositora de la mayoría, muy narrativas, y de imágenes poderosísimas, donde fábula, ternura, macabra ironía y hasta ciencia-ficción se balanceaban hacia donde requería la ocasión. Para rematar la jugada, una colección de clásicos inolvidables como “La Ballena Azul”, “Guru Zakun Kin Kon” o “Mariluz” las hacían entrar por el encabezado dentro de la historia de la música popular. Como curiosidad, es imposible no mentar la portada hecha para lo ocasión por Iván Zulueta, quien repetirá en “Contracorriente” y “El Eslabón Perdido”, así como la entrada de la censura en su catálogo debido al “Quién le pone el cascabel al gato”, tema por el que sacarían la conclusión de que Franco era el gato.

Portadas de Iván Zulueta para Vainica Doble

  Generoso en talento, paupérrimo en ventas, “Vainica Doble” marcará la tónica de nula repercusión de sus obras entre las listas de ventas para sus siguientes pasos, como el que vendría a continuación, el impresionante “Heliotropo” (1973). Cambio de compañía para la ocasión, esta vez en Ariola, llegarán a pasar por este mal trago hasta siete veces más. Contando con un mayor apoyo para esta vez, y con Pepe Nieto continuando con su maravillosa labor de arreglista, Vainica Doble lo dan todo en una obra que ya ha quedado como patrimonio nacional al lado de monumentos como de “La Leyenda del Tiempo” (1979) de Camarón de la Isla, “Mediterraneo” (1971) de Joan Manuel Serrat, “Veneno” (1977) de Veneno y “Omega” (1996) de Enrique Morente. Solo con decir esto, queda bastante clara la grandeza de un disco que, para variar, volvía a pasar sin pena ni gloria, pero nos dejaba para el recuerdo otro ramillete de flores inmarchitables del brillo de “Réquiem por un amigo”, “Coplas del iconoclasta enamorada” y, más que ninguna, “Habanera del primer amor”, el canto más hermoso y triste al primer amor que se haya hecho nunca. Impecable de principio a fin, en “Heliotropo” podemos advertir un trabajo continuista, pero más sutil, y un entramado sonoro más rico, detallista y variado desde el que amplían su, ya conocida, paleta de estilos mediante la copla, o el flamenco-rock de “La Máquina infernal”.

 


  Paso de gigante, “Heliotropo” vuelve a caer en saco roto, mientras las Vainica entran a formar parte del imaginario cinematográfico componiendo la banda sonora de un clásico del cine como “Furtivos” (1974), al mismo tiempo que se dedican a musicar programas de televisión como “Tres eran tres” y “Suspiros de España”. Esta fila india de encargos vienen a marcar una tónica que se repetirá para el futuro con sus trabajos para series como “Celia”, “Juncal” y el famoso programa de cocina “Con las manos en la masa”, presentado por la hermana de Carmen, y por donde lograrán introducirse en la memoria colectiva mediante el tema de cabecera del mismo, uno de los más famosos de su repertorio y cantado a medias con el, cuanto menos, dudoso Joaquín Sabina. 

  Después de tres años sin noticias suyas como protagonistas absolutas de sus creaciones, en 1976 se presentan con Gong, su nueva compañía discográfica, con la que volverán al ruedo por medio de un disco más seco de lo habitual, muy rockero, pero en un sentido en el que solos de guitarra metidos con calzador, y un ambiente innecesario de crispación se adueña de un cancionero que tira más que nunca para el rock-flamenco, pero de una manera un poco antinatural. Nada contentas con el resultado final de una producción demasiado enlatada, tampoco podemos ver el tercer Lp de las Vainica como un disco malo, escuchado con perspectiva histórica, temas como “El oso poderoso”, “Que no”, “Alas”, y “Déjame vivir con alegría” dan suficientes razones para no desdeñar la valía de un disco que, eso sí, no admite comparaciones con sus álbumes anteriores. Retomando la canción “Déjame vivir con alegría” -adaptada también por Grupo de Expertos Solynievepara su debut discográfico-, ésta se convertirá en su tema más reconocible para las mayorías, y un tema que se deja imbuir por los aires arabescos de un sitar afiladísimo, aprovechándose también del flamenco electrizado hecho por gente como Triana, que habían logrado estandarizar el emergente “rock andaluz” que pobló el panorama español desde mediados de los '70.
  Otro fracaso comercial, “Contracorriente”, provocará su divorcio con Gong, más con la retención temporal que tuvo su salida debido al tema “Que no”, censurado en su momento, y también por la alergia a las promociones de Carmen y Gloria, provocada por el pavor de la segunda a hacer actuaciones en directo o televisivas. Es más, se pueden contar como una docena las veces que las Vainica darían un concierto durante su gira con más actuaciones, la del “Tigre del Guadarrama”.
   Vencidas por las circunstancias, tres años en el purgatorio, solo rotos por sus bandas sonoras para “Climax” y “Al servicio de la mujer española”, será el injusto castigo que tendrán que pasar, y por el que no podrán editar ningún disco bajo su nombre. Tras todo este tiempo, la discográfica Guimbarda las auspiciará en sus dos siguientes movimientos discográficos. Memorables de principio a fin, podemos ver “El Eslabón Perdido” (1980) y “El Tigre del Guadarrama” (1981) como un providencial díptico, reflejo de su vuelta triunfal a las alas de la excelencia, debido a varias razones: la cuidadosa producción y arreglo que lleva a cabo José Manuel Yanes en cada uno de ellos; el ecléctico abrigo que les da el grupo de rock-fusión suburbano en el primer disco y que marca la pauta de riqueza y variedad instrumental a seguir en su continuación; el reencuentro con las cuerdas al que tanto partido le han sacado siempre; el retomar la senda de la sutileza que habían perdido en “Contracorriente” y el ambiente de libertad creativa que se respira en ambos. 
  Comenzando por “El Eslabón Perdido”, no escapa la temática ecologista que se desprende de la impresionante “Doñana” y “Escrito con sal y brea”. Temática determinada por lo que en principio iba a ser un doble Lp, con la primera cara dedicada al mar y la B a la tierra, Carmen y Gloria, siempre a su bola, deciden hacer añicos tal idea ante la posibilidad de poder ser tachadas de oportunistas ante el boom ecológico que se empezaba a vivir en aquellos momentos. Quizás algo mejor “El tigre del Guadarrama”, himnos como “Ser un Rolling Stone”, “Madre no hay más que una” -rescatada de la banda sonora de “Furtivos”-, “Cartas de amor” -uno de sus temas más conocidos-, “El Rey de la casa” -una especie de precuela de “Don Marcial”, perteneciente a “En Familia” (2000)- y el brutal tema homónimo que da título al Lp, colocan a esta obra maestra como uno de los pináculos de la trayectoria Vainiquera. 
  Como siempre, sin la necesaria respuesta comercial, vuelven a quedarse sin discográfica. Sin embargo, va a ocurrir lo menos pensado durante la publicación de estos mellizos musicales: el reconocimiento por parte de los cabecillas de “La movida madrileña”, a la que tan bien retratan en el corte “Crónica madrileña”, que estaba en boga a comienzos de los '80. En plena Transición española, esta generación quiso reivindicar a estas dos mentes superiores disfrazadas de marujas de punto y cruz. Hasta tal punto llegará esta reivindicación, que Fernando Márquez “El Zurdo” -Kaka de Luxe, Paraíso, La Mode- escribirá un revelador libro sobre la providencial andadura de Carmen y Gloria dentro del mundo de la música. 

  Inolvidable es el papel de sirvientas que harán en la desternillante “Patrimonio Nacional” (1980) del gran Berlanga. Precisamente, será el hijo de éste uno de sus máximos deudores y admiradores, llegando a hacer una versión, con ellas mismas a los coros, de “La Funcionaria”, uno de los temas clave del siguiente disco de Vainica Doble, el descomunal “Taquicardia” (1984).   Considerado disco de mayor referencia por gente tan importante como el propio Carlos Berlanga e Ibon Errazkin -Las Aventuras de Kirlian, Le Mans, Single-, “Taquicardia” es un milagro, en el máximo sentido de la expresión. Rescatadas por Mario Pacheco, capo de Nuevos Medios y de donde salieron obras tan importantes como “El Eterno Femenino” (1982) de La Mode o “El Blues del Frontera” (1987) de Pata Negra, desde su nueva casa Carmen y su inseparable compañera de viaje encuentran el campo de acción necesario para poder dar rienda suelta a todo su afán experimentador, hasta el punto de poder hacer un doble Lp, algo impensable para una grupo con tan poca capacidad comercial. Como un anunciado suicidio comercial, “Taquicardia” consigue aunar el espíritu más clásico de las Vainica junto al más arriesgado que hayan puesto en práctica jamás. Nunca han sonado tan majestuosas -“El niño inseminado”, “La Funcionaria”- personales -“Sígueme”-, libertinas -“Mi alumno”, que curiosamente es como un anticipo de la enorme “The Art Teacher” de Rufus Wainwright-, ambiguas -“Tu mirada”-; descorazonadoras -“Pasos en falso” y “Yo le imagino”- y extrañas -“A veces”- pero sobre todo amargas, y es que “Taquicardia” es un disco teñido de melancolía infinita, donde las cuerdas, dirigidas Angel Muñoz “Reverendo” -mano derecha de El Gran Wyoming durante muchos años- cobran un protagonismo que las eleva o hunde sin ningún tipo de límite expresivo, profundizando más, si cabe, en una colección de estampas de doloroso color ocre que emparentaba a esta cumbre con otras más reconocidas, que no mejores, como el “Pink Moon” (1972) de Nick Drake, el “Berlin” (1973) de Lou Reed y el Third/Sisters (1978) de Big Star. Todos discos surgidos de un estado de derrota total, al igual que “Taquicardia” son obras que transcienden, aparte de por sus monumentales canciones, por transmitirnos el estado de ánimo de sus firmantes en toda su crudeza, algo que nunca se puede planear, y que por esta misma razón hace que suenen más creíbles, si es posible...
  Sabiendo que era su última oportunidad, el esfuerzo fue tan grande, como su nula transcendencia. Superior, incluso, a “Heliotropo” y “El Tigre del Guadarrama”, “Taquicardia” es una obra que con los años se le ha ido reconociendo su incalculable valor, pero nunca lo suficiente. Para un servidor es la obra más grande hecha en la historia de la música española y una de las veinte más grandes, contando toda la música internacional. Reeditada recientemente por el interesantísimo sello Vinilissimo, su vuelta al ruedo es pura justicia poética. De enorme influencia en los noventa, su latido ha dado cuerda al corazón de grupos tan indispensables en el devenir de nuestra música popular como el inevitable Carlos Berlanga, La Buena Vida, Le Mans, Family, Nosoträsh, Pauline en la Playa, Espanto y hasta Los Planetas.
   Despedida del mundo musical, durante 13 largos años, Carmen se dedica a escribir cuentos y a subsistir, disparando al estrellato la carrera de Luz Casal mediante composiciones tan conocidas como “Rufino”, mientras Gloria vuelve a su tienda de marcos en Cuenca y se vuelca a su otra gran pasión, la pintura. Hablando de pintura, tampoco podemos olvidar la obra dentro de este ámbito de Carmen, quien compartía con personas tan entrañables como la “chica Almodovar” por antonomasia, Chus Lampreave, y su propia hermana Elena. De familia muy emparentada con este mundo, su bisabuelo fue Eduardo Rosales, famoso pintor del siglo XIX, con el que a Carmen siempre se le llenaba la boca al mentarlo.

  Y, lo que podía sonar a quimera imposible, ocurrió. En 1997 con más de sesenta años a sus espaldas, les llega a Carmen y Gloria la oportunidad de fichar por una multinacional como Polygram. Envueltas de nuevo en el fregado, para lo que no iban a estar preparadas es para la trampa que les habían tendido los vampiros del sello. Utilizadas como excusa para engalanar la carrera de despropósitos del mainstream más olvidable como Miguel Bosé, Alejandro Sanz e Ismael Serrano, las condenan a sufrir una producción horripilante, que hacía imposible discernir cualquier rastro de posible brillo en la idea original del cancionero, marcada por las prisas, músicos impuestos, el mal gusto y la opción más fácil e inflada. Por desgracia, y como una broma de mal gusto, este será el disco más vendido de toda su carrera. 
    Más escaldadas que un gato, Carmen y Gloria se escapan a la primera que pueden, no sin antes publicar “Coser y Cantar” (1997), su primer recopilatorio. Intimidante selección de joyas atemporales, ideal para adentrarse en su obra, lo que chirría bastante es que no encontramos ni una sola muestra de “Taquicardia”...

  Con ganas de sacarse la espina del mal trago pasado, son acogidas, para su total regocijo, por Elefant Records, quienes le proporcionan todo el cariño que no habían recibido desde los estamentos más lamentables de nuestras música. Primero con “Miss Labores” (1999), un ep que recopila canciones que habían hecho durante los '70 para los programas televisivos de Jaime de Armiñán, esto no iba a ser más que el aperitivo del inmenso broche final con el que iban a cerrar su discografía: el emocionante “En Familia” (2000).   Como la versión luminosa de “Taquicardia”, el epitafio musical de Vainica Doble no puede tener un título más acertado. Acompañadas de hijos -con Álvaro de Cárdenas a la cabeza-, nietos y admiradores como Javier Armaburu -Family-, que diseña una de las portadas más hermosas que se hayan hecho nunca para la ocasión, “En Familia” es una obra de arte total que supera la hora de duración y se hace hasta corto, debido a la inspiración que derrocha a través de cada uno de sus poros. Con la hoja de ruta marcada por dieciséis movimientos maestros, estamos ante un disco a la altura de sus mejores obras, con el plus del sentimiento que derrochan en cada una de sus temas, derivado de su indisimulado olor a despedida. 

  Grabado con asombroso detallismo, ésta se convertiría en un “tour de force” justo en el momento que Carmen fallece en la mitad de la misma. Llevados por un sentimiento de terminar con la fijación de homenajearla con algo muy especial, el resultado final no podía ser más sobresaliente: fábulas -“El Rey de la selva”-; cachondeo -“La vegetariana”, “El museo”-; nanas -“Nana en Re”-; pop soleado -“Chiribitas de limón”-; terribles crónicas de homosexualidad tardía -“Don Marcial”-; rock desarrapado -“La flor de la canalla”-; baladas desgarradoras -“El ruido”, “Quiero tu nombre olvidar” y “Dices que soy”- y alguno de los temas sobrecogedores de todo su repertorio -“El pintor”- dan cuerpo a un sentidísimo adiós ante el que nadie estaba preparado y que, si aún hacía falta, aumentaba aún más el inmenso valor de su discografía. Como muestra de esta magnificencia, no podemos olvidar su puesto de honor como mejor disco del año 2000, según la Rockdelux.
  Geniales hasta el último suspiro, Vainica Doble han sido siempre más mentadas que escuchadas. Excusa perfecta para dárselas de entendido y sensible, fueron demasiado inteligentes para los '70 y muy mayores para los '80. Siempre a contracorriente, impulsadas por sus necesidades expresivas y nunca por las modas impuestas en cada época, su vastísimo legado, lejos de envejecer, sortea los pliegues del tiempo gracias a una música que siempre ha bebido de un clasicismo bien entendido y unos textos que, al igual que las grandes obras cinematográficas de Carlos Saura y Luis García Berlanga, han dado testimonio de la historia de una época, de la dictadura a la ¿democracia? pasando por la Transición, con una pericia compositiva y un ojo con rayos X que no se ha vuelto a ver desde su triste, aunque majestuosa, desaparición. 
    Madres, abuelas, de imagen anacrónica y empapadas tanto de una ternura palpitante como de una fina crítica negrísima, Carmen y Gloria han sido contradictorias y ambivalentes durante toda su vida: Las Anti-estrellas que más han brillado en la planicie popera estatal y de las que su fulgor nunca podrá extinguirse mientras queden pruebas físicas, o recuerdos, de sus memorables trucos de magia en forma de ensoñadoras melodías.
Marcos Blanco


 


 

 

 

 

 

 

 

 

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